domingo, 18 de diciembre de 2016

NO TENGO TIEMPO

Esta mañana leía en el facebook de mi vida, un recuerdo de hace un año, un escrito hecho desde el dolor, la rabia y la impotencia. Sabes, ese tipo de recuerdos que puedes volver a compartir en tu página años después. Leí el texto, lo leí, lo releí y sentí pena, pena por lo que había vivido mi hijo, por lo que habíamos sentido todos, por la tristeza que revolvía mi alma un año después, y tomé una firme decisión: no tengo tiempo.
Casi llegando ya a los 50, he pasado el ecuador de mi vida, he pasado momentos realmente duros, desesperantes, amargos, pero también he disfrutado de otros llenos de vida. Lo he pensado fríamente, lo he recapacitado y he decidido que el tiempo que me quede intentaré que sea un tiempo felíz. Seguramente la vida aún me tiene guardada alguna perrería, esas cosas no son controlables, pero la otra parte, la que yo decido será lo mejor que pueda ser. Quiero ver a mis hijos crecer rodeados de risas y abrazos mágicos, con despertares a su lado, "te quieros" a diario y caricias espectaculares. Quiero tomar unos vinos con mis amigos, con los de verdad, esos que saben quitarte la sonrisa en un día gris, los que saben de qué hilo hay que tirar para sacar lo mejor de cada uno, sin olvidar nuestra particular forma de ser, los que saben que siempre estás con ellos para lo bueno y lo no tan bueno. Quiero trabajar sintiéndome necesaria para mis pacientes, calmar las ansiedades que les produce la enfermedad, tocar sus manos cuando las retuercen en un pañuelo, levantar sus miradas cuando se sientan agotados, y que noten mi compañía en sus pesares.
Quiero que mi familia sepa que yo también soy de carne y hueso, con defectos, muchos y seguramente cometedora de grandes errores, pero con un buen fondo, donde pueden acudir cuando sientan pena, pero también para la risa, los recuerdos y para pasar un cálido momento.
Quiero caminar por la calle mirando al frente, tropezando como siempre, con mi despiste tan habitual, mirando el cielo y los edificios, esos que cada vez me parecen distintos, y correr hacia el muelle cuando vea que el cielo comienza a ponerse rojizo, como si de una carrera al tiempo se tratara.
Quiero desayunar mirando por mi ventana, esa que cada día me da un nuevo espectáculo distinto en cada amanecer, tomándome mi tiempo, parando el reloj de la vida durante un espacio para disfrutar de mi momento.
Quiero escuchar música, como sea, me da igual, en directo, en mi mp, en la radio, en mi cabeza. Quiero bailar en pijama por la casa cuando nadie me ve, inventarme las letras, chapurreando un inglés imposible, reírme cuando me paro delante de un espejo para dedicar el concierto a la persona más insospechada. Me da vida, no concibo un día sin el baile incordiando, sin mi música...
Quiero playa en invierno, mis paseos a solas, recogiendo pensamientos de la arena, buscando mi propio colgante, o tu regalo de cumpleaños, mientras veo como otro día se va, lento pero cálido, como llega la noche, mi noche...
Quiero tumbarme en el sillón y taparme con la manta hasta la nariz, recolocar mi todo en ese espacio reconfortante, y ver películas domingueras, una tras otra comiendo regalices hasta que el sueño acabe con el día.
Quiero mirar mi pared llena de las fotografías de los míos, de los que están y de los que ya no, no físicamente, pero sí en mi pared, en mi alma. Quiero recordar momentos con ellos, situaciones que producen escalofríos, sentimientos de los que no hay caducidad y que se mantienen inalterables a lo largo de los años. Quiero apoyar mi mano allí, como si de aquella pared saliera el calor de sus recuerdos. Lo quiero y te quiero.
Quiero comer lo que me gusta, sin cuestionarme si debo o no debo, si me hará engordar o adelgazar, sólo hacerlo por el gusto que da saltarte las normas, como cuando de pequeño conseguías engañar a tus padres y salías vencedor con la boca llena hasta el ahogo de leche condensada. Es un milagro que hayamos sobrevivido a eso ...
Quiero ir a aquella clase que tantas veces retrasé por entregar el tiempo a los demás, ponerme aquel jersey viejo prohibitivo por normas ridículas de elegancia, salir a la calle con zapatillas de tenis aunque llueva, ponerme aquellos pendientes de araña que asustan a medio mundo y subirme los calcetines hasta las rodillas porque tengo frío.
Quiero reírme hasta llorar, esa risa que tanto sorprende a la gente y que confunden con pena. Quiero mirarte a los ojos, hasta leer en ellos tu interior, hasta sentir lo que te duele y lo que te alivia, así, sin palabras, en silencio.
Quiero tantas cosas, quiero hacer tanto, que a veces creo que ni tiempo tengo ...
Buena noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario