martes, 20 de diciembre de 2016

VICTIMA 48

Se llamaba Ana,...una mujer nacida libre, conviviente en un país que presume de ser democrático y seguro, con unas leyes de protección de la mujer frente a la violencia de género supuestamente efectivas. Ana estaba ilusionada con su cena de Navidad, la imagino eligiendo el modelo para esa noche, la sombra de ojos, la barra de labios. Se habrá mirado en el espejo y se encontraría bella. Mal sabía la pobre que se estaba arreglando para que la hiena de su vida le robara lo más preciado unas horas después. Seguro que Ana estaba llena de ilusiones, algún regalo de navidad guardado en su armario, en sólo una semana estaría sentada en una bonita mesa adornada de navidad, ya habría hablado con los suyos para organizar estas fechas..., pero ella no pudo elegir, sólo entró en el portal mientras su lobo feroz la esperaba pacientemente para demostrarle que a él no se le dejaba, que ella no era tan libre como creía, que tenía derecho a matar por un amor enfermizo. Ana decidió dejar aquella relación de gritos y vejaciones, quiso volver a sus abrazos de antes, con la persona a la que quería y al que ella consideraba su amor. El lobo feroz no lo quiso así, "si no eres mía Caperucita, no serás de nadie", así modificó el cuento, a su antojo, de la misma forma que hizo con su vida. Un cuchillo y mucha ira acabaron con la vida de Ana, vestida para la fiesta, sola, en un frío portal, a unos pasos de su cálido hogar. Y su lobo se dió media vuelta y se fue, dejándola en el suelo, al supuesto amor de su vida, ese malnacido que se creyó con el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de la mujer que no le quería, y allí la dejó, seguramente pasando por su cabeza la película de esa noche en la que bailó, felicitó y abrazó. Ojalá esos fueran sus últimos pensamientos, los de la noche de su fiesta, de su noche felíz. Ana ha muerto asesinada por una hiena cruel, le arrebató la vida un criminal enfermo de amor propio, no sólo acabó con ella, borró de un plumazo ilusiones, futuro, familia, sentimientos, olores, recuerdos, abrazos..., maldito cobarde. No sólo se llamaba Ana, 48 personas han sido asesinadas este año al grito de "eres mía", demasiadas vidas perdidas, ni una justificada porque el asesinato por amor es contranatura, es lo imposible. Hoy escribo nombrando a Ana, pero lo hago por cada víctima, por cada noche de terror, por cada insulto, por cada lágrima de una mujer valiente en manos de un maldito cobarde. No os calléis, usad vuestra voz para pararlos. Es mejor que tengáis miedo y podamos ayudaros, a que os  calléis y morir en silencio.
Hoy no es buena noche, no, no la es.

domingo, 18 de diciembre de 2016

NO TENGO TIEMPO

Esta mañana leía en el facebook de mi vida, un recuerdo de hace un año, un escrito hecho desde el dolor, la rabia y la impotencia. Sabes, ese tipo de recuerdos que puedes volver a compartir en tu página años después. Leí el texto, lo leí, lo releí y sentí pena, pena por lo que había vivido mi hijo, por lo que habíamos sentido todos, por la tristeza que revolvía mi alma un año después, y tomé una firme decisión: no tengo tiempo.
Casi llegando ya a los 50, he pasado el ecuador de mi vida, he pasado momentos realmente duros, desesperantes, amargos, pero también he disfrutado de otros llenos de vida. Lo he pensado fríamente, lo he recapacitado y he decidido que el tiempo que me quede intentaré que sea un tiempo felíz. Seguramente la vida aún me tiene guardada alguna perrería, esas cosas no son controlables, pero la otra parte, la que yo decido será lo mejor que pueda ser. Quiero ver a mis hijos crecer rodeados de risas y abrazos mágicos, con despertares a su lado, "te quieros" a diario y caricias espectaculares. Quiero tomar unos vinos con mis amigos, con los de verdad, esos que saben quitarte la sonrisa en un día gris, los que saben de qué hilo hay que tirar para sacar lo mejor de cada uno, sin olvidar nuestra particular forma de ser, los que saben que siempre estás con ellos para lo bueno y lo no tan bueno. Quiero trabajar sintiéndome necesaria para mis pacientes, calmar las ansiedades que les produce la enfermedad, tocar sus manos cuando las retuercen en un pañuelo, levantar sus miradas cuando se sientan agotados, y que noten mi compañía en sus pesares.
Quiero que mi familia sepa que yo también soy de carne y hueso, con defectos, muchos y seguramente cometedora de grandes errores, pero con un buen fondo, donde pueden acudir cuando sientan pena, pero también para la risa, los recuerdos y para pasar un cálido momento.
Quiero caminar por la calle mirando al frente, tropezando como siempre, con mi despiste tan habitual, mirando el cielo y los edificios, esos que cada vez me parecen distintos, y correr hacia el muelle cuando vea que el cielo comienza a ponerse rojizo, como si de una carrera al tiempo se tratara.
Quiero desayunar mirando por mi ventana, esa que cada día me da un nuevo espectáculo distinto en cada amanecer, tomándome mi tiempo, parando el reloj de la vida durante un espacio para disfrutar de mi momento.
Quiero escuchar música, como sea, me da igual, en directo, en mi mp, en la radio, en mi cabeza. Quiero bailar en pijama por la casa cuando nadie me ve, inventarme las letras, chapurreando un inglés imposible, reírme cuando me paro delante de un espejo para dedicar el concierto a la persona más insospechada. Me da vida, no concibo un día sin el baile incordiando, sin mi música...
Quiero playa en invierno, mis paseos a solas, recogiendo pensamientos de la arena, buscando mi propio colgante, o tu regalo de cumpleaños, mientras veo como otro día se va, lento pero cálido, como llega la noche, mi noche...
Quiero tumbarme en el sillón y taparme con la manta hasta la nariz, recolocar mi todo en ese espacio reconfortante, y ver películas domingueras, una tras otra comiendo regalices hasta que el sueño acabe con el día.
Quiero mirar mi pared llena de las fotografías de los míos, de los que están y de los que ya no, no físicamente, pero sí en mi pared, en mi alma. Quiero recordar momentos con ellos, situaciones que producen escalofríos, sentimientos de los que no hay caducidad y que se mantienen inalterables a lo largo de los años. Quiero apoyar mi mano allí, como si de aquella pared saliera el calor de sus recuerdos. Lo quiero y te quiero.
Quiero comer lo que me gusta, sin cuestionarme si debo o no debo, si me hará engordar o adelgazar, sólo hacerlo por el gusto que da saltarte las normas, como cuando de pequeño conseguías engañar a tus padres y salías vencedor con la boca llena hasta el ahogo de leche condensada. Es un milagro que hayamos sobrevivido a eso ...
Quiero ir a aquella clase que tantas veces retrasé por entregar el tiempo a los demás, ponerme aquel jersey viejo prohibitivo por normas ridículas de elegancia, salir a la calle con zapatillas de tenis aunque llueva, ponerme aquellos pendientes de araña que asustan a medio mundo y subirme los calcetines hasta las rodillas porque tengo frío.
Quiero reírme hasta llorar, esa risa que tanto sorprende a la gente y que confunden con pena. Quiero mirarte a los ojos, hasta leer en ellos tu interior, hasta sentir lo que te duele y lo que te alivia, así, sin palabras, en silencio.
Quiero tantas cosas, quiero hacer tanto, que a veces creo que ni tiempo tengo ...
Buena noche.

sábado, 17 de diciembre de 2016

VEN A MI CASA EN NOCHEBUENA

Otra vez la navidad, otra vez a vueltas con las buenas intenciones, con el "¿a dónde irás a cenar?, vente a mi casa, que donde cenan quince, cenan doscientos". Otra vez a desear que los pastorcillos lleguen al río lo antes posible para que los puñeteros peces no se beban todo el agua y se ahoguen, a comprar regalos de forma robótica antes de que llegue el 24, día en el que si no haces un regalo te caerá el sanbenito de ser la "cutrefamiliar" del año, otra vez a cocinar toda una tarde para la familia, mientras tragas como un pavo un martini tras otro, te da la llorera de todos los años y contestas a los mil y un whatsapp que recibes, dónde siempre hay unos cuantos a los que tienes que contestar: "mira, no sé quien eres, no te tengo identificado en mi agenda, y además estoy bebiendo martini, cocinando y llorando, pero a pesar de no saber quién eres, te deseo que seas muy felíz y que disfrutes de la navidad con tu familia. ¿Por qué tienes familia, no?. ¿Eres feliz?.¿Estás sólo?. ¿Quieres venir a cenar a mi casa?, porque donde cenan quince cenan doscientos... uno".
El menú de la gran cena, esa es otra. Hay platos que repito año tras año a petición de los comensales. El salmón marinado, una delicia, cuando te lo ponen en un plato delante, claro. Para mí supone ir al supermercado y encargar medio salmón de esos que pesan ocho kilos, explicarle a la pescadera que lo quieres sin espina abierto como un libro, aguantar como te mira de reojo como diciendo: "mira nenita, me vas a enseñar a mi a limpiar un salmón para marinar?". Y va la tía, y después de hacerme sentir como una idiota, te parte el salmón en dos lomos y se queda tan ancha, en fin. Lo marinas durante 24 horas, lo limpias y lo cortas en finas lonchas. Y ya, al 24, lo sirves en un plato delante de los comensales y te quedas esperando con las manos delante de tu nariz, la opinión. Siempre es buena, siempre tardo días en quitarme eso olor a salmón de mis manos, maldita sea...
Las zamburiñas a la plancha, no es por lo que tardas en hacerlas, es por el coñazo de estar abriendo zamburiña tras zamburiña, con esas conchas que son como cuchillas, que te dejan las manos como si hubieras saludado a Eduardo Manostijeras. Con las manos destrozadas, y con tres platos pendientes por preparar, tengo que tratarme las heridas porque soy enfermera y sé de curas: lavo mis manos con agua templada y jabón, me enrosco dos paños en las manos y mientras espero que cese la hemorragia, anestesio el dolor con otro martini.
A estas alturas, los camarones que he sacado del arcón congelador, están saltando en el cuenco. ¿Pero qué digo, si están congelados?. Me importa un bledo, si Disney se congeló para volver a la vida, por qué mis camarones no pueden hacerlo si quieren los pobres..., voy a beber un poco de agua, sí, será mejor...
Mientras, las almejas que he dejado lavándose en la bañera, se han dedicado a echar chorros a diestro y siniestro, como si tuvieran la obligación de beberse todo el agua. Las miro con cara de enfado, las miro, las mir..., para qué coño las miro, si no tienen ojos, ni boca, y a ellas les importa un bledo mi cara de enfado, si no tienen cerebro, me ignoran...a veces me enfado más y como venganza echo una avellana en el agua y miro como se pillan la lengua con sus conchas. Me río como una bruja por la maldad de mi acto en esta noche de paz..., a estas alturas ni me acuerdo de por qué estoy cocinando...
¿Y cómo se hacen las almejas?. Pues a la marinera, con cebollita bien partida. Yo no sé que les pasa a las cebollas en navidad, pero sólo con mirarlas me hecho a llorar. Ahora es cuando tengo que ponerme el traje NBQ para pelar las cebollas: mandil plastificado, guantes, gafas de bucear con nariz de plástico y mucha paciencia. Lo sé, lo sé, soy muy exagerada, pero os juro que aún vestida de esa forma mis ojos se irritan y lloro hasta que las lágrimas alcanzan un cierto nivel en las gafas, en el que tengo que parar.
Una vez que todos los platos se están cocinado, que mis manos apestan a salmón, que mis ojos están llenos de churretes de rimel por los llantos, que mis muslos están llenos de moratones debido a los golpes con los tiradores de la cocina, que mi cabeza no encuentra la estabilidad óptima, y que he mantenido una conversación con las almejas como si fueran mis mejores amigas, llega la familia. Llaman  a la puerta y  los recibo con una enorme y cálida sonrisa, "Feliz Navidad, por qué estamos en navidad, no????". Del resto, ya os contaré.
Buena tarde.

domingo, 16 de octubre de 2016

CASI MIS CINCUENTA

Casi cincuenta años, medio siglo, esa edad en la que te califican de señora, ya eres una madura, edad en la que se supone que ya por fin has recuperado tu tiempo y en la que se supone que ha llegado la hora en la que disfrutarás de todo lo que tanto has deseado. !!Una leche!!. Aquí estoy yo a unos meses de llegar a esas edad que no marca, sino más el hartazgo acentuado de una vida en la que no te permiten cambiar. Ayer alguien me dijo: "Oye, para tu fiesta de cumpleaños sorpresa, quién quieres que venga, tus amigos o tu familia?". Juro que me quedé sin palabras por unos segundos, luego pensé mi respuesta y me la tragué, como he hecho mil y una vez. Paso, no quiero una fiesta, ni sorpresa, ni organizándola yo, como siempre. Quiero largarme a un hotel de cinco estrellas, alojarme en una suite, que me den un masaje desestresante, cenar dos quilos de camarones, beber un buen ribera y estar SOLA.
Si revuelvo la memoria, me acuerdo cuando quería estudiar inglés, ir a clase de manualidades, clase de canto, guitarra, ir a un gimnasio, estudiar, diseñar abalorios, dar clase,..., siempre me convencía de que pronto lo haría, sólo tenían que crecer un poco mis hijos y ganaría ese tiempo. Tengo casi cincuenta y ni inglés, ni manualidades, ni canto, ni..., nada de nada. Ser la única mujer en una casa de "machos" es lo más aburrido, frustrante, aislante y exasperante que hay para una mujer. Todos dan por supuesto que la casa es tuya, no el mejor sillón, ni la mejor porción de comida, ni los mejores momentos, no, eso no, la casa física con su limpieza, su orden, su avituallamiento y todo lo que implica cuidado de su continente, donde por supuesto, tú no ocupas un lugar destacado, o ni siquiera ocupas un lugar.
Tengo casi cincuenta años y lo único que quiero es ser una persona individual, con una vida va propia, con ilusiones, con sueños, con dignidad, CON TIEMPO. Ahora muchos estaréis pensando "coño, qué egoista", sinceramente, me importa un bledo. Con casi cincuenta reivindico lo que os he entregado de forma altruista y fantástica a todos vosotros, y enfermiza para mí. Ya no recuerdo cuando fue la última vez que pensé en mí, que me cuidé, que respiré sin pensar antes en vosotros, que hice lo que realmente me daba la gana, que hablé sin enfadarme, que salí de compras exclusivamente conmigoisma, que cociné el plato que realmente me apetecía, que elegí libremente un viaje, que disfruté de "mis vacaciones", que me regalé un fin de semana, que me he dedicado una tarde a mi cuerpo, que he dormido de un tirón....Ya no lo recuerdo...
Pues ahora, casi con cincuenta voy a hacer temblar vuestros pilares, esos que habéis ido afianzando desde hace años a base de cementar mis ilusiones. Y esto no significa que no os quiera, que sí, que lo hago con toda la intensidad posible, pero eso no justifica que me ahogue en vuestro cariño. Así que empezad a despertar de vuestro jardín de las delicias, desperezaros de una puñetera vez porque "mamá" va a empezar a vivir lo que le quede de vida con la misma intensidad que tenía que haberlo hecho hace ya muchos años. Y no, no me he vuelto loca, sólo voy a recuperar lo que la vida me debe por derecho.
Una cosa más: esto me lo he prometido, y lo que prometo lo cumplo. Dicho queda. Buena noche.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

