lunes, 26 de octubre de 2015

MUJERES

Se sentó de forma neviosa frente a mí. Su respiración estaba entrecortada por un llanto ansioso, de esos en los que no hay lágrimas, no por falta de ganas, sinó porque ya ha llorado tanto en los últimos años que ya no hay más lágrimas que derramar. Sus manos nerviosas apretaban un pañuelo de papel que se rompía en pedazos mientras me contaba su historia. La dejé hablar, levanté las manos del teclado, apoyé mis brazos en la mesa y agarré su mano mientras ella me relataba su historia. Sus ojos eran terriblemente tristes, mordía su labio inferior como intentando sacar las palabras de su boca, aquellas que le estaban doliendo tanto pronunciar, su cabello despeinado por una ausencia total de preocupación por si misma...
Seguía relatando su historia, se movía en la silla como si ya no hubiera una postura cómoda y relajada en su vida, su ropa poco arreglada, agarrando el cuello de la camisa como queriendo evitar provocar deseos equivocados. La interrumpí, le dí mi opinión, " ... la cuestión es que o lo haces tú, o le das toda la fuerza a él ... ". Por un momento dejó de moverse, me miró con aquellos ojos almendrados tristes y me dijo, " yo, gano yo". Me alegró su respuesta. No sé hasta dónde llegará su valentía, pero aquella tarde las dos nos sentimos un poco mejor.

Ella no era capaz de hablar sin que sus ojos se nublaran con un mar de lágrimas que tragaba sin descanso,a veces tan a punto de ahogarla, otras tan cerca de derramarse...
Escuchaba como le contaban otras experiencias, como se ponían en su lugar, como todo el mundo opinaba de un tema que era solo suyo. A veces la veías perdida, mirando a lo lejos, mucho más lejos de aquella pared, con sus manos metidas en sus bolsillos dónde siempre llevaba algo para entretener sus manos, con su labio inferior mordido una y otra vez, ya como una costumbre al hablar de su vida, como su sello de identidad.
Siempre tenía una mueca en su cara que hacía que se le marcara aquel hoyuelo en su mejilla, era su marca de identidad, sólo ella lucía aquel hoyuelo con tanto significado. No era su mes, ni su día, ni su momento, ni su ..., no era un tiempo bonito, ni agradable, ni tampoco tenía muchas ganas de luchar, se dejaba deslizar por una vida sin motivos que la hicieran frenar y reflexionar.
Prometió un día, un ayer o un hoy, que sus ojos no volverían a nublarse. Se lo deseo. Ojalá. Buena noche.




viernes, 16 de octubre de 2015

MIL PALABRAS

Mil palabras en la mente, las que me acompañan. Palabras que acarician y arañan en un mismo día, que consuelan y hieren en aquella maldita frase, las que curan y enferman en un mismo momento. Las que prometen y apartan en la misma conversación, las que aman y odian de la misma forma. Palabras que abrigan y desnudan los cuerpos deseados, las que provocaron una sonrisa y un llanto aquella tarde. Las que hablaban de futuro quedándose en el pasado, las que provocaron un sueño innecesario para convertirlo en una pesadilla. Las que esperanzan rompiendo la piel en cada deseo, las que se acompañan de miedo por no querer olvidar el ayer ni el mañana, las palabras que prometian verdades a medias, las que no acaban de decir todo lo cierto, las que adivinaban los deseos que nunca eran. Las que le invitaban a entrar en una vida que no era la suya, las que murmuraba mientras acariciaba aquellas manos que siempre se escondían, las que le hacían cerrar los ojos mientras le susurraba al oído. Las del último aliento, las del  adiós, las del no me dejes nunca, las del me tengo que ir, las del final. Aquellas que le hicieron volver a creer en algo que creía olvidado, perdido, aquello a lo que pensaba que ya no tenía derecho, aquellas que retumbaban en sus oídos todas las noches, las que le decían que se dejara llevar, que confiara, que se acurrucara allí, en su rincón seguro, las que le acariciaban el cabello mientas los susurros le hacían desvanecerse, las que estaban cargadas de vida, sosiego y dulzura. Las que hieren más que el propio dolor, las palabras mudas acompañadas de silencios eternos, las que hacen temblar hasta los muros más sólidos, las que provocan una lluvia de lágrimas que juran nunca más. Aquella letra de la canción que le hizo creer suya, y que sin embargo ya tenía dueño, la que escuchó una y otra vez intentando encontrarse entre aquellas cuerdas, la que le hizo soñar un día una media verdad llena de  música y quedó reducida a un sueño fugaz. Palabras que construyeron aquella historia de la que ahora vive cada día, de su sueño mágico del que no debería nunca despertar. Mil palabras que eran sólo suyas. Buena noche.

viernes, 9 de octubre de 2015

ESTA MAÑANA

Me apasionan los desayunos de café solo con tostadas de pan fresco y amaneceres en los que la luz provoca en mi mente un revoltijo de sensaciones. Hoy, un día de esos. Fué una noche en las que te duele el cuerpo de dar vueltas, tan frecuentes ultimamente, tan hechas ya a mi cuerpo. Descanso, poco. Dolor, el suficiente para recordarme que es lo habitual. Recuerdos, los de siempre, los añoros de mi vida.
Sonó el despertador y volví a girarme pensando: "jooo, un poquito más". Me levanté con esa inestabilidad tan habitual de mi cuerpo, con la imposibilidad de abrir los ojos para diferenciar los marcos de las puertas de amplísimos pasillos, y claro, el porrazo correspondiente que provoca el despertar más cruel. Aún frotando mi frente, camino hasta la habitación de mi hijos y enciendo la luz: "joooooo, maaaaaa". Casi impasible, abro el armario con la esperanza de que la ropa salte a mis brazos, se combine sola... Abro un ojo, es mejor que los rayos sólo dañen uno de los dos, mejor el izquierdo, sí, casi mejor ese...
Visto a mi hijo pequeño de forma inconsciente, él y yo, ninguno de los dos habita aún en este mundo, aún nos quedan unos minutos de inconsciencia. Mi otro hijo está tumbado. Guiñando un ojo para no deslumbrarme, siempre pienso: "por Dios, a vuelto a crecer esta noche, dónde lo voy a meter cuando ya no quepa en la cama, ¿en el armario?. Mañana lo pienso".
Camino hacia la cocina, perfilo un par de marcos de puertas más, suficiente para el despertar más cruel. Preparo sus desayunos mientras ellos siguen tumbados en sus camas. Ya está todo listo: !!!niñossss!!!.
Caminan como en la serie de "walking dead", ellos son jóvenes, ellos evitan los marcos, por los pelos. Encienden la radio, su música, un ritual, su pan tostado el uno, sus galletas el otro, y su tiempo, con calma, lo necesitan. Comienzan las prisas, el desayuno siempre se prolonga una canción más, una cadena de bostezos interminables, un " estoy deseando que llegue el viernes"...
Dientes, mochilas, cazadoras, besos y camino de la última jornada de esta semana.
Ahora es mi momento. Preparo las tostadas, un preciado café solo y mi amanecer. Una rutina de la que no puedo precindir cada mañana. Como si ello me diera vida. Me la da, no tengo duda.
Y ciclicamente la cabeza empieza a ordenar mis tareas de hoy: acabar de ver el amanecer, echar de menos, oler la colonia de mi infancia, pararme frente a mi pared de los recuerdos, prometerme ser felíz, dejarme querer, reír a carcajadas con mis dos motivos, desear que todo vaya bien... y acordarme de proteger los marcos de las puertas, también.
Acaba de amanecer, así que hoy y sólo por hoy, buen día.