miércoles, 30 de noviembre de 2022

GRACIAS A TÍ

 Y de pronto sentí que el dolor acumulado era tan intenso que provocó que me  olvidara de vivir. Marqué aquel número de teléfono, lo dejé sonar unas veces y colgué con cierta desesperanza. Al rato, un número desconocido en la pantalla, una voz muy dulce, unas cortas frases y muchas lágrimas incontroladas. Hizo falta pocas palabras y algún silencio contenido para que me entendiera, sentí incredulidad, un nudo en la garganta cuando me dijo "yo creo que te podemos ayudar". Era la primera vez en mucho tiempo que hablaba de Juan con alguien, sentí un alivio extraño, una sensación de que estaba "desatascando" mi pensamiento, un poco de empatía en un corazón absolutamente devastado, terriblemente hundido y tristemente roto. Unos días después me fui al lugar dónde me habían indicado, buscando a la persona que intentaría ayudarme, miraba nerviosa hacia todos los lados, tratando de descubrir entre la gente que se cruzaban conmigo, la ayuda que tanto necesitaba. Allí estaba él, tal y cómo me había indicado la dulce voz, y allí estaba yo, muerta de pena. Me nombró tras su mascarilla, lo nombré tras la mía, en un tono muy suave, e hizo un gesto con su mano, un "vamos allá"...

Paredes de piedra, ventana verde, una planta en la esquina (pobre planta), una mesa y dos sillas a una distancia cómoda, la mía soportando mucho dolor, él en la suya transmitía la calma que a mí me faltaba. Normas, seriedad, "empatía que no simpatía" me dijo. No sé su historia de vida, necesito hablar sin causarle daño, me empeño en proteger a todo el mundo de mi dolor, sin saber hacerlo yo conmigo misma. Hablo cuidando mis palabras para no herirle, le insisto en que me mande callar si algo de lo que digo le incomoda, no quiero provocar daño, ya es suficiente con mi dolor.

Primer día, lo inundo todo. No soy llorona pero desde que Juan se fue, lloro de forma inconsolable en soledad, no en público, ahí soy "muy fuerte", dicen los que no ven mi interior. Él escucha pacientemente, él me escucha, qué sensación tan rara y desconocida.

Pasan las semanas, lloro mucho, cuento todo, no quiero dejar nada dentro que pueda volverse en mi contra. Él me facilita con su actitud el desahogo, a veces me hace sonreír, ya me había olvidado de esa sensación tan cálida. Muchas veces no puedo mantenerle la mirada, el hecho de que me vea llorar provoca en mí una mezcla de timidez e impotencia exasperante. Le pregunto el por qué de muchas cosas, es muy hábil, sabe que soy yo la que tengo que buscar las respuestas, pero su compañía lo facilita, es una persona mágica que calma mis horrores... 

Un mes y otro mes más, tengo prisa por sentirme mejor, tengo miedo al paso del tiempo, soy contradictoria. Pienso en que cuando llegue el límite de los encuentros, no estaré preparada para volver a la vida. La suerte fuera de aquellas paredes de piedra no me acompaña, cada paso que doy últimamente me lleva a un nuevo tropezón, intento avanzar pero siempre hay algún obstáculo que me lleva al suelo y provoca heridas demasiado conocidas...

Mi entorno no ayuda, yo tampoco lo facilito, me cierro en banda, no quiero que vean mi pena, no quiero "defraudarlos", no puedo decirles que avanzo muy lento, prefiero que crean que todo va mejor mientras yo construyo un muro alto, muy alto, lo suficientemente alto para que no vean mi lado herido, el que les demostraría mi debilidad, en el que dejaría a la vista el cansancio y mi derrota.

Busco personas parecidas a Juan por la calle, siempre con la ilusión de que volveré a encontrarlo, creyendo que aquello ha sido un mal sueño, una pesadilla demasiado larga. Pienso que habrá un día en el que levantaré la vista del suelo y tropezaré con él, como hacíamos siempre. Qué boba soy, sé que se fue para siempre, sé que no volverá jamás, pero me cuesta tanto ...

Sigue pasando el tiempo y la persona que me ayuda va ganando mi confianza, descubro  un "avis rara" muy agradable, le pido permiso para ser su amiga, me lo permite, es mi amigo. Tiene la capacidad de hacer que sea consciente de mi realidad, me hace sonreír, provoca la búsqueda de razones para comenzar de nuevo otra vida, otra más, no sin avisarme sensatamente de que nunca volveré a ser la misma, seré yo sin él, cosa que empiezo a asumir...

A veces, me lanzo al vacío y le digo que tengo la necesidad de comprobar qué pasaría si me suelto "de su mano" y empiezo a caminar sola (qué valiente soy, me miento). Tengo vértigo, miedo a caerme otra vez, tengo pero no quiero, quiero pero no puedo, lo necesito pero me recome la idea de una vuelta atrás. Quizás esta "cojera" será crónica, quizás le pediré una prórroga si me lo permite, quizás debería intentar no ser cobarde, quizás debería de dejar de decir quizás...

Él sigue escuchando mis dolores, mis pérdidas, mis miedos, se mantiene callado con sus manos entrecruzadas. Yo hablo, hablo y hablo, a veces lo miro de reojo, está atento a lo que digo, qué cosa más extraña, me sorprende encontrar a alguien tan humano...

No llevo reloj en la muñeca desde que ocurrió , no quiero saber nada del tiempo. En la "casita" hay uno a mi espalda, tardé días en darme cuenta de su existencia. Unos días no marca el tiempo, otros, cuando ya no puedo más, miro el reloj y le pregunto afirmando que "ya es la hora". Creo que me conoce tanto que sabe que lo digo como escape, el gesto de sus ojos y su sonrisa me indica que me ha cogido, entiende mi "hoy hasta aquí, no puedo más" y nos vamos, no sin antes luchar contra la cerradura de la casa verde, de la casa "de cristal"...

Camina a mi lado, siempre vamos hablando, es curioso como me mimetizo con sus movimientos: si cambia la dirección, yo lo sigo, si se agacha, yo me agacho, si saluda, yo saludo, si mete las manos en los bolsillos, yo instintivamente hago lo mismo..., tiene su punto cómico ...

Le debo mucho, le debo el haberme enseñado a no vivir en una desesperación continua, a gestionar una pena que me estaba aplastando, a reordenar una vida que se había desplomado, a perder la vergüenza por expresar mis sentimientos, a encontrar los recursos que tenía bloqueados en mi mente, a decir en alto que me gusta la vida y que quiero vivir aunque ya no esté Juan en ella, a afrontar los rotos de mi cuerpo como yo quiera, sin juzgar, sin quitarme la razón, sin críticas a mi forma de pensar, respetando mis "yo soy así"...

No diré su nombre, no hace falta, sí diré que la casualidad ha hecho que encontrara a un ser humano único, a un amigo para siempre, a un "sanador" de tristezas, con un carácter tan reconocible, tan ágil, tan similar, tan difícil de encontrar en este tiempo...

Gracias por todo amigo. 

Me emociona hablar de él y si algún día os lo cruzáis en vuestra vida, sabed que sí existen las personas buenas que te enseñan cómo "deshacer nudos" que no te dejan avanzar en un proceso de duelo, que hace que razones y veas que la cura está en cada uno, que bajes muros y que empieces a vivir. Él es mi escucha, creo que lo será para siempre, es un auténtico placer su acompañamiento. He ganado en paz interior, en salud emocional, he aprendido  que todos tenemos rotos, pero que con la ayuda de personas como él, podemos unir esas partes y entender que no pasa nada si se ven las cicatrices, porque forman parte de la normalidad de cada uno . Hoy la entrada en el blog es para él, para mi amigo, para un gran ser humano, para una bellísima persona. Gracias por estar, no me faltes nunca.

 Buena noche.