martes, 3 de octubre de 2023

PELUQUERÍA III

Semana crítica para mí, decisiones en las que no puedo participar, boca cerrada sin  gritar que estoy aquí, que aún estoy aquí, que aún puedo, que aún soy. Nervios, murciélagos revoloteando en el estómago, una sala llena de extraños que deciden sobre mi vida, sobre el futuro y mi valía. Amigos incapaces de apoyarte, familia ocupada, compañeros que prefieren silenciar sus voces, todo con un fondo irónico a mí favor, como yo no haría si sus vidas les diera una vuelta de tuerca y cayeran de culo en el mismo lugar dónde yo me encuentro ahora. Pero no voy a gastar ni una sola palabra en ello, es más de los mismo, es como abofetearme por tener pensamientos tan reiterativos, casi vomitivos si no os molesta la comparación. Bueno, a lo que vamos, muerte a los murciélagos...

Que sepáis que he ido a la peluquería la semana pasada, discreta como siempre, si no fuera porque el collarín que sujetaba mi ya maltrecho cuello era tamaño bulldog y yo no paso de chiguagua. Creo que no me he explicado claro, resulta que cuando explotó la olla exprés, salí volando con un cuchillo en la mano y una pechuga en la otra ..., bueno, a lo que iba, que tener un mesado de piedra de pista de aterrizaje no ayuda, y claro, las vértebras del cuello frenando sobre el reborde del mesado ,..., ya os podéis imaginar, que no he vuelto a hacer vichyssoise, que me llega con encontrarme pegotillos resecos en sitios insospechados años después del incidente. Y no porque no limpiara la cocina con esmero, Dios sabe que me pasé semanas desincrustando la cremita de marras de toda la cocina y alrededores, pero cuando te pasa algo "tan explosivo", el contenido es infinitamente mayor en cantidad que el propio continente, creedme. Pues eso, que después de "los fuegos artificiales" y del viaje a la velocidad de la luz hasta frenar en el mesado de granito, siguió el "arreglo de lo descolocado", y por eso tengo que lavarme la cabeza en la peluquería con un collarín que impide que mi cuello toque el lavacabezas. Os diría que lo imaginárais, pero sé que es difícil hacerlo sin que os provoque una "explosiva" carcajada.

No quiero desviarme del tema, necesitaba a gritos un tinte, ya no podía seguir arrancándome las canas cada vez que se proyectaban como antenas, tiesas, gruesas y blancas, como si lo hicieran a propósito las muy...

Tenía que ser y allí me fui con mi hermana, el collarín, ropa de repuesto por si el lavacabezas se convertía en una catarata que hiciera que me llegara el tinte hasta el mismísimo...,"¡para!, no sigas por ahí, soy tu conciencia". Vale, vale, que no puedo quejarme, que entre la peluquera, mi hermana y la menda procedimos a la colocación del cuello-rígido- con capacidad de dar dos vueltas sobre si mismo y allí lo adaptamos entre un par de "ayyyy, esa es mi oreja" y un "afloja que me ahogo, por tu madre", que era también la misma, todo sea dicho. Así, tiesa como una mismísima bantú, me encaminé al lugar de lavado con cierto recelo porque la intuición nos decía que podía "mascarse la tragedia". Me senté en el sillón, una a cada lado, me tumbaron en bloque, apoyaron el collarín en aquel lavacabezas y !voilá!, encajó a la perfección. Llenaron todos los huecos con toallas para evitar que la temida ducha tintorrera me empapara, tres toallas en el cuello, una en la espalda y otra que sujetaba mi hermana en sus manos para evitar que la piel de mi cara se volviera marrón chocolate de por vida. Agua, champú, agua, suavizante, agua, mascarilla. Mientras mi hermana me cubría la frente, ojos, nariz y boca con la toalla que tenía en las manos. Es cierto que hubiera evitado que mi cara quedase color caramelo, pero el azul de la asfixia no hubiera quedado mas elegante en la foto de la esquela, no, no lo veo. La verdad es que se lo agradezco, pero, !!! lo de que respiro por branquias fue una broma, hermana!!!.

"¿Te doy un masaje en la cabeza?". No pude negarme, hacía tanto tiempo del último masaje capilar que con éste casi me escurro del gusto por el sillón hasta el suelo. De ahí a la silla de corte, puntas, capas a la velocidad del rayo y con el arte del mismísimo manostijeras, secado rápido sin forzar el cuello y lista. Bueno, un poco de laca para darle un aire más actual a mi estilo habitual y listo.

Me cambié de ropa, el agua no había  llegado hasta dónde yo sospechaba, sólo mojó un poco la espalda. Me dirigí a pagar, la dueña del local le preguntó a su socia. "¿qué le cobro, de todo?". Respuesta afirmativa y cuando  empezó a sumar "esto, más lo otro, eso también, un poco de...", me recordó a la lista del supermercado. Cuando me dijo el precio, me quedé boqueando como un pez  fuera del agua y me tuve que morder la lengua para no espetarle un : "!!eeeeeh, de todo no, que el pelo lo traía yo de casaaaaa!!". Nos volveremos a ver por las canas, pero cuando suba la bolsa. 

Por cierto, buen trabajo a las dos.

Buena noche.