miércoles, 30 de noviembre de 2022

GRACIAS A TÍ

 Y de pronto sentí que el dolor acumulado era tan intenso que provocó que me  olvidara de vivir. Marqué aquel número de teléfono, lo dejé sonar unas veces y colgué con cierta desesperanza. Al rato, un número desconocido en la pantalla, una voz muy dulce, unas cortas frases y muchas lágrimas incontroladas. Hizo falta pocas palabras y algún silencio contenido para que me entendiera, sentí incredulidad, un nudo en la garganta cuando me dijo "yo creo que te podemos ayudar". Era la primera vez en mucho tiempo que hablaba de Juan con alguien, sentí un alivio extraño, una sensación de que estaba "desatascando" mi pensamiento, un poco de empatía en un corazón absolutamente devastado, terriblemente hundido y tristemente roto. Unos días después me fui al lugar dónde me habían indicado, buscando a la persona que intentaría ayudarme, miraba nerviosa hacia todos los lados, tratando de descubrir entre la gente que se cruzaban conmigo, la ayuda que tanto necesitaba. Allí estaba él, tal y cómo me había indicado la dulce voz, y allí estaba yo, muerta de pena. Me nombró tras su mascarilla, lo nombré tras la mía, en un tono muy suave, e hizo un gesto con su mano, un "vamos allá"...

Paredes de piedra, ventana verde, una planta en la esquina (pobre planta), una mesa y dos sillas a una distancia cómoda, la mía soportando mucho dolor, él en la suya transmitía la calma que a mí me faltaba. Normas, seriedad, "empatía que no simpatía" me dijo. No sé su historia de vida, necesito hablar sin causarle daño, me empeño en proteger a todo el mundo de mi dolor, sin saber hacerlo yo conmigo misma. Hablo cuidando mis palabras para no herirle, le insisto en que me mande callar si algo de lo que digo le incomoda, no quiero provocar daño, ya es suficiente con mi dolor.

Primer día, lo inundo todo. No soy llorona pero desde que Juan se fue, lloro de forma inconsolable en soledad, no en público, ahí soy "muy fuerte", dicen los que no ven mi interior. Él escucha pacientemente, él me escucha, qué sensación tan rara y desconocida.

Pasan las semanas, lloro mucho, cuento todo, no quiero dejar nada dentro que pueda volverse en mi contra. Él me facilita con su actitud el desahogo, a veces me hace sonreír, ya me había olvidado de esa sensación tan cálida. Muchas veces no puedo mantenerle la mirada, el hecho de que me vea llorar provoca en mí una mezcla de timidez e impotencia exasperante. Le pregunto el por qué de muchas cosas, es muy hábil, sabe que soy yo la que tengo que buscar las respuestas, pero su compañía lo facilita, es una persona mágica que calma mis horrores... 

Un mes y otro mes más, tengo prisa por sentirme mejor, tengo miedo al paso del tiempo, soy contradictoria. Pienso en que cuando llegue el límite de los encuentros, no estaré preparada para volver a la vida. La suerte fuera de aquellas paredes de piedra no me acompaña, cada paso que doy últimamente me lleva a un nuevo tropezón, intento avanzar pero siempre hay algún obstáculo que me lleva al suelo y provoca heridas demasiado conocidas...

Mi entorno no ayuda, yo tampoco lo facilito, me cierro en banda, no quiero que vean mi pena, no quiero "defraudarlos", no puedo decirles que avanzo muy lento, prefiero que crean que todo va mejor mientras yo construyo un muro alto, muy alto, lo suficientemente alto para que no vean mi lado herido, el que les demostraría mi debilidad, en el que dejaría a la vista el cansancio y mi derrota.

Busco personas parecidas a Juan por la calle, siempre con la ilusión de que volveré a encontrarlo, creyendo que aquello ha sido un mal sueño, una pesadilla demasiado larga. Pienso que habrá un día en el que levantaré la vista del suelo y tropezaré con él, como hacíamos siempre. Qué boba soy, sé que se fue para siempre, sé que no volverá jamás, pero me cuesta tanto ...

Sigue pasando el tiempo y la persona que me ayuda va ganando mi confianza, descubro  un "avis rara" muy agradable, le pido permiso para ser su amiga, me lo permite, es mi amigo. Tiene la capacidad de hacer que sea consciente de mi realidad, me hace sonreír, provoca la búsqueda de razones para comenzar de nuevo otra vida, otra más, no sin avisarme sensatamente de que nunca volveré a ser la misma, seré yo sin él, cosa que empiezo a asumir...

A veces, me lanzo al vacío y le digo que tengo la necesidad de comprobar qué pasaría si me suelto "de su mano" y empiezo a caminar sola (qué valiente soy, me miento). Tengo vértigo, miedo a caerme otra vez, tengo pero no quiero, quiero pero no puedo, lo necesito pero me recome la idea de una vuelta atrás. Quizás esta "cojera" será crónica, quizás le pediré una prórroga si me lo permite, quizás debería intentar no ser cobarde, quizás debería de dejar de decir quizás...

Él sigue escuchando mis dolores, mis pérdidas, mis miedos, se mantiene callado con sus manos entrecruzadas. Yo hablo, hablo y hablo, a veces lo miro de reojo, está atento a lo que digo, qué cosa más extraña, me sorprende encontrar a alguien tan humano...

No llevo reloj en la muñeca desde que ocurrió , no quiero saber nada del tiempo. En la "casita" hay uno a mi espalda, tardé días en darme cuenta de su existencia. Unos días no marca el tiempo, otros, cuando ya no puedo más, miro el reloj y le pregunto afirmando que "ya es la hora". Creo que me conoce tanto que sabe que lo digo como escape, el gesto de sus ojos y su sonrisa me indica que me ha cogido, entiende mi "hoy hasta aquí, no puedo más" y nos vamos, no sin antes luchar contra la cerradura de la casa verde, de la casa "de cristal"...

Camina a mi lado, siempre vamos hablando, es curioso como me mimetizo con sus movimientos: si cambia la dirección, yo lo sigo, si se agacha, yo me agacho, si saluda, yo saludo, si mete las manos en los bolsillos, yo instintivamente hago lo mismo..., tiene su punto cómico ...

Le debo mucho, le debo el haberme enseñado a no vivir en una desesperación continua, a gestionar una pena que me estaba aplastando, a reordenar una vida que se había desplomado, a perder la vergüenza por expresar mis sentimientos, a encontrar los recursos que tenía bloqueados en mi mente, a decir en alto que me gusta la vida y que quiero vivir aunque ya no esté Juan en ella, a afrontar los rotos de mi cuerpo como yo quiera, sin juzgar, sin quitarme la razón, sin críticas a mi forma de pensar, respetando mis "yo soy así"...

No diré su nombre, no hace falta, sí diré que la casualidad ha hecho que encontrara a un ser humano único, a un amigo para siempre, a un "sanador" de tristezas, con un carácter tan reconocible, tan ágil, tan similar, tan difícil de encontrar en este tiempo...

Gracias por todo amigo. 

Me emociona hablar de él y si algún día os lo cruzáis en vuestra vida, sabed que sí existen las personas buenas que te enseñan cómo "deshacer nudos" que no te dejan avanzar en un proceso de duelo, que hace que razones y veas que la cura está en cada uno, que bajes muros y que empieces a vivir. Él es mi escucha, creo que lo será para siempre, es un auténtico placer su acompañamiento. He ganado en paz interior, en salud emocional, he aprendido  que todos tenemos rotos, pero que con la ayuda de personas como él, podemos unir esas partes y entender que no pasa nada si se ven las cicatrices, porque forman parte de la normalidad de cada uno . Hoy la entrada en el blog es para él, para mi amigo, para un gran ser humano, para una bellísima persona. Gracias por estar, no me faltes nunca.

 Buena noche.







martes, 30 de agosto de 2022

EDADES

 Me levanté como todos los días, como si esta noche hubiese sido una corta siesta en vez de un instante ilusorio lleno de sueños y pesadillas. Salté de la cama antes de que el ordinario despertador de mi teléfono sonara con esa horripilante melodía, la cual juro cambiar cada mañana y nunca hago. Al posar mis pies sobre la alfombra pude sentir como cada hueso, cada tendón y cada ligamento de mis pies y tobillos se recolocaba en su sitio, no sin quejarme del dolor que me produce, que es lo que realmente me abre los ojos al día. Abrí la persiana con el mismo ánimo con el que tocaría la campana de la iglesia de mi pueblo , más bien poco, muy poco. Caminé hacia el baño como si lo hiciera sobre vidrios rotos,  sin la horizontalidad que evitaría tropezar con todo lo existente en línea recta y con lo inexistente por un andar aún poco espabilado. De la luz al levantar la persiana ni me he enterado, es la del baño la que me deslumbra, la que hace que a mis ojos les cueste reconocer la imagen del espejo. Me recojo el pelo en una coleta, lavo la cara y emprendo el camino hacia la cocina para preparar el desayuno: café con leche de almendra, cereales y ...las pastillas mañaneras. Y esto último fue el motivo de la nueva entrada en el blog: las pastillas. Esa mañana me di cuenta que tenía que ir a la farmacia a recoger mis pastillas del mes, estaba bajo mínimos y son de obligado cumplimiento.

Vuelta al baño, ducha rápida, un toque de lápiz de ojos, pantalón vaquero, camisa y listo. Como está de moda ser naturalista y no usar plásticos, cogí una bolsa negra de tela  para la compra de la farmacia, haciendo un cálculo de volumen, ya que también debía de parar a comprar un champú y un suavizante de pelo. "Sí, suficientemente grande para que me quepa todo, pensé". Me calcé y salí a la calle con las gafas de sol que tapaban mis ganas de nada ese día. 

Primera parada en la tienda de cosmética. Me acerqué a la zona dónde siempre estuvieron los champús, gafas fuera sino no veo nada y me puse a buscar el mío habitual. Di varias pasadas con mi dedo índice en el aire por las distintas estanterías hasta que oí una voz bajita a mi espalda "¿te puedo ayudar?". Sí, le contesté un poco enfurruñada por no encontrar lo que necesitaba. Le expliqué a la dependienta lo que buscaba y me dice "claro, tú no eres clienta". Giré el cuello como cuando escurres una fregona en el cubo y le espeté un "cómo que no, de toda la vida. Pero no tenéis el champú y el suavizante que llevo habitualmente", y posteriormente le hice una caída de ojos de esas que te dan la razón aunque no la tengas. "Ah, es que le han cambiado el nombre y ahora es éste, se nota que hace tiempo que no te pasas por la tienda", otra indirecta. A estas alturas del partido, no estaba dispuesta a que ella ganara el juego dialéctico y le dije sin titubear: "pues dame dos de cada". Lo cierto es que ya me había fijado que sólo tenía un bote de champú en la estantería, pero eso aumentaba la emoción de la próxima respuesta. "Sólo me queda uno, te pido el otro para mañana ¿te vale?". Tentada estuve a decirle un "no, necesito los dos botes de champú y de suavizante para lavarme el pelo hoy, a mí es que me gusta que no falte y que sea abundante", pero decidí callarme. Ya en la caja me preguntó si necesitaba algo más, a lo que le contesté que no. Y ella, cómo queriendo tensar un poco más la goma, va y me pregunta con una sonrisita cortante si necesito alguna crema de cara. Ahí me dio en mi ego, cerré un ojo, abrí mucho el otro y le dije: "dame una crema de noche, pero de aquella estantería, que es para pieles jóvenes". Mi diafragma empezaba a moverse de forma involuntaria mientras daba la partida por ganada. Ella cada vez más seria, mi paciencia cada vez más limitada. ¿Necesitas algo más?. Otra vez mi otro yo quería contestarle "pues mira sí, quiero tres t botes de champú", pero me mordí el labio para no parecer grosera. "No muchas gracias, nada más". Y sin agradecerme la cantidad de contestaciones que me había tragado empezó a hablar sola "y ya que eres cliente,te vas a llevar de regalo una crema exfoliante para la cara, dos muestras de crema regeneradora de noche y un vale descuento para una sesión de presoterapia para drenar líquidos de tus piernas". Aquella retahíla de cosas que me soltó en seis segundos me dejó desmarcada. En tan sólo seis segundos insinuó que tenía una cara arrugada, que era una retenedora de líquidos, y lo peor de todo, me dejó sin palabras, algo inconcebible en mí. Torcí el labio para demostrarle mi enojo (seguro que pensó que me estaba dando un ictus), me ofreció una bolsa !!!de plástico!!! y al fin pude decirle "ay no, que eso tarda mucho en degradarse y daña la capa de ozono, por eso hay gente que envejece tan mal". Pagué la compra, metí todo en mi bolsa negra de tela y me fui moviendo la mano como lo haría una dama de la realeza. De ahí a la farmacia, a la mía de siempre y esperé mi turno. Me apetecía que me atendiera una auxiliar que es muy agradable, pero estaba ocupada, y mi turno llegó. Me atendió uno de los farmacéuticos habituales, le entregué la tarjeta, la pasó por el lector y se puso a mirar la pantalla callado. Pasaban los segundos y no decía nada, empecé a preocuparme porque miraba aquella pantalla como si en ella estuvieran saliendo rayos del infierno, hasta que me dijo con voz nerviosa: "debes tener mucha medicación porque tarda en cargar". Recoloqué mis hombros caídos en su sitio y le contesté: "bueno, lo mismo de los últimos meses". Por fin estaba todo cargado y se pone a leérmelo, !!!!calla, todo, dame todo lo que sale!!!!, le dije para que no se pasara media hora leyendo. Se fue, vino, dejó, volvió a irse, vino, volvió a dejar y así hasta cuatro veces. El mostrador lleno de medicación, cuando se acerca la auxiliar a la que conozco y me pregunta que cómo estoy (a punto de llorar, quería decirle), miró aquellas cajas apiladas como contenedores en un barco mercante, ella mira lo que miro y me dice "ya veo" y se escurre sutilmente al mostrador de al lado para seguir atendiendo. Mientras el chico le quita los sellos a la medicación, me acuerdo de tres cosas más que necesito, le digo que no cierre la cuenta que necesito más cosa y suelta un !!caramba!!. Ya venía yo caliente de lo de los regalos de la tienda de cosmética, así que cogí un bote de perlas de aceite de no sé qué y le pregunté si eso se podía tomar si se tenía el colesterol alto. "Bueno, habría que verlo, interacciones con tanta medicación, al ser alto oleico, ahora no puedo, eso es cómo que se come el colesterol que te comes, pero no el que fabricas...". Uf, volví a dejar el bote de perlas en su sitio y le dije que me diera las otras tres cosas y me cobrara. Coronando la pila de medicaciones puso un blister de caramelos de menta y me enseñó una caja, diciéndome en voz baja "esto es un regalo, son unas muestras, creo que van muy bien". Le perdoné la vida y le di las gracias. Abrí la bolsa negra y fui colocando todo el pastillaje de forma que nadie que se cruzara conmigo pensara que había asaltado una farmacia. Colgué la bolsa de mi hombro y salí pensando que entre las dos tiendas había sumado 30 años más a mi edad real. Seguí caminando hasta que me topé con una exposición de portadas de un conocido diario de la comunidad. Las portadas estaban ordenadas por fechas y exponían noticias y sucesos ocurridos años atrás. Estaba yo absorta con la música de mi mp3 y la cantidad de cosas que yo había vivido de las expuestas, que no me di cuenta de que alguien me estaba hablando hasta que tiró de uno de mis auriculares. Era un hombre encantador que conozco desde hace muchísimos años, estaba paseando con su nieta y me dijo "te estaba hablando y tú ni te enteras". Le di un par de besos y con una gran sonrisa le dije "te veo genial, que cara de paz tienes". Me contó que desde que se había jubilado se dedicaba a pasear y a cuidar de sus nietas. No pude evitar volver a repetirle que lo encontraba exactamente igual que hacía 15 años, estaba fantástico la verdad. Y así hablando de la vida me suelta "mira, con la edad que tengo no puedo quejarme, porque no tomo ni una pastilla". En ese momento, el hombro del que colgaba la bolsa negra llena de medicamentos, cremas y demás, como si de un acto reflejo se tratara se pegó a mi costado como hacen los polos opuestos de dos imanes. Justo en ese momento a la nieta se le cayó de las manos un muñeco y este hombre se agachó a recogérselo. Me quedé mirando por si no era capaz de levantarse y cuando iba a agarrarlo para ayudarle, pegó un salto y se puso de pie más rápido que muchos trapecistas del Circo del Sol. Ante mi asombro-envidia siguió preguntándome qué tal estaba yo, "todo bien le contesté, todo bien". "¿Y la familia?", "todos bien" le contesté. "¿Y tu marido, que tal?", ahí se me retorció el esófago y para no seguir por esos derroteros le dije "bien, todos bien". "Pues salúdalo de mi parte y venga, vete que estará esperándote para comer". Entre dientes dije sí, esperándome, sí, para comer, sí...

 Le di dos besos de despedida y me fui para casa arrastrando aquella bolsa negra llena de pesados años.

Una vez en casa vacié su contenido encima de la mesa de la cocina, ciertamente allí había una pila de tratamientos dignos del mejor geriátrico. Vi la cajita de regalo que me hizo el farmacéutico y la abrí por pura curiosidad: !!!un tampón, una compresa y un salvaslip!!!. Me salió una carcajada y fui a enseñarles el regalo sorpresa a mis hijos. Como buenos hijos de su madre, sólo pudieron reírse al ver el contenido de la caja. La próxima vez que vaya a la farmacia y me atienda él, dejaré caer el DNI sin querer encima del mostrador para que la siguiente caja-regalo- sorpresa sea más acorde a mi edad. Ganas me dieron de salir corriendo a la calle e ir a la tienda de cosmética a espetarle a la dependienta un "ves, esto a tí no te pasaría nunca, ja". Buena noche.


miércoles, 20 de julio de 2022

RESPONDE

¿Puedes asomarte a mi sueño esta noche?.¿ Puedes venir unos segundos a nuestro lugar secreto?.¿Puedes acariciarme el pelo y repetirme que te gusta su olor?. ¿Puedes abrazarme como lo hacías cuando tenía frío?. ¿Puedes cantarme al oído Seda y Hierro?. ¿Puedes sentarte en el sillón y mirarme de reojo mientras me tomo el café?. ¿Puedes tocar al piano aquella pieza que compusiste para mí?. ¿Puedes leerme el cuaderno dónde escribías tus notas?. ¿Puedes hacer que mis recuerdos sean todos bonitos?. ¿Puedes decirle a la vida que me cuide aunque sea un poco?. ¿Puedes dejarme imaginar tus ojos color mar?. ¿Puedes venir conmigo al lugar dónde me prometiste que iríamos?. ¿Puedes llamarme por teléfono, aunque sea unos segundos para escuchar tu voz una vez más?. ¿Puedes quitar el dolor que me produce tu ausencia?. ¿Puedes cogerme de la mano cuando pierda el equilibrio?. ¿Puedes provocarme las carcajadas que tanto te gustaban?.¿Puedes acompañarme un poco más en el camino?. ¿Puedes darme una razón para volver a sonreír?. ¿Puedes hacer que el tiempo retroceda para recuperar lo que perdimos?. ¿Puedes no soltarme nunca, jamás?. ¿Puedes  dejar que te acaricie las manos una vez más?. ¿Puedes esperarme en nuestra terraza para el aperitivo?. ¿Puedes venir a buscarme a la estación, que te busque entre la gente y que estés allí?. ¿Puedes hacer que el sofá del salón sea el lugar de nuestras ilusiones y no el de nuestro maldito final?. ¿Puedes hacer que crea que la luna la vemos cada uno desde nuestra ventana y llamarnos para contarnos lo bella que está?. ¿Puedes venir a mi casa un ratito ?. ¿Puedes mojarte conmigo cuando vuelva a llover?. ¿Puedes llevarme a cenar a aquel restaurante dónde estábamos los dos solos?. ¿Puedes contarme de nuevo la historia de tu vida sin que llegue el final?. ¿Puedes abrazarme mientras me dices al oído que no me vaya?. ¿Puedes hacer que nuestras promesas se cumplan?. ¿Puedes venir conmigo a la playa de invierno aunque tengas frío y no te guste el viento?. ¿Puedes acompañarme a esos sitios a los que me da tanto miedo ir sola?. ¿Puedes decirle a la gente que no soy tan valiente como ellos creen?. ¿Puedes hacer que el reloj se pare antes de ese maldito día?. ¿Puedes decirles a "los extraños" que me den tu bloc de dibujo y la libreta dónde escribías tus pensamientos?. ¿Puedes mandarme un audio desde dónde estés y decirme que estás bien?. ¿Puedes hacer que deje de llorar al recordarte?. ¿Puedes curar mi tristeza?. ¿Puedes hacer brillar tu estrella cada noche para que pueda encontrarte?. ¿Puedes venir a buscarme cuando sea el momento?. ¿Puedes hacerles entender que ya no seré la misma nunca más?.¿Puedes curarme la herida del alma?. ¿Puedes volver a mi vida?. ¿Puedes venir un ratito?. ¿Podrías, por favor?...

 Buena noche.


jueves, 30 de junio de 2022

LA CONCIENCIA DEL TIEMPO

Llevo una hora sentada en la cama intentando escribir palabras de recuerdo y amor, pero cada vez que tecleo, mis dedos se tiran de cabeza al dolor y a la pena. No quiero hacer una entrada que me abra en dos, no puedo seguir dándome puñaladas mientras busco respuestas, ni volcando mi impotencia en una losa en la que una mala familia no quiso ni grabar tu nombre.
 A estas horas empezabas tus vacaciones, esas que tanto deseabas, ese año con más motivo porque teníamos razones maravillosas para vivirlas como nunca, habías conseguido lo que tanto deseabas y yo disfrutaba tanto viéndote feliz...
Hace un año que te fuiste, la persona que me ayuda en tu duelo, en mi mal llevado duelo, está de acuerdo que sea hoy el día que marque en mi corazón como el día en el que te fuiste de la vida. Necesitaba un día para no vivir un mes de penuria, para no repetirme mil veces "y si hubiera...", para no imaginarte como no quiero hacerlo, para no volverme loca.
Ha pasado un año y aún no soy capaz de disipar la nube gris que se quedó a vivir conmigo ese maldito día. Pero lo estoy intentando, te lo prometo, he encontrado a personas que me están ayudando a expresar el dolor, a soplar de vez en cuando el nubarrón gris en el que estoy envuelta, para que entre un poco de sol y dé sonrisas en este caos de vida en el que me he sumergido. Y mis dos motivos me empujan hacia delante, aunque ellos no lo noten, hacen que vuelva a mirar al frente cada vez que me giro equivocadamente hacia el mal pasado. Mis locas, mi compañera de fatigas, "mi ayudante" y yo, Juan, porque necesito fuerza y no tristeza, necesito bonitos recuerdos y no amargura, necesito ordenarte en mi vida y encontrar el lugar en el que me provoques un calor reconfortante al pensarte. 
¿Sabes, mi amor?. He tenido mucha suerte de cruzarte en mi vida, es como un sentimiento encontrado y a pesar de la tristeza, he disfrutado de unos años de risas contagiosas, de manos expresivas, tan especiales, las adoraba, te adoraba..., del mar de tus ojos, de tus pensamientos en alto, de silencios cómplices, de sueños hermosos, de ilusiones futuras, de sabios consejos, de reconfortantes consuelos, y todo eso nadie puede quitárnoslo, ¿verdad?. Nadie podrá, ya no podrán quitarnos lo vivido ni nuestros recuerdos, porque yo los guardaré por los dos hasta el final de mis días. Estos no dependen de la compasión de "los malos", éstos no pueden bloquearlos ni tirarlos a un contenedor, estos son sólo nuestros, intocables, inalcanzables para ellos. Pobres ignorantes...
No tengo conciencia de que haya pasado un año, pero debo poner una fecha en mi corazón para curar, necesito curar para luchar, y luchar para vivir, por mí y por los míos. No sé qué pasa después de la  muerte, pero ojalá exista un lugar bonito dónde nos volvamos a encontrar, sería lo justo. 
Hoy encenderé una vela para que su luz te guíe hacia mí y una gardenia blanca recién cortada de la terraza. Te quiero para siempre, mi vida. Descansa en paz.

 Buena noche al resto del mundo.

domingo, 19 de junio de 2022

EL VESTIDO VERDE DE RAYAS

 

La mujer con el helado de fresa no dejaba de mirar aquel escaparate en el que un horroroso maniquí descolorido lucía un vestido verde de rayas blancas, muy acorde con el cuerpo inerte que lo vestía. Me quedé embobada mirándola mientras el helado se derretía por su mano y el pringoso líquido se colaba por la manga de su carísima camisa sin hombros. Ella ni se inmutaba. Sus labios lucían el tono rosa chicle del helado, ni tan siquiera había percibido que su boca estaba tan pringosa como su mano. Estaba estoica, con un rictus parecido al del maniquí, parecía que lo que ocurría a su alrededor no formaba parte de su mundo, ni le importaba que yo la mirara con asombro e incluso parecía que sus ojos habían perdido vida. Me acerqué un poco más a ella para intentar ojear por encima de su hombro qué era lo que le atraía tanto de aquel vestido pasado de moda y tan poco propio de su estilo. El helado de fresa continuaba corriendo por su muñeca y ella seguía sin mover ni un solo músculo de su cuerpo. Mi curiosidad iba en aumento, no podía evitar el compartir su espacio para entender que le ocurría a aquella mujer. Al acercarme olí su perfume, uno de esos caros, de esos en que su frescura nunca llega a ocultarse. La melena rubia cubría casi con una perfección absoluta sus hombros desnudos, la camiseta rodeaba su torso sin provocar ni una sola arruga, las mangas llegaban hasta las muñecas cubiertas de pulseras doradas, y más allá, un reloj de pulsera del que colgaba una cadena con una fecha inscrita. Volviendo al tema, me acerqué a ella, más bien me "estacioné" a su lado y orienté mi vista hacia aquel horrible modelo del escaparate. Cómo puede ser posible que se hubiera quedado tan absorta con aquel vestido, ni tan siquiera se daba cuenta de que el helado se derretía con cada rayo de sol,... 

Qué tenía aquel vestido que tanto la embelesaba...

Pasaron unos segundos cuando detrás del maniquí se movió un hombre de barba cana, guapo de película, alto, delgado y agarrando amorosamente la mano de una hermosa mujer. Se les veía felices, se besaban suavemente, con un roce de labios muy sutil. Pensé en la suerte de aquella chica, mi marido jamás se hubiera movido por una tienda con tanta ternura para conmigo. Era bonito, casi envidiable.

Por un momento me había distraído de la estoica mujer del helado de fresa, volví a mirarla y seguía con su boca embadurnada en helado, su mano continuaba chorreante

, pero algo había cambiado. Sus ojos brillaban, ya no era la misma mirada inerte, ahora aquellos ojos amenazaban tormenta y lluvia intensa. Miré de nuevo hacia la pareja del interior de la tienda, seguían paseándose tras el maniquí del vestido verde de rayas blancas, con las manos fundidas y envueltos en besos envidiables. Giré de nuevo hacia la mujer del helado, vi como en sus ojos comenzaba una lluvia intensa y entonces comprendí lo que estaba ocurriendo, o eso supuse. No me atreví a preguntarle si se encontraba mal, si necesitaba algo, simplemente me quedé a su lado como si esto le sirviera de apoyo emocional, no sé, no fui capaz de moverme de allí.

La pareja salió de la tienda, primero ella, después él mientras la sujetaba tiernamente de la cintura. La mujer del helado y yo giramos la cabeza al mismo tiempo hacia la puerta. Con la mano con la que sujetaba el bolso, me hizo un gesto casi despectivo para que me apartara de su camino y se dirigió hacia la pareja que caminaba felíz, sin imaginar lo que yo ya había sospechado tan sólo un minuto antes. Caminó hacia ellos con sus tacones de aguja y sus esbeltas piernas, como si estuvieran esculpidas en mármol rosa. Él debió reconocer el ruido del  taconeo, debía sonarle familiar porque se giró de forma inmediata, exactamente un segundo antes de que aquel chorreante helado de fresa acabara empotrándose contra la cara del adonis. La de los besos sutiles lanzó un grito agudo al ver la cara de su hermoso galán con el cucurucho literalmente encastrado. Hubo un grito chirriante: ¿pero estás loca, qué has hecho?. La mujer del helado volvió a la vida, sacudió su mano y se la pasó al cariñoso acompañante por la chaqueta de terciopelo azul que llevaba perfectamente acomodada esa tarde de amor y arrumacos. A esa altura de la historia, ya se había formado un corrillo de gente a su alrededor, todos tapándose la boca con la mano para cotillear con todo el que se arrimaba lo que estaban presenciando, como si estuvieran en un patio de butacas. La mujer del helado se acercó al hermoso hombre-helado y le susurró con un tono grave pero audible: “vete a casa, lávate la cara, recoge tu ropa y no vuelvas jamás”. Abrió su bolso negro, quitó un paquete de toallitas de esas que todas las mujeres llevan para situaciones de urgencia y con delicadeza, limpió sus labios y manos. Se acercó a una papelera y arrojó con rabia las toallitas de color helado de fresa, enderezó su columna y se fue calle abajo caminando como si sus tacones sujetaran el mundo. Me quedé plantada delante del escaparate dónde el maniquí vestía aquel horrible vestido verde, casi idiotizada, sin pestañear siquiera . En un instante me di cuenta de que lo que había presenciado no era sólo un engaño ruin, era algo peor, algo que me dejó pensativa el resto de la tarde. Acostumbramos a quedarnos con una imagen inicial, la más próxima a nosotros, la que centra nuestra atención, y yo caí en esa trampa. Vi el vestido verde horroroso y a la mujer comiéndose un helado de fresa, no entendía como aquel vestido podía dejarla tan hipnotizada, cuando en realidad estaba presenciando como el mundo de esa mujer se desmoronaba tras aquel vestido verde, sin importar quién la observara, sólo siendo la espectadora de la caída de telón de su amor. Buena noche.

sábado, 28 de mayo de 2022

EL OLIVO DE CAMINO

La vida es una mezcla de sensaciones maravillosas, crueles, dulces, demoledoras, suaves, hirientes, mágicas, oscuras..., y todas estas sensaciones generan sentimientos diferentes en cada uno de nosotros, aunque a veces compartidos. La posibilidad de que dos amigas pasen una desgracia familiar el mismo día, aunque hayan transcurrido muchos años entre dicha situación, acorta las posibilidades. Pues esto que os voy a contar pasó entre dos personas que un día se cruzaron por azar en el trabajo y de dónde surgió una amistad que creo a pies juntillas, durará toda la vida. Porque la amistad no significa contarle a la gente que menganita o fulanito es unos de tus mejores amigos, la amistad es aquella que, aún pasando muchos años desde el último encuentro, se mantiene un vínculo tan intenso, que hace que el tiempo se haya borrado y continúe el cariño, el aprecio y la unión entre ambas personas.
Volviendo a la vida, a todos nos ha puesto en algún momento al borde de un precipicio, en alguna situación en la que parece que el destino sólo quiere jugar con nosotros a algo que nos atemoriza o que nos hace mucho daño. A veces pedimos ayuda a especialistas, y perfecto si estos son capaces de "sanar" ese mal momento. Otras veces recurrimos a algún amigo cercano y le contamos lo qué nos está ocurriendo, también respetable. Y otras, el azar, el destino o lo que sea, hace que esa amiga a la que no veías desde hace muchos años haga una llamada casi mágica y te diga que viene a verte. 
Ella es mi amiga, mi niña desde hace mucho tiempo, y es como si tuviera la muy "joía" un detector de "te necesito". Hablamos toda la tarde, le conté, me escuchó, respetó mis silencios, agarró mis manos cuando mi voz se entrecortó, me abrazó cuando se dio cuenta de que lo necesitaba.  Me repitió varias veces, con esa sonrisa dulce de siempre , que se sentía muy honrada por la confianza que depositaba en ella para contarle mis devenires, la montaña rusa en la que estoy subida. Y no, mi querida niña, no te sientas honrada, en tal caso yo te doy las gracias por seguir en mi vida, por hacer que el tiempo afiance una amistad muy bonita y muy necesaria creo que para las dos. El destino quiso que nuestras vidas coincidieran en momentos muy bonitos y en otros tremendamente dolorosos por ambas partes. Sé que debemos quedarnos con lo que nos hizo reír, pero en nuestras vidas están los 28 de mayo que hacen que mi corazón se acuerde de tí por ese nexo del que no hace falta que te diga más. Hoy quería escribirte unas palabras en este blog, unas palabras que te transmitieran calidez, ternura y paz, Quiero que sepas que hoy te tengo más cerca que nunca, a tí y a los tuyos, y por añadidura a los míos. Si pudiera juntar dos estrellas en el cielo para que las vieras esta noche, sé que nombre les pondría. Las dos serían tremendamente hermosas y brillantes, una de ellas tendría un lápiz y un bloc de dibujo a su lado y la otra, el olivo que se trajo cuando regresó a su tierra. Sólo decirte que te quiero en mi vida, que hoy te mando un abrazo de templanza y que me siento en el deber de darte las gracias por ser como eres . Suelo acabar mis entradas en el blog con un "buena noche", hoy la finalizaré con una dedicatoria a tú hermana: El olivo de Camino. Un abrazo al cielo.

martes, 24 de mayo de 2022

BIEN

 "¿Cómo estás?. Bien". Otra vez la misma respuesta manida ocultando todo lo posible detrás de esa palabra. Bien para decirte que no puedo más, bien para contarte que me duele el corazón cada día cuando pienso en él, bien cuando miro hacia el suelo para que no vean mis ojos, bien para cambiar rápidamente de conversación, bien para que no descubran que lloro todas las noches porque ya no está, bien cuándo ni tan siquiera soy capaz de ver una película que le gustaba, bien cuando veo llover y recuerdo cómo le encantaba ese sonido, bien cuando pienso en el qué, el cómo, el por qué él y no yo ...

Y si los encuentro al día siguiente seguiré con la misma retahíla de "bienes". Y lo intento cada día, intento abrir la ventana que deje entrar aire nuevo en mi vida, que limpie este desasosiego que vuelve gris la sonrisa que tanto te gustaba, la carcajada contagiosa a la que llamabas "tu mejor melodía". No es depresión, es tristeza, añoro, una falsa ilusión por volver a encontrarte, una búsqueda irreal de tus gestos, tu rostro, tú voz, tú en cada persona con la que me cruzo. Y me doy cuenta de lo absurdo de este sentir, lo imposible de mis deseos, sé que tú no volverás, ya te fuiste de esta vida y debería de sentirme privilegiada por haberte vivido, por haber bailado descalza contigo en lugares increíbles, por haber sentido tus interminables abrazos, por haber podido mirarnos a los ojos y decirnos muchas cosas bonitas en momentos imposibles, por contarnos aquellos pensamientos en alto sin pudor, sin censuras, sin miedos...

Bien como palabra comodín, aunque tampoco podría contarles nuestra verdad porque a nadie le importa, nadie quiere que hable de tí y de lo que me duele tu ausencia. Es más fácil no preguntar, no dejarme mirar hacia atrás aunque siga estática en este mismo momento desde hace meses. Es más fácil ocultar lo que siento: "de lo que no se habla, no existe". O eso creen ellos...

Bien, a pesar del intento por recordar nuestro último abrazo, ese del que no me hubiera separado jamás, ese en el que te hubiera entregado tiempo de mi vida, te hubiese acariciado el pelo, tus labios, tus manos, ese momento en el que me moriría si supiera que iba a ser el de la despedida, el último momento de nuestro estar...

Es tristeza, que no se confunda, es mi falta, mi ahogo en silencio, los momentos que me resisto a convertir en recuerdos, la negación consciente de un final injusto, mi soledad sin tí, mi no quiero más sin tí...

Quizás hoy sea el día en el que deba dejar de decile a la gente que estoy bien y comenzar a decir: "lo estoy intentando y lo conseguiré. Siéntate conmigo y deja que te cuente cuánto me duele, déjame enseñarte mi herida, deja que llore, que grite, que eche fuera la pena, que ordene mis recuerdos, que me libere de este peso. Ayúdame a pasar este terrible duelo en tu compañía, no me calles, no me digas frases típicas, simplemente cállate y escucha. Esa es la única manera en la que me podrás ayudar, y así podré "curarme" y volver a ser yo, pero sin volver a ser la misma. 

Buena noche.

domingo, 1 de mayo de 2022

LO SIENTO POR ELLA

 Llevo semanas hablándole de tí a una persona a la que "no le hago daño". No te preocupes, se lo he preguntado y me ha respondido con calma y quietud que puedo soltar lastre, que hay muchas "vidas" que llevo a cuestas, que hay mucho fondo en el trastero, que tenemos que ordenar el armario, guardar lo imprescindible en los cajones y vaciar lo que ocupa lugar y sólo produce dolor. Sigo tropezando contigo en cada respiración, en cada sonido, en cada imagen, sin encontrarte jamás en mis sueños. No sé por qué te escondes, o quizás , como dice "mi ayudante", por qué te bloqueo, al igual que lo hago con las preguntas que puedan hacer que mis ojos se nublen. Esta tarde empecé a soñarte, apareciste en el prólogo de mi cansancio y rápidamente me desperté; !!no puedes aparecer así sin avisar, aún no estoy preparada porque sé que no me vas a dar respuestas, no puedo dejarte pasar para que revuelvas mi corazón y te vayas sin más otra vez!!. Además, hoy no es un buen día, ¿sabes?, es el Día de la Madre, la celebración de las colonias anunciadas, de las joyas regaladas con  falsedad, de las flores cortadas de la mata viva. Mal día tengo, lo único bueno de hoy, la comida con mis hijos y amén de esto, de lo malo, mucho. Me he acordado de tu madre, de cómo se sentiría hoy, he intentado sentir su dolor; lo sé, es un pensamiento un poco sádico, pero también lo son las flores de plástico puestas en la tumba de un hijo con una lápida sin nombre, sin fecha de nacimiento, sin la de su final, y eso no lo perdono, sea madre, hijo o cualquier otra persona. Ya sé que tú no le darías importancia, nunca te sentiste querido por ella, y mira que hablamos de rencores, de olvidos, de la guitarra estampada contra la silla, de la cruel decisión de dejarte solo en aquella ciudad para satisfacer el ego de una madre que sólo quería presumir de clase, la que no quería tu bienestar y sólo ansiaba tener un hijo  licenciado formado en la cuna de.... Y no soporto recordar mis palabras para apaciguar tu rencor hacia todo aquello, me repugna haber frenado tu lengua prolija cuando me contabas las barbaridades que pasaste en tu casa siendo niño, tenía que haber asentido con mi cabeza, alzar mi voz con la tuya, tenía que haberte dicho: "sí señor, tienes toda la razón para no querer compartir con ellos ni el aire de una habitación". Unas flores de plástico a un hijo, a un hermano, a un sobrino, a un primo, una lápida sin nombre...no los perdono, jamás.

Pero bueno, allá cada quién, como tú decías. Siguiendo con el armario y el orden, quería contarte que lo estoy intentando,  que pongo mucho de mi parte para convertirte en una capa de seda, suave, liviana, agradable y envolvente, para sentirte viento, mar, lluvia, luz. Cada mañana me prometo que será distinta a la anterior, que el agua sólo caerá del cielo o de la ducha y no de mis ojos, aunque no soy capaz de abrir ciertas páginas, pero que lo intento, de verdad. Y que el telón de acero sé que debe volverse más endeble, menos pesado, más transparente, para que pueda entrar aire no viciado, luz natural, la sonrisa que tanto te gustaba y la carcajada que buscabas. Estoy intentando abrir cada cajón, volcarlo en el suelo y deshacerme de todo lo que me hace daño desde hace tiempo. A veces me sorprendo intentando esconder algo, lo agacho hábilmente, para darme cuenta más tarde de que eso no sirve, no ayuda, no cura. Pero hay muchos cajones, muchos huecos que ordenar y necesito mi tiempo, ya sabes que cada vez estoy más torpe y cuando me golpeo con la esquina de uno, lo cierro con rabia e ira. Y tropiezo mucho, creo que muchas veces de forma intencionada para cerrarlo y no vaciarlo, por lo menos hoy no, no con tanta prisa, ya veremos mañana.

Puede ser que haya sido un poco brusca con mis palabras hacia "los tuyos", pero no me arrepiento. Eras luz cuando ellos sólo veían sombra, eras agua cuando te sentían estéril, eras risa disfrazada de miradas matadoras, amor del verbo amar cuando pensabas en alto, calor cuando agarrabas mi mano y eso ellos no lo sabían. Nunca te conocieron y ya nunca lo harán, cosa que sé que agradeces, y yo también. 

Un día me dijiste que te hubiese encantado tener una madre como lo era yo con mis hijos, haber recibido lo que yo les di, ser como ellos. Lo has hecho Juancho, a ellos los quiero con locura para siempre jamás, y a tí también te han querido. Lo siento por tu madre, y más en este día, pero ella, y los que tú y yo sabemos, perdieron a su hermano mayor, ql que nunca supieron comprender, cuidar y querer. Pero yo y mis hijos serán siempre tu familia, así te sentimos para siempre.

Buena noche al resto del mundo. 





jueves, 24 de febrero de 2022

BARNIZ DE POLIURETANO

 Cuando pierdes a alguien muy importante en tu vida, es frecuente que muchos crean que te has vuelto loca, que"estás fatal de la cabeza". Yo, como siempre y por llevarles la contraria, no lo tengo tan claro. Me declaro atea redomada, no creo en la resurrección, ni en un cielo tangible en el que voy a encontrar a los míos. No creo en un más allá, ni en un más aquí, si tal, en un hasta siempre, quizás. Creo que toda pérdida necesita ser procesada de la forma en la que cada uno decida, y la mía me está costando, lo reconozco. No hablaré de pena, ya que sólo me genera pena y más pena. Y claro, esto debes ocultarlo porque si no lo haces los tuyos sufren por tí y te dan sermones de cómo debes de tomarte lo sucedido, te repiten que no pienses más en el cómo, que ya han pasado siete meses, para ellos suficiente tiempo para que vuelvas a reírte a carcajadas, que te cojas una "moña", que la vida hay que vivirla y no mirar hacia atrás. UNA MIERDA, así de textual. Han pasado siete meses en los que no hubo ni un solo día en el que no lo haya tenido presente de alguna forma: si escucho música encuentro su canción, si veo algo rosa me acuerdo que él odiaba ese color, si pienso en coger un tren lo imagino sentado en el vagón, si escucho su nombre me giro para ver quién se llama como él, si llueve me acuerdo de lo que le gustaba mojarse, si hace frío lo veo tiritando, si lloro, si lloro, no lo encuentro...

Hace unos días, en un intento de distraerme, decidí volver a mis manualidades. Me di una vuelta por casa para buscar aquellas pequeñas cosas que fui dejando atrás, aquellos desarreglos que me permitían vivir sin darles la menor importancia. Hice una lista de "entretenimientos" para los siguientes días y anoté todo el material que necesitaba. Me fui a varios centros de bricolaje, de esos en los que la gente lleva carros que parecen autobuses y cargan en ellos las vigas del nuevo edificio que tienen en mente. Es alucinante, estanterías hasta el techo de lo inimaginable, todos acompañados de la parienta y sus hijos chillones subidos a las vigas, que tienes que esquivar con la ligereza que yo ya no tengo. Después de hacer cincuenta pases toreros, pienso que si pruebo con un hula-hop sería capaz de mantenerlo dos vueltas en la cintura gracias a este tipo de centros, y sin gimnasio.  Claro que, como mi paciencia está muy al límite, fui directamente a la estantería de los barnices y me puse a buscar en todas las latas la palabra clave: POLIURETANO. Yo que soy muy aficionada al youtube-bricolaje, tenía muy claro que la mezcla que necesitaba llevaba barniz de poliuretano, catalizador y un chorrillo de disolvente , todo a ojo, muy profesional. Me acerqué a un dependiente que estaba explicándole a dos chicos como se aplicaba un barniz en spray (saben echarse espumas, lacas, ceras en peinados imposibles y no saben cómo funciona un spray; el mundo se acaba), y le pregunté orgullosa de mi "sabiduría" dónde podía encontrar el barniz de poliuretano. "Para madera", me dijo. Yo abrí los ojos como platos y le dije: "nooo, por dios, para metal, para rehabilitar unas manillas". El dependiente me miró como si le hubiese pedido un bocadillo de calamares y me respondió que ese barniz no era para metales, que por su dureza se utilizaba para barnizar suelos. Pude decirle vale, pero me pidió el cuerpo decirle que claro, que por su dureza se utilizaba en las manillas, para que no se estropeen con el uso. No sé de dónde saqué esa respuesta tan ágil, pero con la misma, le di las gracias y salí de allí saltando vigas para que no me preguntara quién me había recomendado esa técnica. Volví a casa sin nada de lo que había anotado en mi lista. Al día siguiente me propuse acudir al comercio local, éste no me fallaría. Primero fui a una tienda de bricolaje (más de ciudad pequeña, mis dominios) y directa a la sección de barnices sin parpadear. Allí me di cuenta de que me había dejado las gafas de cerca en casa (las de ver, en lenguaje de mi familia) y que no era posible encontrar la palabra poliuretano porque ya era imposible de por si leer ni una sola letra diminuta de aquellos botes. Y digo yo, si existen teléfonos con números grandes, por qué no hacen botes de barniz con letras grandes, no lo entiendo, de verdad. Me acerqué a un dependiente y le pedí el ansiado barniz. Nada, que no era mi día, me miró cómo si me hubiera metido con su madre y me repitió lo mismo que el del brico-viga. Otra vez decepcionada, hasta me llegué a cuestionar si "el youtubero" se había confundido con el material que yo necesitaba para restaurar mis manillas. Al salir recordé que muy cerca de allí había una tienda-ferretería-mueblería-pinturería-cocinería..., al que había ido en contadas ocasiones, no me preguntéis el por qué tan poco. Entré y eché una mirada al tendido, dependientes atendiendo a los clientes de forma personalizada, me gustó la idea. Esperé a que alguno acabara, cuando desde la caja oí un: !Hola, te puedo ayudar?. Ese timbre de voz me resultó tristemente parecido, no hace falta que explique el por qué...

Levanté la mirada y lo vi, os juro que su pelo, aquellos ojos, su voz..., qué escalofriante deja vu. Me volvió a repetir !hola!, primero ladeando su cabeza y después sonriendo. Hola, le dije mientras le devolvía la sonrisa tras la mascarilla: "quería barniz de politiano, politureano, polimetano,..". Cerré los ojos y me dije en silencio, "tranquila, sólo se parece, es una coincidencia, lo dirás bien, !!!!POLIURETANO!!!!". Con una sonrisa que se adivinaba tras la mascarilla, salió del mostrador y me llevó a la zona de pinturas. Yo caminaba detrás de él y os lo juro por mi vida, caminaba exactamente igual, esa forma de mover los brazos, su cuerpo delgado y alto, pensé que me estaba volviendo loca, un poco más. Me puso delante de la cara un bote de barniz de poliuretano para madera, le dije que lo quería para metal, y frunció las cejas como él solía hacerlo cuando se le llevaba la contraria. Se puso a leer las minúsculas letras del bote de barniz, cada letra, con tanta calma que se apoyó en una estantería y cruzó las piernas mientras una de sus manos sujetaba el bote y la otra la metía en el bolsillo. No me lo podía creer, era como un clon de él. Quería que siguiese leyendo todos los botes de barniz y pintura de aquella tienda, quería seguir mirándolo, quería seguir allí sin pestañear para no perderme ni un átomo de aquel chico. "No pone nada de aplicar sobre metal, sólo sobre madera, pero puedes llevar un barniz en spray, aunque no es de poliuretano". En ese momento le hubiese comprado una hormigonera con tal de que siguiera hablando conmigo un rato más, pero no tenían hormigoneras a la vista. Le di las gracias y estiró su brazo en forma de reverencia para dejarme pasar delante suya (el mismo gesto que hacía Juan siempre para dejarme pasar, no me lo podía creer). Salí de la tienda sonriente, mantuve la sonrisa hasta llegar a casa, hasta meterme en la ducha y ponerme a llorar con hipo mientras escurría mi espalda sobre los azulejos. Me quedé allí hasta que empecé a toser y ahogarme con el agua que salía de aquella ducha- catarata. 

Me quedé toda la noche pensando en aquel chico y las casualidades. No era él, pero era tan parecido, tenía tanto de él, me recordaba tanto ...

Prometí volver. Y volví otro día a comprar 100 tornillos, seguía sin haber hormigoneras a la vista. Y volví a llorar. Y después una campana extractora, y unas tijeras de podar... 

Él se va a hartar de verme, acabaré en un calabozo con una denuncia por acoso, pero yo no dejaré de llorar.

Buena noche.