domingo, 31 de enero de 2016

UNA DE MEDICOS

Los dioses de bata blanca me ponen enferma. Ya sé que es una contradicción, una antítesis, pero explicaré por qué lo digo.  Llevo un par de meses cuidando de mi hijo enfermo, que entra y sale de los hospitales sin encontrar una solución a su problema de salud. ¿Y cuál es el por qué?. Ufffff, a ver como lo cuento sin crear un problema entre sanitarios.
Existen varios tipos de profesionales médicos. Los médicos son como una bolsa de caramelos de distintos sabor: los hay que disfrutan con su trabajo, los empáticos, los clínicos, los de mirada caída al suelo, los de las manos en los bolsillo de la bata, los paseantes de fonendo, los ovejeros, los extras, los raros y por último los inútiles dioses de bata blanca.
Los "médicos que básicamente son tipo" son esos galenos que creen ser "alguien importante" por el hecho de haber estudiado en sus años mozos, seguramente mientras sus madre les preparaban un caldo de gallina  los fines de semana y se encargaban de recordarle a gritos a todas las vecinas del bloque que "mi pequeño estudia para médico" en la prestigiosa (y única, sea dicho de paso) universidad de Santiago de Compostela.
Los "médicos que disfrutan", son aquellos que te pueden hacer una consulta en el pasillo de un servicio en treinta segundos y dejarte convencida de que su diagnóstico es lo más acertado que existe en la vida. A estos los adoro.
Los "empáticos" son los que me maravillan, los se cruzan buscando tu mirada, te responden con una sonrisa, y si detectan en tí el menor atisbo de tristeza, no tendrán problema en pararse contigo, acariciar tu brazo actuando de toma de tierra para descargar tu pena. Los adoro.
Los "clínicos" se dedican a recoger el máximo de informacion del proceso, asépticos en sentimientos, encorbatados, respetables y respetados, los más seguros, los más eficaces y a los que recomendarías siempre.
Los "de mirada al suelo", tímidos enfermizos, posibles víctimas de los familiares más agresivos, a los que casi apetece abrazar y decirle al oído "ya está, hala, ya pasó", ahora vete al baño y sécate las lágrimas. Todo está bien. 
Los "paseantes de fonendo" son los que realizan grandes caminatas a través de los pasillos del hospital y los que cada vez que se cruzan con un humano, realizan un gesto muy caracteristico:  estiran el cuello hacia delante hasta extremos insospechados a la vez que encajan su fonendo de marca clásica en la hendidura ya hecha en su cuello. Y así caminan hasta llegar al próximo humano para repetir su oxidado gesto.
Los "de mano en el bolsillo de la bata" son los típicos, los que jamás intercambiarían un saludo con los pacientes, jamás dan la mano, su preciado tesoro, esas manos que revuelve entre las pelotillas de los hilos del bolsillo de su almidonada bata. Estos me dan grima.
Los "ovejeros", esos pobres futuros médicos que se dedican a perseguir a su adjunto, siempre detrás, dando pequeños saltitos borregueros silentes para no molestar a su admirada "fuente de sabiduría", el cuál generalmente suele ser "uno de mano en bolsillo de la bata".
Los "extras" son aquellos médicos que están desubicados, no tienen lider, pero cuando se topan con otro grupo de batas blancas se entretejen entre ellos de forma disimulada para no ser descubiertos por sus pacientes y sentirse protegidos.
Y por fin, los inútiles dioses de bata blanca, mis preferidos, a los que dedico este blog. Estos días he tenido la oportunidad de conocer a un par de estos especímenes, y a los que a día de hoy "sigo sufriendo". Se hacen llamar doctores, cuando la gran mayoria son Licenciados por carecer del doctorado que le daría dicho título. No les gustan los tuteos, me refiero a los respetuosos, a los que facilitan una información sin clasismos ni diferencias humanas. Tengo que decirlo, me revienta la creencia por parte de estos licenciados que levitan un centímetro por encima del suelo con la falsa creencia de que sus pacientes y los que los rodean están un escalón por debajo del suelo que ellos pisan.La prepotencia, la falsa creencia de  su sapiencia hace que crean poseer la verdad absoluta y esto los convierte en los mayores estafadores de la historia de la medicina, ya que su falsa apariencia no corresponde con su sapiencia, de ahí ese afán por demostrar sus diferencias humanas.
Inútiles dioses de bata blanca, esos a los que me apetecería bajarles los pantalones y darles unos cachetes por prepotentes y ridículos. Si por mi fuera, los humillaría, y cierto que ello es fácil, no suelen ser inteligentes, repiten frases y ejemplos sistematicamente, siempre los mismos y cuando los desvías un poco del tema, te das cuenta de la pérdida de orientación que sufren, no saben defender sus convicciones, no saben volver a sus rancios razonamientos y es cuando, rápidamente se ponen en pie y te dirán que van a atender una urgencia. Mentira, es la huída del cobarde.
Por desgracia sufro a un par de elementos de estos en la asistencia de mi hijo, cosa que me enfada y desespera, ya que se dedican a apoyarse en la misma idea peregrina para justificar cualquier diagnóstico por el simple hecho de no saber solucionar el caso concreto. Dios nos coja confesados caer en sus manos, diría mi abuela, porque como "metan la pata" con el diagnóstico de mi hijo, me encargaré personalmente de que con  sus batas blancas hagan trapitos para limpiar los cristales en su casa por siempre jamás. Lo juro. Buena noche. Y buena suerte hijo.

1 comentario: