lunes, 16 de noviembre de 2020

PENSAMIENTOS CONSENTIDOS

 Hoy me he levantado con la sensación de no ser creyente y le he dado gracias a Dios.

Mientras bebía de la copa de vino, miré a los ojos de cada una de ellas. Me preguntaron como estaba, no muy bien les dije, pero sin llegar a pronunciar el final de las palabras, prefería susurrarles.

 Me cuidaron y me hicieron creer que estaba viva. Hacía mucho tiempo que no me sentía así, verdaderamente intensa. Y cuando esto acabe, llevadme al mar, dónde quiero descansar.

Siempre creo que mis amigas son el ibuprofeno de mis peores dolores. Así las siento y así las quiero.

Me echó 38 años, bendita inocencia, tras unas gafas de sol y una mascarilla que ocultaba tristeza. Me di cuenta que había confinado el miedo tras la mirada. Lo había conseguido.

Hay personas en mi vida que son como piezas de un puzzle, si pierdo a una de ellas, no podré cerrar mi ciclo.

Necesito a mi hermana en mis intentos, su mirada asustada me da fuerza, Tengo que luchar por vivir para poder curarla.

No tengo tiempo para perder ni para esperar, Puedes hacer lo que quieras con el tuyo, pero no tienes derecho a desperdiciar el mío. Valiente vida la tuya, diablo.

Quizás tu mañana sea mi hoy. Soy ahora, aquí y en este momento.

Alguien que no me conoce me dijo: " yo sí te quiero". No sé como ha podido regalarme un sentimiento así, tan todo. Ha sido como una caricia inesperada. Me ha hecho creer que quizás es necesario aprender a sentir de nuevo. Y tú también.

Puedo seguir caminando, quizás tropiece con piedras inesperadas y no merecidas, quizás tuerza mis tobillos y sienta dolor. Puedo mirar hacia atrás y pararme, o seguir caminando hacia nuevos momentos, prefiero pensar que caminaré hacia lugares buenos, o quizás menos malos. Me llega, es motivo suficiente para no dejar de intentarlo.

Os quiero a todos los que no me dejáis sola, a los que sabéis en que parte del camino pierdo el equilibrio, a los que os he hecho creer que no os veo de reojo mientas vigiláis mis pasos, mi sonrisa, mi mirada, mis manos, mi vida... Y sin saberlo, era yo quién os cuidaba.

Sí, claro que tengo miedo, me falta una arteria y el apéndice, no el cerebro.

Y allá, cerca del reloj de madera, tenía un mar metido en un bote. Realmente siempre lo tenía cerca, sin acantilado, pero en cada rincón de mi casa.

... y no me eches tanto de menos, estuve siempre ahí. No quiero encontrarte cuando te busque. No te lo mereces...

Me muero por contarte que todo saldrá bien. Te quiero, te lo juro, por eso te lo digo mientras me alejo para no volver. Nunca.

Siempre quise explicarte que las mujeres dirigimos muchas cosas, pero para eso tendrías que imaginarlas, y la verdad, no te imagino...

¿Y yo qué gano con eso?. No te puedo contestar, quizás no ganes nada, o quizás sí, todo depende del tiempo que tardes en darte cuenta de todo lo que perdiste aquel día...

Echo de menos perder el control, reírme hasta llorar, caminar descalza, bailar en otoño. Quizás no es eso, o quizás no deba decírtelo.

Quiero que la emoción forme parte de mi vida, aunque trague mares de lágrimas, no llegaré nunca a ahogarme. Y si en algún momento te lo parece, no te asustes, sé nadar en mares que no podrías imaginar jamás.

Que lo único que nos tumbe a los dos sea el amor o la muerte.

A ver si me entiendes: no tienes que hacerlo por mí, tienes que hacerlo conmigo.




martes, 25 de agosto de 2020

SU VIDA I

Ella nació al final del invierno, cuando el sol calentaba en el momento en el que se le antojaba, en una ciudad donde lo más grande que se podía encontrar era su nombre. Ella diría que tuvo una infancia extraña, con abuelos lejanos y breves, pero con muchos hermanos con los que "luchaba" cada día por intentar defender su sagrado territorio en aquel "fuerte apache" en el que se había convertido su casa. Sus padres eran cada uno de su madre, mamá jovial, simpática, con ese atractivo que se reparte entre lo físico y lo psicológico, casi intrigante. Su padre sombrío, sin electricidad suficiente para que aquella relación tuviera chispa, ni la triste luz de una luciérnaga. Aún no entiendo por qué no salió huyendo.
Su adolescencia fue una verdadera revolución: su forma de vestir era lo contrario de lo que le aconsejaba su madre, quizás quisiera expresar con ello que no estaba de acuerdo con las normas filiares de la época, o quizás no, sólo quisiera hacerse escuchar en un casa dónde no dejaban de gritar niños de todas las edades. Su lenguaje era entre educado y totalmente desbocado, combinándolo de tal forma que su madre aceptaba aquellas palabras malsonantes que soltaba en la revolución hormonal. Era estudiosa, pero rebelde para el latín, la historia, el gallego,.., su interés se centraba en el arte, en el dibujo, en la escritura. Tenía una vieja máquina de escribir de marca Olivetti, verde musgo, con alguna tecla ladeada por su primer propietario. Le gustaba meterse en el dormitorio y escribir sobre amores, tristezas, amigos,..., pero sobre todo, escribía sobre cómo era y cómo se sentía, tantas veces incomprendida, así se sentía ella. Sus padres la creían indomable, más ellos no sabían que estaba envuelta en una dura coraza que escondía mucha inseguridad. A veces, cuando sus padres salían por la noche, se sentaba en el balcón con su cajetilla de cigarros Lola y fumaba uno tras otro hasta que veía aparecer su coche por la fuente del final de la calle. Entonces, corría al baño, se lavaba los dientes con prontitud y saltaba a la cama para hacerse la dormida en cuanto su madre asomara la cabeza por la puerta de la habitación para comprobar que todo estaba en orden. En ese momento, ella pensaba: "ya estamos todos, ya es hora de dormir". Los años fueron pasando y le llegó el momento de decidir que iba a estudiar, que quería ser en la vida, qué profesión ingresaría unas perrillas en su anémica cartilla donde sólo reposaban unas cuantas pesetas ganadas en un bar de verano. Y eligió una de esas carreras dónde había plazas porque era literalmente "lo más aburrido que había estudiado en su vida". Lo único divertido que le pasó en aquella facultad, fue una sesión de hipnotismo en una clase donde todos "flipaban" y ella los miraba con cara de "estáis para encerraros y tirar la llave". También tuvo novietes en esta época de libertad estudiantil, algunos aburridos como viejas de misa, y otros, concretamente uno de ellos lo definió siempre como "el error más bonito y la persona con la que le gustaría volver a bañarse desnuda en una fría tarde de invierno". Conste que estaba como una cabra, pero ellos tenían una bonita locura compartida. Creo que si existe el gran amor en la vida de alguien, él lo fue para ella. Pero ella metió la pata, y a pesar de ser sincera, él la despidió un día de lluvia. Sé que ella aún lo añora y lo hará hasta que su vida se apague, hasta que pase el "hasta aquí he llegado".
Y entonces la vida le dio un hachazo, y uno de sus hermanos, aquel con el que tenía más conexión, se fue para no volver más. Podría deciros que ella no volvió a ser la misma jamás, que en esa familia nada volvió a ser como antes. Era como si les hubieran echado una ácido por encima y que cada uno de ellos se lo hubiera quitado como buenamente pudo, Pero ella no llegó nunca a limpiárselo del todo, de hecho, aún guarda en una caja la pulsera con el indalo que llevaba puesto su hermano el domingo que se marchó, y me consta que a veces tiene la necesidad de asomarse a esa caja y tocarlo, como si aquel trozo de metal aún retuviera algo de él.
Y la vida siguió porque tenía que ser así, y abandonó sus estudios para tomarse un año sabático, en el que se pasó todo el tiempo lidiando con el dolor de estómago y la tristeza. Hasta que un día decidió estudiar, estudiar y seguir estudiando hasta convertirse en lo que ella quería ser y nunca había sospechado.
Y no lo hizo sola, encontró una amiga y se adoptaron mutuamente, así de loca fue la vida. Fueron amigas, hermanas, confidentes, viajaron, soñaron, imaginaron; hasta un maldito día en el que un túnel no la dejó salir y allí se quedó, fría, mojada e inmóvil. Ella había perdido a su madre el mismo día del mismo mes dos años antes, era como si el destino quisiera reírse en sus narices constantemente. Recuerdo que la lloró durante mucho tiempo, me consta que nunca la olvidó, sé que cada año se reúne con su familia, que es lo único que le queda de ella. Bueno, miento, sé que guarda una cadena suya con unos colgantes, un anillo y unos pendientes en una caja de terciopelo azul. Sé que cuando la echa de menos se asoma a su tesoro y lo acaricia. Sé que muchas veces vive de recuerdos...
Pero también fue felíz, me consta, y se casó con un buen tipo y tuvo dos hermosos hijos. Pero eso os lo contaré en la siguiente entrada, los recuerdos abruman. Buena noche.

martes, 21 de julio de 2020

CHAPA Y TINTURA

No suelo recordar las fechas de los cumpleaños, de los santos, ni de los aniversarios..., y no porque no dé valor a esas fechas, sino porque creo que esa parte de mi amígdala cerebral se ha atrofiado cuando he cumplido los cincuenta. Yo le llamo el Síndrome del aguacate. Cada vez que voy a la sección de verduras del supermercado no puedo evitar pararme delante de la caja de aguacates, y pensar que yo soy uno de esos frutos exóticos, pero no de los verdes insulsos, de los otros, de esos de color marroncito, con su piel sensualmente arrugada, de esos que se recogen con mimo y que introduces delicadamente en la bolsa como si de un tesoro se tratara. !!!Dios le libre a la cajera de golpearlos al pasarlos por el rodillo de la indiferencia de su caja!!!. Y llegas a casa y los sacas de la bolsa para dale un baño casi sagrado bajo el grifo, los secas con tu paño de cocina preferido, el suave, el mejor, el elegido. Lo posas sobre la blanquecina tabla, coges tu mejor cuchillo, ese infalible, el que corta con una precisión milimétrica y pasa lo inesperado !!!aaaaggggg, está pasadoooooo!!!!!
Pues así nos sentimos a veces las mujeres mayores de 50 años, que no estamos para una ensalada pero !!JA!!, hacemos un guacamole tan estupendo que ningún aguacate verde de piel lisa es capaz de hacer ni echándole gracia al asunto.
Hablo muchas veces con mis amigas, todas ellas de edad similar, hablamos del paso del tiempo, de la puñetera cadera que no para de doler, que con las gafas de sol puestas no oímos bien, que mientras le doy un trago a cervecita me sube una pompa de gas por el esófago que me corta la voz o me hace pensar que estoy sufriendo un infarto patético , que lo de los acúmulos de grasa en ciertas partes del cuerpo son jodidos porque para rematarla le llaman monte, como si no pudieran ponerle el nombre de valle o llanura, no, tuvo que ser monte, y esto hace que divague si se ajusta a la ley de limpieza de fincas cercanas a las viviendas...Va a ser mejor que no siga la conversación por estos derroteros...
Tengo 53 años, con un exterior bastante decente, con una labia heredada de madre que me ayuda a vivir la vida con un gran optimismo, a pesar de sufrir el Síndrome del aguacate y de no poder hacer un guacamole perfecto en este momento. Lucho lo que no podéis imaginar, gasto mi interior en ganar fuerza, y si no puedo ser aguacate, !!!!pues que la vida me haga melón!!!!. Con Jamón. JA. Buena noche.

viernes, 3 de julio de 2020

MUJERCITAS

Soy mujer en su completo significado. Feminista,no. Sumisa, tampoco.  Defiendo mi sexo, mi género, mi identidad, mis posibilidades y mi fuerza de mujer, pero reconozco que hace unos años no era nada agradecido hacerlo. Nacemos de igual forma que el varón, eso ponía en los libros de biología de la excelsa EGB, crecías con una orientación marcada a fuego por las santas madres de los colegios de la Inquisición (llamaba así a mi colegio de monjas), tan extendidos en mi época infantil, en dónde a base de  golpe de dedal en la cabeza te inoculaban la tendencia hacia las labores del hogar. Ni que hablar del punto de cruz en los pañitos de vichy para el ajuar de tu inmaculada boda. !!!Que rico café podrías servirle a tu marido en el bonito mantel cosido con tus propias manos, mientras clavabas las uñas en el requemado de la olla del manjar que acaba de devorar el señor!!!!. Los hermanos varones no participaban como tú, la cocina era el sitio sagrado de la mujer, estaba terminantemente prohibido que el género masculino entrara en el recinto dedicado a fritura, con el eterno olor a aceite requemado imposible de eliminar ni bañándote en agua bendita. Como mujer estudiabas, parecido a  ellos pero diferente, porque las exigencias eran muy distintas. Ellos eran más de estudiar, pero con sus juergas justificadas, sus partidas de mus con los compañeros del piso de estudiantes, casi obligados por varón a llevar el pitillo de lado en la comisura sin que el pelo les oliera a tabaco, ni a fritura claro. En cambio si la mujer fumaba, la madre se encargaba de fruncir el ceño y susurrarle al oído : "apestas a tabaco, eres una señorita y eso no está bien visto". 
Ya llegada la adolescencia te torturabas con esas depilaciones que nunca terminaban: que si a la playa, las ingles; que si el vestido palabra de honor, las axilas; que si aquella peligrosa minifalda, los muslos (de pollo, me decía mi hermano cuando quería ser insolente); que si el bigote, que si las cejas, que si la madre que parió a los folículos pilosos. 
Cuando acababas la carrera, te dedicabas a mandar curriculums vitae hasta a la luna, eso sí, con foto de cuerpo entero, que eso es muy importante a la hora de montar hamburguesas en el McDonalds. Y un día te enamoras de aquel chico que te hace reír, y os hacéis novios, y renovios y requetenovios,  aunque no podréis iros a vivir juntos ni casaros porque el sueldo de montar hamburguesas no da para tanto. Eso sí, continúas con una ilusión ilusoria pensando, ya llegará el trabajo de tu vida, antes o después conseguirás dejar de oler a hamburguesa y trabajarás para lo que te has preparado durante tanto tiempo. Opositarás, conseguirás tu plaza y te plantearás tener hijos. Y aquí es dónde la vida da un giro de 360 grados, y te da el mareo infinito.
Miras hacia atrás y te estremeces: naces mujer, de cabeza al colegio de monjas, mantelito de vichy de los cojones, te casas con un marido manco (no le crecen las manos hasta el primer grito, claro), pelo despeinado oliendo a refrito durante años, depilar lo que la naturaleza (que es muy sabia) ha puesto en nuestros cuerpos porque al del sillón le rasca, le pica, le j... (cojo aire), estudias, opositas, curriculeas durante años, fríes hamburguesas, odias las hamburguesas, tienes hijos, trabajas, los crías, limpias la casa primorosamente, cuidas del ficus, cumples los 50 sin que nadie se entere de que tienes vida propia, explotas, haces la maleta y piensas:
!!!!Quiero hacerme un Eva Nasarre!!!!. Y te vuelves a casa a deshacer la maleta y a ponerte la piel que imaginaste quitar en mil ocasiones...
Voy con la cena. Buena noche.

TRES LOCAS

Tengo unas cuantas amigas de esas con las que me casaría, pero tengo dos en concreto que están tan locas como yo, y con esas no sólo me casaría, me iría con ellas hasta el final del mundo y más allá. Son las "novias ideales" en las noches de"a ver cómo acabamos hoy". Somos como tres huérfanas de las de antes, de las de un correccional poco útil, aunque hemos crecido como seres de los más auténticos. Somos tres hermanas de adopción porque nos hemos adoptado a nosotras mismas, muy a pesar de los del bando de domingo de sillón y fútbol. Vacunadas contra órdenes patriarcales, de mandil de folclórica porque me da la santísima gana, de las que metemos tanto la cabeza en el arcón congelador para buscar el pienso del día, como la cabeza en el horno para no escuchar las tontadas que ni un litro de almax neutraliza. !!!Mucho daño nos ha hecho el horno eléctrico!!!.
La hermana mayor es la sensata, bueno, la media sensata. Es la que nos hace razonar y mantiene un tono suave mientras esboza una de las sonrisas más dulces que he conocido. Es la parte consciente y madura de los tres cerebros, es la pata del banco que nos falta para no caernos de golpe. Me encanta cuando decide que ha llegado el día del aperitivo o  de la cerveza a última hora de la tarde, porque con ella no pasa el tiempo. Bueno, hay que explicarlo, sí pasa, pero es que no nos da la gana que pase y siempre son las diez de la noche o la una de la tarde, y cuando te das cuenta, después del vermut con aceitunas... . Es un lío, la cosa es que quedamos para el vermut del medio día, y aceituna va, aceituna viene, vamos a tomar otro que está bueno, hay que ver cuanto tempo hacía que no nos veíamos, estoy hasta las narices de ser una esclava, pero que calor hace vamos a pedirnos otro, es la tercera vez que voy a hacer un pipí, !!!pero si ya has ido tres veces!!!, tengo la silla fusionada al culo, como  sigáis haciéndome reír me va a dar la incontinencia, ¿pero habéis visto la hora que es?, "pues tienen danones en la nevera, que se los coman que van a caducar", el camarero nos mira mal pero la camarera quiere sentarse en nuestra mesa, !!!pues que ricamente estamos aquí con este vermut (el sexto), yo creo que algo tenía que hacer y no me acuerdo... !!!.
La hermana pequeña es la más grande, la más tierna. Tiene la mirada más intrigante de las tres; en ella esconde una tremenda dulzura, una vida dura, un no puedo más hermana, un aquí estoy para tí siempre, una mirada que resulta misteriosa para muchos hombres y a la vez que muy sutilmente expresa un "como te pases con mis amigas te arranco la cabeza de un soplido". Si no se la conoce impone, pero tiene una atracción fatal (fatal para ella), una cruz con todos los "enanitos del bosque de las copas" que como si tuviera mi hermana pequeña un imán, los atrae sin descanso. Yo siempre pienso "madre de dios, ahí va la siguiente cabeza...". Creo que le voy a cambiar el polo de los imanes, va a ser lo mejor.
Y yo soy la hermana del medio, la pupitas, la que estando con ellas pierdo la dimensión del espacio-tiempo, la que disfruta con sus risas, la que intenta convencerlas para que después de seis horas de vermut nos liemos la manta a la cabeza y nos vayamos de procesión, pero no a mirar, a participar, con mantilla si se precisa. Junto con la hermana mayor somos las más perjudicadas en cuanto a los sentidos, el común y el sensorial. No os perdáis la película de El Ornato, o El Oreanato, o El Orfanato (menos mal que la pequeña conserva la vista) convencidas las dos mayores de que el cartel publicitario no lo han escrito demasiado claro. Y sigo pensándolo, lo escribieron muy rápido seguro...
Las tres estamos locas, lo sé, suena fatal pero es verdad, cada una en su estilo. Juramos acabar nuestras vidas en una isla de esas que están al norte de África, en uno de esos hoteles en los que se puedan poner las tumbonas en fila o haciendo un triángulo equilátero perfecto alrededor de una sombrilla de palma, siempre cerca de la piscina, los baños y del bar, tres puntos estratégicos para evitar la tan temida deshidratación senil. Lo que más me preocupa es la comunicación entre las tres en la posición tumbona paralela. La mayor no oye con las gafas de sol puestas, yo no veo sin las gafas más allá del empeine de mi pie y la pequeña, a la pequeña ya nos encargamos las dos mayores de "hacerla ciega".
Hace unos días una mujer totalmente libre que escribe verdades como puños, mujer a la que no conozco personalmente pero con la que me identifico absolutamente con sus escritos, después de hacer un comentario en uno de sus post sobre lo "hartísima" que estaba de mi condición de mujer florero, me escribió. "yo sí te quiero". Y yo le prometí levantarme al día siguiente, quitarme el mandil, untarme en nutritiva y pintarme los labios de rojo, de ese rojo que levanta lo más mustio, porque mañana empiezo a vivir, y quiero que mis hermanas también lo hagan, así, locas como siempre. Buena noche.

lunes, 27 de enero de 2020

KOBE BRYANT

Hola Kobe, me imagino que te estarás preguntando quién te molesta en este momento tan triste, tan íntimo, tan doloroso para todos los que te conocían y giraban en torno a tu vida. Soy la madre de unos adolescentes que llevan tres horas tristes, dolidos, emocionados y con una silencio que me estremece el alma. Mi hijo pequeño ha cruzado la puerta de casa, y mientras charlaba por teléfono, me ha susurrado al oído que habías tenido un accidente de helicóptero. Aparté el auricular al ver su rostro de pena, de incredulidad, al reconocer el profundo dolor que necesitaba compartir, al sentir su tristeza. "Mamá, se ha muerto hace nada, hace una hora". Mi hijo mayor ha llegado unos minutos más tarde con la cara desencajada, pálida, " Ya lo sabes, ¿verdad?".
Yo no te hubiese reconocido entre las mil fotos que tienen mis hijos en la puerta del armario de su habitación, hubiese tenido que buscar tu nombre en la cara posterior de cada foto, pero ellos te señalaron a la primera, ahí abajo sonriendo y me dijeron, "éste es Kobe, ma".
Acabo de acostarlos, mi hijo pequeño me pidió que le echara una manta más gruesa esta noche, que sentía más frío que ayer. El mayor se apresuró a darme un beso de buenas noches para cerrar rapidamente los ojos, antes de que mi cara se alejara de la suya y percibiese sus incipientes lágrimas. Y sabes, Kobe, hoy mis hijos están tristes, se han acostado con el cuerpo descompuesto, sin la risa acostumbrada de cada noche y los he echado de menos. Pero respeto su dolor, la pena del que pierde a alguien admirado, la soledad que dejan los ídolos que desaparecen en las vidas adolescentes, el frío distinto que sienten esta noche. Estoy segura de que en el momento en el que cierre la puerta de su habitación no dormirán, hablarán de tí y de lo que te ha pasado. Y yo haré que no les escucho, no les mandaré callar porque hoy necesitan hablar de tí. Quizás me acerque a su puerta, por si me necesitan, no sé...
Sé que no debería molestarte en este momento con esta conversación tan de madre, pero es que mis hijos me preocupan y me duelen, no por lo que puedan sentir, que es de lo más humano, sino porque te has ido hace unas horas y ellos ya te echan de menos, como millones de almas en este mismo momento. Si sé quién eres es por ellos, y porque has ocupado una parcela en sus vidas, en la que estoy segura permanecerás siempre, pero en mi papel de madre no puedo dejar de sentir en mi alma el lamento de los tuyos, el de tu familia, el de todos los que impregnaban tu vida de vida. Y he sentido la necesidad de escribirte como si te conociera, para decirte que mis dos chicos, mis dos motivos se acuestan hoy más tristes que ayer, y que por extensión también lo lamento , lamento vuestro último viaje, lamento el dolor de todos los tuyos. Y si más allá del azul del cielo hay un lugar lleno de paz , ojalá estéis allí, sin dolor, sin pena, sin llanto. Descansa en paz, Kobe.
 Buena noche.

miércoles, 8 de enero de 2020

SIN VOSOTRAS, MAS

Una larga lista, demasiado larga para estas horas, demasiado larga para tan pocos días. No sumaban treinta entre ambas vidas, no sumaban ni tan siquiera una vida. Y otra vez un lobo feroz las arañó hasta romper en trizas sus cuerpos, hasta más allá de dónde duele el dolor más agudo, hasta dónde la hiriente desesperación de unos padres deben ver a sus dos amores yertos sin razón lógica que justifique un acto tan inhumano.
Una madrugada maldita, una decisión meditada en la que una mujer valiente quiere empezar otra vida distinta, tan justa y tan merecida.  Una hora en la que los sueños deben jugar a cumplir ilusiones, un momento en el que las mantas tapan el miedo  y  destapan el cariño, cuándo la luz de la luna mantiene los párpados cerrados en cada sueño. En esa hora, la hiena blandió sus colmillos sobre sus vestidos de terciopelo, desmembró su futuro, encerró sus risas en un baúl rojo sangre, cerró el libro de sus vidas con un "hasta aquí os lo permito"... 
Otra vez las bolsas negras portadas por hombres oscuros que no articulan palabras, que se acostumbran a arrastrar camillas de muerte, de pena. Intento imaginarme cómo llegan a casa, me pregunto si abrazan a los suyos hasta casi la asfixia, si besan con la necesidad de decir que eso jamás les ocurrirá ellos, si se acercan a la habitación de sus hijos a prometer que jamás les pasará lo que nunca quisieron ver, una y otra vez.
No puedo olvidar a esa madre, a esa hija. No puedo evitar ser cómplice de su miedo y de su terror, no puedo dejar de ver el horror en sus ojos al perder la luz para siempre.  Mi condición de madre y de hija me hace sentir  náuseas ante tan perverso acto.
Me  gustaría creer que no habrá más llantos por la misma causa, que no habrá hueco en el noticiario para estas noticias, que las emisoras de radio sólo pondrán música de nuestra adolescencia, que el periódico hablará de agraciados en la lotería, de héroes que salvan vidas o de avances médicos en aquella enfermedad que tantas noches nos ha robado el sueño. Yo quería un mundo así, quería que esas dos víctimas tuvieran un regalo de reyes mágico, quería oír a esa pequeña reír al abrir sus deseos, quería que nada malo les hubiera pasado.  Pero eso no sería la vida real, sería una vida demasiado cuerda y coherente, la vida de un cuento de hadas, la vida que ellas merecieron tener y él no se lo permitió.
Ojalá te encierren en el pozo más profundo, que el aire te falte en cada minuto que te quede de vida, que el frío y la sombra sean tus eternos compañeros, que la niebla te ciegue todo lo bueno que hayas sentido, que las lágrimas te quemen cada vez que se deslicen por tu cara, que el corazón se te encoja hasta volverse una espina dura y punzante, que entonces se te clave perpendicular a tu vida, que tus manos se vuelvan cuchillos para que te corten en cada movimiento y sobre todo, y ante todo, que exista un infierno para tí.
Aplaudiré tu condena a prisión permanente revisable, ojalá te pudras en un hondo hueco, ojalá no salgas de él a la vida. 
Buena noche.