TÓPICOS TÍPICOS

Tenía que comprarles ropa, crecen demasiado rápido y allí nos fuimos. Que conste, antes de seguir contando mi experiencia, que odio las tiendas de deporte, pero esta me divierte especialmente. Pues bien, allí nos sumergimos. Reconozco que tengo la manía "cuasi enfermiza" de buscar mentirosos en las tiendas de deportes. Es sorprendente las contradicciones que te puedes encontrar. ¿Cómo puede ser posible que la mayor concentración de personas oliendo a sobaquillo se encuentre en la zona de natación?. Juraría sobre mi propia tumba que los que se prueban las gafas de mosca, las pinzas nasales, las aletas de competición, los bañadores "compresores"... , no han tenido contacto con el agua en las últimas décadas, y que tampoco saben nadar, no sé, que no me cuadra agua y sobaquillo apestoso.
¿Alguien me puede decir por qué SIEMPRE, en este tipo de tiendas, te encuentras a niños y padres vestidos con equipaciones de fútbol?. Te dan ganas de cogerlos de los hombros, agitarlos y gritarles : "!Pero que haces, descerebrado, ¿quieres que piense que vienes de hacer deporte?, ¿no te das cuenta de que no hueles a sudor?. !!!Vete a la sección de natación y aprende, por diosssss!!!!".
Alta montaña, sección donde las criaturas de las señoras que van a la tienda con zapatos de tacón (debe ser por lo de la altura), se dedican a desenroscar las cuerdas que aseguran nuestras vidas a los arneses en las escaladas, y dónde los muy ¿inocentes? deshilachan sus extremos con el fin de ... , me voy a callar, no voy a llamarlos pequeños asesinos...
Sección de atletismo, ingenua de mí siempre busco el atlético comprador que de forma casi lasciva sobetéa las zapatillas con las que va a sudar su cuerpo musculado... !!!Alto!!!, aquí están los grandes mentirosos, aquí los cazas a casi todos. Los ves de espalda, cuerpos 100-100-100 embutidos en una camiseta blanca, larga, hasta la cadera, colgando por encima de un pantalón de chándal azul brillante y calzado con aquellos zapatos marrones de cordón que le son tan cómodos pero que ya no tienen forma. Siempre tengo la necesidad de ver la parte  delantera de dichos cuerpos y giro a su alrededor como un eje: sin afeitar (es fin de semana, para qué), palillo amarillo en la comisura de la boca, embarazo de 9 meses sin fecha de parto previsto, calcetín color vainilla de fibra, de esos que van soltando chispas en cada roce con los zapatos...
 !!!Mataría por un Usain Bolt, pero mataría!!!.
Seguimos hasta la sección de tenis, los complementos al alcance de todos: raquetas de mil precios, equipaciones, zapatillas... y por qué habiendo tanto que mirar se dedican a probar los calcetines (con un calcetín grapado al otro, nunca deja de impresionarme), abrir los tubos de pelotas para comprobar como botan, ponerse las muñequeras y comprobar como absorben las gotas de sudor, con suerte de sus frentes... en fin.
Y por último, la sección donde se me ponen los pelos como escarpias essss... la de aparatos de gimnasia en casa: cintas para caminar, banco de abdominales, pedaleador, tensores... todos con un gran cartel en el que reza la leyenda de : "por favor, no subirse" y en la que todos, todos, todos se suben de forma sistemática. Reconozco que me gusta acercarme a esta gente sólo por escuchar en que idioma hablan, por que tienen que ser extranjeros, no entienden lo que hay escrito en esa enorme nota. Pues después de un estudio retrospectivo he llegado a la conclusión de que "todos son terruños", hablan perfectamente el idioma oficial, no sé, debe ser un problema de iluminación...
Reconozco mi alivio cuando llego a la línea de cajas y la cajera acumula mi compra en una montaña casi insostenible y me pregunta: ¿le pongo una bolsa?. No bonita, trabajo en un circo, soy acróbata, me gusta llevar la compra entre mis brazos y mis pies.
Buena noche.

sábado, 9 de julio de 2016

ESPECIALIDADES MEDICAS

No hay personas que mientan más que los médicos, y no me refiero a que lo hagan con sus diagnósticos, pero sí es cierto que mienten de forma descarada con lo poco molestas que son las pruebas a las que nos someten. Vamos a ver, te vas al Otorrino, ese hombre que explora todos y cada uno de los orificios que tiene tu cabeza. Te recibe con una lámpara de minero colocada en su frente, eso ya da mucho que pensar. Te dice que abras la boca y te mete un palo de madera hasta el mismísimo esófago, que te provoca un reflujo ácido que hace que voluntariamente cierres el esfínter estomacal para no vomitarle allí hasta la primera papilla. Y todo para decirte que la garganta la tienes bien. Coño, pero si no me dolía y ahora la tengo en carne viva por el ácido. Después la trompetita del oído. No duele, tranquilo, y te engancha la oreja y te la sube y te la baja como si fuese independiente al resto de tu cuerpo, te provoca más dolor que tus amigos en el día de tu cumpleaños, y todo para decirte que tienes cera. ¿Coño, que esperabas encontrarte ahí dentro, una perla?. Y por último, las fosas nasales, esas que creen que se pueden estirar hasta el infinito cuando te meten ese material de tortura llamado rinoscopio. Y todo esto con la luz de minero cegándote los ojos durante 15 minutos, rozando la quemadura corneal. Y de ahí te vas al Oftalmólogo, que te echará unas gotitas, sólo un par en cada uno de los ojos, que pican como si te hubiesen untado dos cayenas. Cuando cede el picor, empieza la ceguera. Primero no ves los dedos de tu mano, después no distingues tu codo del codo del paciente vecino, para al final no ver ni las paredes del espacio en dónde esperas pacientemente a quedarte ciego. Y llegada esa situación te avisan para que pases a la consulta 4, te levantas, miras a tu alrededor buscando el perro que te guíe hasta ese salvador espacio, palpas las paredes, tropiezas con el resto de los ciegos de la sala de espera hasta que te das un cabezazo contra una puerta, que se abre tras el empujón y divisas allá a lo lejos el que parece ser el oculista que confirmará tu "invidencia". Te sentará en una silla, que al tacto parece una silla eléctrica, y te calzará en la punta de la nariz unas gafas de 20 kilos, que ajusta hasta que entras en apnea, y así, ciego, anóxico, con cara de panoli, te pone unos cristalitos y te pregunta si ves mejor o peor con cada uno de ellos. Juro por mis huesos que nunca sé que contestar, !!!pero si me has dejado ciega con esas gotas y mi cerebro no recibe ni una triste pompa de oxígeno, coño!!!
Llega el momento del dentista, con estos hay que tener cuidado. Te reciben y te saludan con una sonrisa enseñándote sus dientes perfectos parado demostrarte que serán capaces de ponerte la boca como un collar de perlas. Te tumban en un sillón que parece cómodo, pero realmente adoptas la postura de gamba congelada: sólo apoyas la cabeza y los pies, el resto del cuerpo lo dejas en el aire, por si acaso hay que irse. Con voz dulce te dicen que abras la boca. Te meten un abrebocas, un aspirador de mofletes, unos algodones entre las encías y los dientes, un espejo, un instrumento acabado en punta que rodea tus encías, un poco de aire con agua para irrigar y cuando piensas que ya no puedes tener más aparatos metidos en tu boca, tienes el aspirador arrancando parte de tus mucosas, el agua se te cuela hacia la garganta y estás a punto morir ahogado, va y te pregunta, como si nada, que qué tal en el trabajo. Todos, indefectiblemente te hacen la misma pregunta, se lo enseñan en la facultad en la asignatura de Tortura. Cuantos pacientes habrán muerto ahogados al contestar a esa pregunta... Y si sobrevives, te clavará una aguja en la encía. No puedo evitar el pensar que se le romperá la aguja y tendré metralla metálica para el resto de la vida en mi interior. Y lo peor, pitaré en todos los aeropuertos,supermercados y "chinos" del país. Y para cuando acabe su trabajo, tendrás el labio y la lengua dormida, y te durará tres horas ese efecto, se te caerá la baba y parecerá que en vez de venir del dentista, vienes de "cocerte a copas".
Vayamos al ginecólogo, indescriptible. Pase detrás del biombo, quítese la ropa y túmbese en la camilla. Pero vamos a ver, para que coño tienes el biombo si en un minuto voy a estar como he llegado a este mundo delante de un desconocido que te mirará por el resto de los agujeros que no ha examinado el Otorrino. Pon una pierna aquí, la otra allá, relájate... ¿Este tío pretende que me relaje en serio cuando estoy espatarrada a diez centímetros de su cara, le enseño hasta el carnét de identidad y tiene todo tipo de artilugios en esa mesa de al lado?. Ciertamente creo que el Otorrino y el Ginecólogo son primos hermanos.
Y aún queda el Cirujano. Los más sádicos entre los sádicos. El único orificio que te queda sin examinar es suyo, "su tesooooro". Si te duele el abdomen, si tienes problemas con tus evacuaciones, si te duele la zona lumbar, si sufres de hemorroides, pase lo que te pase, es casi imposible salir de su consulta sin el temido "supertacto rectal". Los Cirujanos tienen una característica anatómica muy importante y temida: tocan todos el piano, de ahí que sus dedos midan el doble que los de una persona normal. Te harán un tacto rectal que te llegará hasta las amígdalas, de ahí la mala relación entre los Cirujanos y los Otorrinos.
Podría seguir, pero quiero que esta noche durmais tranquilos. Buena noche, si podéis.

lunes, 4 de julio de 2016

MIL PALABRAS

Había sido un día complicado... no había luna llena, no podía verla...el silencio a veces duele...la soberbia acaba matándolo todo... mis hijos son mis motivos para siempre... cuando necesitaba un apoyo, ni ellos supieron ponerse de acuerdo... el invierno fue cálido, aunque siempre temblabas... te prometí una rosa y allí estaba yo, no ella, la llorona... los niños y los borrachos no mienten... me acusaron de querer hacerle daño... ella siempre ha sido así, hasta cuando nuestras camas eran gemelas... la echo de menos todos los días, era mi madre... que lejos queda la plaza de las aspas y cuanto dejas que se aleje... volver a mi trabajo me dará vida... aquel coche me separó de ella, se la llevo para siempre, maldito día... el color de sus ojos cambiaba según la luz, eso me decía... un día me regaló la luna, después se fue... he aprendido a como no quiero ser... estaré hoy, no para el día siguiente... él le ha dado una lección a todos los dioses de blanco... necesitaba volver a ser el primogénito, no por el orden, por ser simplemente él, mi niño... cada día intenta salvar a Martita, su chica, y eso me emociona... el sillón les cura las penas y los dolores... me gusta nuestra complicidad, los tres luchadores... necesito tiempo, aún no están preparados... tenía los labios perfectamente perfilados, se reía cuando se lo decía, era verdad... lo mejor, hablarle en carne... un paseo de madera que hace temblar... aquella complicidad en los sueños callados... despertares tempranos que buscan a su madre... navidades llenas de faltas insoportablemente queridas... notas de agradecimiento y calor... ventanas abiertas por las que no entra ni pizca de aire... días sin palabras, sin sentido, sin letras... terrazas vacías de lo que hubo ayer y no hoy... preguntas sobre el interior y el "corazoncito"... mis hijos, mi vida, mi todo... un vino cada seis meses para conservar una de mis amistades preferidas... no expresa, solo habla en silencio... la mecí en su cuna y luego la vi crecer, ahora es "mi niña"... yo también pasé miedo, no se nace, se hace... no me mires, mira hacia el cielo... deja de flotar en el mar como si fuese tu medio natural... no te calles, no me calles nunca... largas charlas que te reconfortan... no debí dejarla ir aquel día... tengo miedo a no ser capaz... a veces voy allí a sentirlos cerca... y cuando ya no sea, búscame allí donde pensaba. Mil palabras. Buena noche.

jueves, 12 de mayo de 2016

ENFERMERIA

Soy enfermera. Lo soy porque me gusta, me enamora, me emociona mi profesión. Y sí, he llorado varias veces en mi trabajo. También he reído, he acariciado, he sentido mariposas en el estómago y mucho dolor ajeno. Recuerdo nombres y caras de personas que me han calado tan hondo que ya forman parte de mi pasado. Recuerdo aquel hombre que se sentó en la silla posando su libro releído de La Guerra de las Galaxias y al que le dije que me contara que le ocurría. "¿Desde el principio, quiere que le cuente todo, está segura?. "Todo lo que usted quiera contarme", le respondí. Recuerdo a su mujer, delgada y asustada apoyada en su hombro. Le dejé hablar, me contó más que sus dolencias, sus miedos, sus temores.No le interrumpí, él necesitaba hablar, y yo necesitaba escucharle. Días después este hombre se convirtió en un paciente crítico, sus temores se habían cumplido, y el miedo de su mujer se convirtió en realidad. Me acuerdo de él y me siento privilegiada porque me dejara compartir con él unas de sus últimas sonrisas, un preciado regalo.
Recuerdo adolescentes pasados de rosca, llenos de prepotencia artificial, desaliñados, crecidos, manipuladores, escupiendo ignorancia, dañando su cuerpo para demostrarles a los otros que ellos eran los que más aguantaban..., bah, absurdas historias vacías de contenido.
He compartido palabras con personas que duplicaban mi edad, llenas de sabiduría e historias que dan vértigo, como hablaban de sus pérdidas, de su caminar diario, y decirlo con una calma y una serenidad que rozaba lo incomprensible. He acariciado manos tersamente arrugadas, frentes con surcos profundos de soledad, corazones rotos de amor, palabras cargadas de tristes recuerdos.
He vivido la despedida más triste, la de un padre y su hijo que decían adiós a una madre a la que la vida decidió llevársela demasiado pronto. Como cogían su mano inerte, como besaban su frente, como buscaban una mirada que le explicara el por qué. Y en un acto de valentía firmaban mantenerla "viva" para regalar a desconocidos lo que ella ya no necesitaba. Mi admiración por siempre.
Dos pacientes, dos mujeres de edad similar, una había perdido a su bebé, la otra se enteraba de su embarazo. Dos sentimientos encontrados en un mismo espacio. Para una un abrazo de consuelo, para la otra un guiño de felicidad. Una dualidad difícil de compartir.
Una mujer maltratada por un desgraciado ignorante, por un animal irracional, por el creerse dueño de vidas ajenas, por demostrar que su puño tiene más poder que su abrazo. Y no podía respirar, me lo decía entre sollozos. Le pregunté: ¿lo vas a denunciar?. "Miedo", fue su respuesta, "tengo miedo". Hablamos un buen rato: "tu miedo alimenta su fuerza y su poder. No se lo permitas, eres libre, vete, te ayudarán a esconderte, podrás empezar de nuevo, no lo necesitas". No sé si lo hizo, si siguió en el mismo mundo no quiero saberlo.
Una madre que enfermó a su hijo durante años, tumores que no existían, historias que no cuadraban, metástasis que no se veían, el adolescente totalmente entregado al delirio de su madre, anulado en una vida irracional. Fue descubierta. Hoy el adolescente es felíz, sano y libre de ideas contranatura.
Era muy joven, siempre venía buscando aire, sus pulmones eran de esparto, no respiraba. Estaba en una lista de espera que no progresó para ella. Demasiado tarde, no tuvo la oportunidad. Descansa pequeña.
Soy enfermera. He vivido experiencias realmente escalofriantes, otras que me han enseñado a replantearme mi vida, situaciones en las que he necesitado la caricia tanto como el paciente, me han contado vidas asombrosas, y otras de desesperanza. He sentido impotencia, me han provocado escalofríos, me han hecho llorar y reír al mismo tiempo, me han emocionado, he aprendido a escuchar en silencio, me he puesto en su lugar...
Soy enfermera y seguiré siéndolo hasta el último segundo de mi vida. He ayudado, me han enseñado y he compartido. Buen día internacional de la enfermería. Buena noche.

lunes, 2 de mayo de 2016

PREADOLESCENCIA Y HORMONAS

Soy madre y reconozco que me gusta la sensación que producen en mí mis dos "pimpollos". Siempre quise ser madre, incluso sin haberme golpeado la cabeza alguna vez me planteé la posibilidad de ser madre de familia numerosa, pero la vida siempre pone a alguien delante en el momento oportuno y te susurra ¿te has vuelto loca?...
Tengo dos hijos, el mayor está en esa época en la que te preguntas mil veces qué ha pasado con la mili, aquella institución donde "los mandabas niños y volvían hechos unos hombres de provecho". Por lo menos las madres librábamos de ese momento traumático cuando las hormonas transforman a aquel querubín en un ángel del infierno. Llegaban vacunados, más altos y hechos una piltrafa, pero ya nos encargábamos nosotras de volver a mal criarlos otra vez. Pues bien, mi hijo mayor está en esa etapa en la que ya "me quita una cabeza", en la que cuando le riño por algo ni me mira a la cara, sólo deja caer los párpados para demostrarme su cansancio maternal, abraza como si te arrojaran un pulpo vivo al pecho, besa con la mejilla, los labios están reservados para engancharlos en los brakets de "su princesa", lleva a cuestas esa tablet llena de dedos con más grasa que un olivar y no hace más que poner en ella esa música reggaetón, que me horroriza y hace que mis tímpanos chirríen. ¿Te importaría mucho bajar el volumen, cariño mío?. Lo sorprendente es que a pesar de llevar auriculares, de esos con amortiguación, deja una oreja fuera y sé que me escucha, pero no hay contestación ni reacción. Juro ante la constitución que no voy a pagarle la cirugía estética de esa oreja así le quede perpendicular a su sien. 
Mi hijo tiene la mala suerte de sufrir de acné, de que su piel se llene de granos que se infectan una y otra vez, a veces acentuados porque ignoran las palabras de sus madres. Los adolescentes deberían tener unos sensores en las puntas de los dedos que le provocaran una descarga eléctrica cada vez que se tocaran los granos delante del espejo del baño, no digo de alta tensión,sería una asesina, pero sí que les provocara un pequeño calambre cada vez que negasen a sus madre la clara evidencia de que están todo el día dándole que te pego al granito en cuestión. También está en esa bonita edad en la que no puedes quedar con él para nada porque SIEMPRE tiene algo más importante que hacer, que si los colegas, que si un partido, que si ahora no puedo... !coño, ya está bien!, que el día que te parí no te dije "ahora espera bonito, que tengo cosas que hacer y no puedo atenderte", me puse a ello y te traje al mundo, a ese mismo mundo en el que te aprietas los granos, escuchas reaggetón con el volumen altísimo y en el que no te pagaré la cirugía estética de la oreja desviada.
Mi hijo pequeño es la parte pensante del dúo. Es tipo ardilla, mezclado con la insensatez de sus doce años, y aderezado con una genialidad que a veces roza lo peligroso. Es muy ocurrente, de hecho el otro día celebramos que le salió su primer pelo en el mentón como el paso de iniciación a su preadolescencia (señor, dame fuerzas), !!!!casi hacemos una fiesta en el parque de las bolas!!!!. Aún no tiene la rebeldía de su momento "pre", así que puedo aprovechar para achucharlo y besarlo antes de que la hormona loca me despoje de su cariño. Me encanta la sensación de compartir baños y duchas con él, a pesar de que acabamos contracturados porque mi pequeño se mete en la bañera y se despliega ...
Nadie puede decir que no he hecho todo lo posible por ellos, hasta me he tirado por montañas rusas con el vértigo que tengo, tanto que hasta me marea mirar la fila de los botones del ascensor, por dios... He comido hamburguesas-cadáveres de esas de marca americana, he ido al museo del Barça a ver las copas de alpaca que tiene que costar un huevo limpiarlas cuando se llenan de esas manchas amarillentas...,  vale, me estoy quejando, pero he ido y no he hiperventilado, no por lo menos en su presencia...
Me he tirado por toboganes de agua quedándome con medio bikini en el intento, pero lo he hecho, eso demuestra mi valor, "por mis hijos lo que sea, hasta topless si es necesario"...
La verdad es que son mis dos mitades, mis dos motivos, mi vida entera, pero tengo que confesar que echo de menos no haber tenido una hija, una mujer en casa que de vez en cuando te dé la razón, te lleve de compras sin convulsionar y que te cubran esa parte femenina que pierdes al doblar miles de calzoncillos que se multiplican en cada lavadora. A veces me tienen hasta las narices con las únicas conversaciones en las que indefectiblemente tiene que haber la palabra "pelota", cuando sólo se celebran los goles por todo lo alto o cuando te dicen que te calles porque no escuchan el ruido de los motores en la carrera de fórmula uno...
Todo lo que siento lo tengo en ellos, su sonrisa, su ilusión, su alegría,... pero coño, podía haber un poco de calma en sus tormentas hormonales, que una ya está cuesta abajo y necesito el tan merecido descanso, aunque sólo sea el día de la madre.
Buena tarde, o noche, o lo que sea esto.

jueves, 21 de abril de 2016

YO NO LLORO

Ya no lloro, a no ser que algo me duela mucho, muchísimo y no en la parte orgánica, sino en esa zona donde se esconden los sentimientos. Y sacar el dolor de esa parte tan íntima, y hacerlo delante de personas desconocidas que te escuchan en silencio asintiendo con la cabeza y mirándote a los ojos cuando ya no eres capaz de tragar más lágrimas, es como desnudarte en un teatro lleno de gente que te observa en silencio. A  veces no queda más remedio que girar la cabeza y perder tu mirada en una ventana con cristal salpicado en lluvia, como si ahí fuera estuviera la solución a tu desesperación, como si de esa forma le dieras a tu oyente una tregua más necesaria para él que para tí. Y te mira, juntando sus manos delante de la boca, quizás para callar lo que piensa, quizás intentando buscar una respuesta al por qué no lo ayudan, o quizás para..., ya ni lo sé.
Ayer conté su historia, su periplo sin fin de una pesadilla ralentizada por la falta de empatía. Allí estaba yo y allí estaba él pidiéndome que continuara, que le contase toda la historia hasta el aún innato final. No tenía prisa, eso me sorprendió ya que acostumbran a poner el punto y final ignorando el agotador tiempo de dolor. Pero no fue así, mantuvo un tono pausado, reconfortante, casi gritando en silencio un "cómo me duele tu dolor". Y son mis lágrimas, pero el dolor es el de mi hijo, yo lo vivo con él, me duele todo mi hijo, todo lo que él significa para mí, todo y cada uno de sus momentos. Ayer por la noche me dijo: "mamá, si no aguanto el dolor más, llévame al hospital, por favor". ¿Hasta dónde le tiene que doler a un niño para que haga tal petición?. Pues hasta el "ya no puedo más", y lo entiendo. La capacidad de resistencia, de contención, de gestión de su dolor es algo que me asombra, me sorprende, me mata...
Sus doce años le convierten en un adulto envejecido a pesar de tener su piel tersa y de abrazarme apretando sus brazos con una fuerza de juventud malherida, con un "saber estar" que suma a su mérito y a su vida,  puntos de mi admiración.
Yo no suelo llorar, pero debo reconocer que el dolor de mi hijo consigue revolver mi interior, consigue sacar de la profundidad la astilla que se me clava y dejarla a ras de piel, llega a la parte más honda del pozo de mis lágrimas y saca todo a la superficie. A mi hijo le duele su dolor, a mí me duele su sufrimiento, la duda, la impotencia, el miedo, el trato injusto, la sospecha y la desidia. Yo no suelo llorar, y seguro que lo volveré a hacer, pero lloraré mientras lucho con y por él, que nadie dude de nuestra fuerza.
 Buena noche, o lo que sea esto.

miércoles, 30 de marzo de 2016

MI DESEO

Hoy es mi cumpleaños, lo pone ahí, en el libro de familia: 30 de marzo. Hoy debería estar felíz, recibiendo felicitaciones, dejándome querer, abriendo regalos, pero no quiero. Estoy triste, así de jodido se ha convertido este cumpleños, no quiero reír, ni escuchar como las redes sociales tintinean, ni brindar por la felicidad. Hoy sólo tengo un deseo, y quiero que se cumpla en mi hijo.Tan solo quiero quitarle el dolor, devolverle la risa, poner sus pies en una vida llena de futuro, acariciar su mano en vez de apretarla para su desahogo. Hoy me gustaría cambiar su dolor por nubes de algodón, mirar sus profundos ojos azules para volver a ver el mar en ellos y no sus lágrimas, le regalaría mi aire, mi fuerza, mi vida. Ojalá pudiera arrimar mis manos y atrapar entre mis dedos todo lo que le inquieta, todo lo que le roba el sueño, todo lo que le duele. Cuantas veces he deseado en silencio apoderarme de su dolor, liberarlo de su tortura, agarrar esa espina. Hoy es mi cumpleaños, eso dice el libro de familia, y no quiero nada, sólo su calma y su paz. Hoy es mi cumpleaños, duérmete ya mi niño. Ojalá mi sueño se cumpla. Buena noche.

miércoles, 16 de marzo de 2016

A UN AÑO

Hoy podría ser un día triste, sin embargo le prometí aquella tarde en la que nos comimos todo el chocolate existente sobre la tierra, que no lo recordaría con pena. Me levanté temprano, tan pronto que el amanecer aún no había aparecido en el día. Allá a lo lejos las nubes dibujaban junto con la claridad un horizonte tendente que pretendía ser bello. Miré hacia la cafetera, esa generadora de vida que hace que me recomponga de sueños escasos, de miedos de noche, de impotencia de día anteriores. Ya con el café calentando en extremo mis manos, vi amanecer. Cualquier otro día hubiese corrido hacia mi teléfono para hacer varias fotos de esa luz mágica, sin embargo hoy la miré con calma mientras daba sorbos al café ardiente y me dije :" hoy, mi querido amigo, es para ti". Sentada frente a la ventana esperé hasta que el sol me cegó casi por completo, se presentaba un día duro de recuerdos. Con él vi la magia de las algas fluorescentes que bañaban la orilla una noche de verano en la playa de la Lanzada, canté mis primeras canciones mientras él manejaba la mesa de mezclas, me acompañó en mis momentos más tristes...
Después de comer, cerré la puerta de casa porque tenía algo que hacer. Me fuí hacia aquel sitio frío, lleno de despedidas eternas, silencioso, con unas cuantas almas en pena mirando las lápidas de sus seres perdidos, como si de un cuadro difícil de entender se tratara. Caminé por los pasillos mirando hacia el suelo, con ese andar lento pero sabiendo hacia donde debía dirigirme, y allí estaba el lugar donde los creyentes creen que descansa el alma de los suyos, si no, porque se sientan en frente rezando a las frías lápidas?. Pues bien, llevaba en la mano aquella rosa roja de la que tantas veces habíamos hablado. No tiene una lápida con su nombre, no, demasiado caro grabar su nombre en la lápida de la familia, mejor una chapita metálica que reza su nombre y la fecha que la vida decidió hacerlo dormir para siempre. Me agaché y toque aquella placa, más bien la acaricié y le dije:" hola amigo, te he traído la rosa de la que habíamos hablado". Allí la apoyé, al lado de su nombre y de aquella maldita fecha. No recé, no soy religiosa, pero si le dije: "te echaba de menos. Te quiero". Me fuí de allí acelerando el paso para escaparme de las mirados curiosas. Me paré, recordé algo que me había dicho unos días antes de dejarse ir, sonreí y seguí mi camino.
El me prohibió estar triste, y así lo cumplí. Tú tienes tu rosa y yo a tí para siempre jamás. Te quiero mucho mi niño. Descansa tu sueño en paz amigo. Buena noche.

domingo, 31 de enero de 2016

UNA DE MEDICOS

Los dioses de bata blanca me ponen enferma. Ya sé que es una contradicción, una antítesis, pero explicaré por qué lo digo.  Llevo un par de meses cuidando de mi hijo enfermo, que entra y sale de los hospitales sin encontrar una solución a su problema de salud. ¿Y cuál es el por qué?. Ufffff, a ver como lo cuento sin crear un problema entre sanitarios.
Existen varios tipos de profesionales médicos. Los médicos son como una bolsa de caramelos de distintos sabor: los hay que disfrutan con su trabajo, los empáticos, los clínicos, los de mirada caída al suelo, los de las manos en los bolsillo de la bata, los paseantes de fonendo, los ovejeros, los extras, los raros y por último los inútiles dioses de bata blanca.
Los "médicos que básicamente son tipo" son esos galenos que creen ser "alguien importante" por el hecho de haber estudiado en sus años mozos, seguramente mientras sus madre les preparaban un caldo de gallina  los fines de semana y se encargaban de recordarle a gritos a todas las vecinas del bloque que "mi pequeño estudia para médico" en la prestigiosa (y única, sea dicho de paso) universidad de Santiago de Compostela.
Los "médicos que disfrutan", son aquellos que te pueden hacer una consulta en el pasillo de un servicio en treinta segundos y dejarte convencida de que su diagnóstico es lo más acertado que existe en la vida. A estos los adoro.
Los "empáticos" son los que me maravillan, los se cruzan buscando tu mirada, te responden con una sonrisa, y si detectan en tí el menor atisbo de tristeza, no tendrán problema en pararse contigo, acariciar tu brazo actuando de toma de tierra para descargar tu pena. Los adoro.
Los "clínicos" se dedican a recoger el máximo de informacion del proceso, asépticos en sentimientos, encorbatados, respetables y respetados, los más seguros, los más eficaces y a los que recomendarías siempre.
Los "de mirada al suelo", tímidos enfermizos, posibles víctimas de los familiares más agresivos, a los que casi apetece abrazar y decirle al oído "ya está, hala, ya pasó", ahora vete al baño y sécate las lágrimas. Todo está bien. 
Los "paseantes de fonendo" son los que realizan grandes caminatas a través de los pasillos del hospital y los que cada vez que se cruzan con un humano, realizan un gesto muy caracteristico:  estiran el cuello hacia delante hasta extremos insospechados a la vez que encajan su fonendo de marca clásica en la hendidura ya hecha en su cuello. Y así caminan hasta llegar al próximo humano para repetir su oxidado gesto.
Los "de mano en el bolsillo de la bata" son los típicos, los que jamás intercambiarían un saludo con los pacientes, jamás dan la mano, su preciado tesoro, esas manos que revuelve entre las pelotillas de los hilos del bolsillo de su almidonada bata. Estos me dan grima.
Los "ovejeros", esos pobres futuros médicos que se dedican a perseguir a su adjunto, siempre detrás, dando pequeños saltitos borregueros silentes para no molestar a su admirada "fuente de sabiduría", el cuál generalmente suele ser "uno de mano en bolsillo de la bata".
Los "extras" son aquellos médicos que están desubicados, no tienen lider, pero cuando se topan con otro grupo de batas blancas se entretejen entre ellos de forma disimulada para no ser descubiertos por sus pacientes y sentirse protegidos.
Y por fin, los inútiles dioses de bata blanca, mis preferidos, a los que dedico este blog. Estos días he tenido la oportunidad de conocer a un par de estos especímenes, y a los que a día de hoy "sigo sufriendo". Se hacen llamar doctores, cuando la gran mayoria son Licenciados por carecer del doctorado que le daría dicho título. No les gustan los tuteos, me refiero a los respetuosos, a los que facilitan una información sin clasismos ni diferencias humanas. Tengo que decirlo, me revienta la creencia por parte de estos licenciados que levitan un centímetro por encima del suelo con la falsa creencia de que sus pacientes y los que los rodean están un escalón por debajo del suelo que ellos pisan.La prepotencia, la falsa creencia de  su sapiencia hace que crean poseer la verdad absoluta y esto los convierte en los mayores estafadores de la historia de la medicina, ya que su falsa apariencia no corresponde con su sapiencia, de ahí ese afán por demostrar sus diferencias humanas.
Inútiles dioses de bata blanca, esos a los que me apetecería bajarles los pantalones y darles unos cachetes por prepotentes y ridículos. Si por mi fuera, los humillaría, y cierto que ello es fácil, no suelen ser inteligentes, repiten frases y ejemplos sistematicamente, siempre los mismos y cuando los desvías un poco del tema, te das cuenta de la pérdida de orientación que sufren, no saben defender sus convicciones, no saben volver a sus rancios razonamientos y es cuando, rápidamente se ponen en pie y te dirán que van a atender una urgencia. Mentira, es la huída del cobarde.
Por desgracia sufro a un par de elementos de estos en la asistencia de mi hijo, cosa que me enfada y desespera, ya que se dedican a apoyarse en la misma idea peregrina para justificar cualquier diagnóstico por el simple hecho de no saber solucionar el caso concreto. Dios nos coja confesados caer en sus manos, diría mi abuela, porque como "metan la pata" con el diagnóstico de mi hijo, me encargaré personalmente de que con  sus batas blancas hagan trapitos para limpiar los cristales en su casa por siempre jamás. Lo juro. Buena noche. Y buena suerte hijo.

sábado, 23 de enero de 2016

UNA PESADILLA REAL

He pensado cómo lo haría, sin ofensas, sin palabras mal sonantes, sin acritud...
Ante todo decir que soy enfermera vocacional, eso significa que me gusta mi trabajo, cuidar de personas que están pasando un mal momento e intentar acompañarlas en su proceso. Dicho esto, mi historia-pesadilla comienza así:
Hace un mes y medio mi hijo pequeño comenzó con un dolor que le limitaba su vida, su descanso, su normalidad. Después de peregrinar por hospitales buscando un diagnóstico, un tratamiento, buscando profesionales con ganas de ayudar, sólo encontramos a desmotivados que trataron a mi pequeño como si estuviese simulado su dolor para conseguir algún tipo de beneficio como no tener que ir al cole, querer mimos, vamos, básicamente dejarse acribillar sus pequeños brazos tener problemas con una supuesta novia...
Nadie llegaba a verlo con la ternura que transmite un niño de doce años que está sufriendo uno de los peores dolores existentes. Después de múltiples asistencias, ante la persistencia del cuadro clínico durante semanas, acabamos "mendigando ayuda" para el alivio de su tortura en un moderno hospital de Vigo. Allí llegamos con la esperanza de que alguien lo ayudaría, le prometí que habíamos llegado por fin al centro dónde descubrirían la causa, que verían que estaba sufriendo mucho y que se pondrían manos a la obra. Tuvimos la falsa sensación de que ya habíamos llegado al final de un peregrinaje absurdo que nadie entendía. 
He dejado que mi hijo alivie su dolor apretándome las manos, tomando antinflamatorios sin que él lo supiera para que tuviera disponible en ese "apretón de manos" el alivio que no conseguía con sus inútiles y desganadas asistencias. En algunos momentos reconozco haber tocado fondo, muy a mi pesar y le he dicho en alto en múltiples ocasiones "ojalá yo pudiera quitarte el dolor, ojalá que me doliera a mí y no a tí". He tenido que escuchar de boca de mi hijo "mamá no, no quiero que te duela a tí, prefiero tener yo el dolor, prefiero que tú me cuides".
He llorado de impotencia, de miedo, de desesperación, de angustia, de la tristeza que sentía con cada crisis de dolor que sufría mi hijo. Muchas veces me ha preguntaba "¿mamá, me estoy muriendo?, ¿ésto me pasa porque fui malo?, ¿por qué no creen este dolor?...
Y yo no tenía respuestas logicas para sus preguntas, no tenía palabras para responderle, sólo abrazos impotentes y cargados de rabia, mucha rabia ...
No puedo explicar con palabras lo que me dolía por dentro todo, la desesperación que sentía al no poder ayudarlo, las promesas incumplidas de "éste es el último dolor que tendrás", la sensación que me produjeron de  acuchillarme mientras les pedía ayuda, sin importarles lo más mínimo la angustia que me superaba cada vez más. 
Mendigué asistencia para mi hijo en este moderno hospital, creí que lo ayudarían, que le pondrían un nombre a su enfermedad y saldríamos de allí con un tratamiento que haría que mi hijo volviera a tener una vida normal. Pero no, estaba completamente equivocada, allí tampoco sería dónde encontraría el alivio. Mi esperanzada era un sueño y metí a mi hijo en una auténtica ratonera, y lo peor de todo era que sentía que había fallado a mi hijo otra vez, que mi promesa se había convertido nuevamente en humo. 
Ingresó en el servicio de Pediatría, allí dónde esperas que lo recibieran como lo que era, un niño asustado, con un dolor insoportable que no ha buscado ni merecido, buscando en aquel servicio la respuesta a lo que estaba ocurriendo, esperando encontrar a personas que lo ayudaran, qué ilusa fui. 
No fué así, desde el primer día lo trataron como un farsante porque no gritaba, porque no adoptaba la posición corporal que ellos creían que debía poner, porque su dolor lo intentaba controlar con la respiración, porque era un niño resignado, porque su sonrisa entre dolor y dolor no era valorada como la sonrisa limpia de un niño, allí lo interpretaron como un mentiroso que se retorcía porque su madre estaba absolutamente ciega y no veía la ganancia que su hijo conseguía fingiendo eso dolor inexistente. 
Yo conozco a mi hijo, lo he llevado dentro, lo he parido y convivo día a día con él, sé cuando está felíz y cuando está mal, y juro por mi vida que jamás lo había visto así . Pués bien, en aquel servicio tanto mi hijo como yo tuvimos que demostrar a unos incrédulos  "profesionales" con una interconsulta que yo misma solicité que mi hijo no mentía y que su dolor era real, tan real que no me explico como no se volvió loco. Y así quedó demostrado en aquel informe que mi hijo no mentía, ni manipulaba, que "a mí hijo le dolía su dolor", que todo aquel tormento era real.
Ese dolor de mi hijo comenzaba de forma aguda en cualquier momento y cedía en unos minutos de forma brusca, en esos momentos de calma, mi hijo disfrutaba de su "no dolor" como lo haría cualquier niño de su edad, con una sonrisa de calma, jugando con mis dedos o abrazándome mientras me decía "ya está mamá, ya pasó, que no vuelva más". 
Una de esos días de ingreso, caminábamos los dos por delante del control de enfermería, dónde había personal sentado t delante de los ordenadores, cuándo de pronto comenzó el dolor agudo. Se abrazó a mí, se retorcía de pie, yo intentaba agarrarlo para que no se cayera, le decía que pronto pasaría mientras tragaba lágrimas de bilis mirando hacia el control. Nadie, NADIE se levantó a ayudarnos, simplemente observaban la situación desde el otro lado del mostrador, parecía maldito toril. Yo las miraba mientras mi hijo se encogía de dolor, les pedía ayuda con la mirada, pensaba "por favor ignorarme a mí, a él no, ayudadlo". Ni un movimiento de auxilio, ni un gesto de empatía, ni una palabra de ayuda, sólo miradas juzgando a una madre y a un hijo que se derrumban al mismo tiempo con un dolor  incomprensible...
Alguien se acercó a nosotros, se presentó como Tere, enfermera de nutrición y abrazó a mi hijo preguntándonos qué le ocurría, animándole con voz suave a llegar hasta la habitación y diciéndole que pronto pasaría, que lo ayudaría, que lo aliviaría. Se me llenaron  los ojos de lágrimas, le di las gracias, por fín alguien "nos veía", después de un mes siendo invisibles. Me giré hacia el control, las miré a cada una de ellas y tragué las lágrimas que ellas deseaban ver como señal de debilidad. Jamás me han visto llorar, no les di el gusto de ver mi debilidad. No volví a mirar hacia el control, ni a sonreír, ni a dar las gracias, ni a respirar cuando me cruzaba con las que supuestamente erancompañeras de profesión. Estuvimos sobreviviendo en un ambiente hostil, y así continué incluso después de que aquel informe confirmara el dolor real de mi hijo. He maldecido mi profesión por momentos, me he sentido abandonada por mi propio gremio, nos han juzgado injustamente, han "disfrutado" del control al que nos sometían día a día, y no lo supongo, lo sé porque además de sentirlo, sé lo redactado por esas mentes enfermas en la historia clínica de mi pequeño, cada palabra escrita en su contra, cada frase con la que se han atrevido a juzgarnos sin molestarse en ningún momento en pensar el daño que estaban sumando a una desesperación absoluta. 
No perdono, no olvido, jamás lo haré porque lo han hecho por no tener un criterio propio, por no darle a mi hijo una posibilidad de credibilidad, hicieron daño prolongado en el tiempo, sin el más mínimo signo de bondad ni empatía hacia un niño que estaba sufriendo, y por supuesto, sin justificación alguna a una actitud de desprecio absoluto.
Dos personas, una auxiliar y un pediatra me sirvieron de válvula de escape al destrozo emocional, implicándose a espaldas de sus compañeros, lo sé, eso es media valentía. Sólo ellos le hablaban y le hacían reír, yo los miraba desde el sillón emocionada y agradecida. Dr. Ruiz y Duly, gracias por ser personas y tener un criterio propio. A los demás, aún habiendo pasado una de las peores experiencias de mí vida, os deseo que nunca os cruceis a profesionales como vosotros sois, que no os encontréis nunca en la misma situación, que vuestros hijos crezcan sanos y protegidos, que nunca sintáis el desgate físico y psicológico que habéis provocado en mi familia, sin sentido y sin merecerlo. Sabed que, aún habiendo tratado a mi hijo con una indiferencia injusta y cruel, siguiéndole el juego a un par de pediatras desalmados e ignorantes, sí ignorantes, cumpliendo órdenes que carecían de la más mínima humanidad, sin querer ver el daño que estabais provocando a un niño, sirviendo a las hienas con sus falsas teorías, si en algún momento ingresarais vosotras o algún familiar en mi servicio, os trataría con absoluta corrección, con la empatía y el respeto que me merece cualquier paciente, jamás repetiría lo que vosotros habéis hecho con mi hijo y el resto de su familia.
No pienso callar la experiencia, sirva para que cada uno se reconozca en mis palabras y animo a que todo paciente que sufra una situación similar por parte del personal encargado de vuestros cuidados, por justicia y por el bien de vuestras familias, los denunciéis. Buena noche.