miércoles, 12 de julio de 2017

DÍAS QUE VALEN LA PENA

El 11 de julio, un gran día en mi vida. Esta mañana estaba temerosa de que sería otra pérdida de tiempo. Me senté en aquella sala, mirando la pantalla vacía, esperando el turno para entrar en aquella consulta con mi hijo, quizás con la inquietud de aquel que ya no espera recibir ayuda. Su número se iluminó y caminamos hasta la puerta de la que esperaba por lo menos, respeto. Tantas veces hemos tenido que levantarnos sin esperanza, acariciando la espalda de mi hijo para intentar transmitirle la seguridad que yo ya no tenía, prometiéndole que encontraríamos a alguien que nos ayudaría a acabar con su tortura, tantas veces lo he hecho, que hoy creía que sería un día más. Nos sentamos en aquellas tres sillas perfectamente alineadas al otro lado de la mesa: su padre, mi hijo en medio y yo, pegada a la ventana, cerca de la luz, lo que me ayuda a respirar. Hablaba, escuchaba, escribía, preguntaba, exploraba, sonreía, se dirigía a él con empatía y dijo que había que estudiarlo.  Le enseñó un vídeo que provocó que mi hijo desviara su mirada, que yo buscará en el suelo algo en lo que perderme  para no escuchar sus quejidos, aún me duelen tanto, me provocan tanta impotencia, me hicieron sentir tan inútil...
Salí de allí creyéndole, con una buena sensación. "No le falles por favor, otra vez no", susurré.
Fui a arreglar papeleo pendiente y lo llamé:" ¿Estás en el hospital?. No, volveré en media hora". Y allí volví en ese tiempo, necesitaba su abrazo, sabe que lo necesito, que hace que dosifique mi miedo. Hablamos de la vida, de cómo nos conocemos, de cómo querríamos "irnos", con una conciencia de paz, de relajación y de entrega a un 
incierto final. Me relaja escucharlo, me transmite tanta paz...Me volvió a abrazar en la despedida: sólo le pedí que no dejara de hablarme, que necesitaba sus abrazos antes de operarme, y por supuesto, en el camino. Mantente cerca David, no te alejes demasiado.
Fue una semana de decepción, desencanto, no fui capaz de arrancar de mi piel la frialdad de aquellas palabras. Mi Sonia, toda la semana culpándose de su no culpa, intentando arreglar el corazón de dos amigas a base de abrir el suyo en canal. Es cierto que le dije que no quería saber nada, se lo dije varias veces y cada vez que lo hacía, la espina se clavaba más en mi carne. Maldita sea, ni capaz soy de no quererla. No dejes que siga estando coja, acompañadme en este camino, no podré hacerlo sola.
No tengáis miedo, el miedo roba fuerzas,confunde, no ayuda. Ahora sí, ahora podremos, ya veréis como sí. Os quiero.
Y para ser un fantástico día, él consiguió ser felíz. Lo sé, lo vi. 
Buena noche.