viernes, 29 de diciembre de 2017

PITUSA

Mi querida Pitusa, se me hace raro llamarte así porque para mí siempre has sido "mi Tita Pilar", una mujer de bandera, tierna y tan facilmente querible, que el simple hecho de nombrarte provoca en mi mente un torbellino de recuerdos confortables. Esta mañana te has ido y lo has hecho como tú eras, prudente, discreta, quitándole importancia a cualquier guerra con la que te toparas. Debo confesar que esta última semana ha sido para mí intensa, dolorosa y reconfortante al mismo tiempo. Hace unos días me contaste que cuando dormías soñabas con un jardín donde veías árboles con grandes hojas verdes, y me decías que era curioso porque de sus ramas colgaban hacia abajo enormes flores de colores, te parecía tan bonito y te notaba tan encantada de haber estado allí...
Cuando iba a verte te agarraba de la mano y tú agarrabas la mía con fuerza, como si las manos de los que te cuidamos fuera lo que te anclaba a la vida, a este mundo... Tranquila, te la agarré hasta el final, hasta cuando ya te habías ido en alma. En una de las últimas conversaciones contigo me pediste que te pusiera una inyección para dormir (tú llamabas así a los rescates de la sedación), y yo te pregunté si ibas a soñar. Me contestaste que querías volver a soñar con ese jardín lleno de colores, que querías quedarte allí porque estaba también tu madre. Y allí te fuiste a soñar, y allí te quedaste para no volver.
Esta mañana tenía mi corazón partido en dos, porque te quiero en mi vida, pero tengo que dejarte ir, este mundo ya no es para ti, Pitusa. Y de esa forma callada, te has ido.
Estos días has recargado mi mente de recuerdos, tan cálidos, tan familiares, tan intensos..., te echaré tanto de menos... Ojalá hayas llegado ya a tu destino, ojalá abraces ya a los tuyos, ojalá haya valido la pena tanto sufrimiento. Estés dónde estés, seguiré agarrándote de la mano. Hasta siempre, Pitusa.
Buena noche.

lunes, 11 de diciembre de 2017

RISTO vs JORDI CRUZ

Leía en prensa la entrevista que le hizo Risto Meijide a Jordi Cruz (sí, ese cocinero que presume hasta de cómo echarle sal a las comidas con estilo). De entrada ambos me parecen arrogantes, de miradas esquivas, incapaces de sentarse de frente quizás por el supuesto duelo dialéctico de dos gallos de corral con espolones bien afilados. Risto lanza dardos envenenados y Jordi los desvía con un revés magistral. Ambos titanes, ambos puro genio, hasta que una imagen consiguió doblegar a Jordi, una fotografía hizo que de golpe entrara un rayo de calor en el poro de su humanidad: allá su hermano, allá su padre, y éste último es el que desmontó las piezas del hombre de acero. Su emoción provocó que se escapara de su boca una frase que hizo que el corazón bombeara algo más que sangre hacia mi cerebro. Activó mi sistema límbico, allí dónde dice mi amigo que se acumulan los recuerdos, los auténticos. No quiero desviarme de la historia, estábamos con la emoción de una imagen. Pues bien, Jordi se emocionó, decía la entrevista que sus ojos se humedecieron al recordar a su padre. Casi era fácil imaginar lo que seguía: que lo echaba de menos, que recordaba cuando iban a hacer volar las cometas los domingos, sus abrazos, sus besos, las tardes de sofá a su lado...,!pues no!. Con los ojos llenos de emoción dijo: "Jamás me dijo que me quería, y yo a él tampoco se lo dije nunca". Y eso me cayó como un golpe inesperado, como cuando te clavan una aguja en la nalga sin darte antes los cachetes correspondientes...
¿Cómo puede ser posible que el padre de Jordi no le dijera jamás a su hijo que lo quería?. ¿Cómo puede ser posible que su hijo no le dijera a su padre "te quiero", aunque fuese en un momento de emoción?. ¿Cómo puede ser posible que este hombretón haya pasado exactamente por lo mismo que yo he pasado?. Porque sí, yo no recuerdo haberle oído decir a mi padre jamás la palabra "te quiero" a nadie, así explicitamente, jamás. Y se lo pedí, mejor dicho, le reté a que me lo dijera poco antes de "viajar al espacio", porque él no se moría, no le daba la gana, él pasaba a otro plano existencial, pero sin morirse. Lo de la muerte era tristemente para los demás, pero no para él.
No quiero perder el hilo de la conversación; pues bien, este hombre, que es más hermético que una conserva, estaba reconociendo en un medio público que su padre había sido tan "capullo" como el mío. Y casi que me fastidiaba un poco que lo de mi padre no fuera original, que hubiese en la misma especie otro ser carente de sentimientos, ojo, hacia los demás, porque querer sí se quería a si mismo, hasta el punto de creerse inmortal, pero esa es otra historia. La "chicha" de todo esto, es que aquel Jordi, que hasta ahora lo tenía castigado en una esquina de mi indiferencia, se ganó el trocito de mi corazón que aún mantengo caliente y me dió pena, pero porque me sentí terriblemente identificada en aquellos ojos, que hoy amenazaban a lluvia y no a tormenta, como a diario. Y es que es una judiada cuando los padres no aprenden a decir te quiero, porque de una pareja te lo esperas (todo se consume, hasta las palabras), de los hijos, bueno, las hormonas los vuelven descerebrados "asentimentales" hasta que a las chicas les hacen ojitos y les crecen los "te quieros" en cada libreta, de los amigos según la temporada y el número de vinos a sus espaldas, de la cajera del supermercado fliparía si me dice que me quiere mientras me cobra la compra, pero hasta sería emocionante, no sé...
Mira Jordi, hasta hoy no me caías muy bien, tengo que reconocerlo, porque no entendía como un hombre tan joven podía ser tan arrogante y distante, pero te entiendo, tú no tienes la culpa, tú sólo has construido una coraza, de esas impenetrables, pero mira, deja un poro abierto para que puedan entrar los "te quiero", porque son necesarios, créeme, una vez que los pruebas, ya no puedes vivir sin ellos. Y con esto no te digo que siempre los vayas a tener, no, te los quitarán porque decirlo muchas veces compromete y eso tiene un coste que no todos están dispuestos a asumir. Pero mira majo, yo te doy uno, te doy un "te quiero" porque hoy te he sentido más cerca, hoy has ocupado un trozo de mi piel, justo ese pedacito dónde he tenido el escalofrío al leer tu entrevista. Siento mucho la afasia de tu padre, como sentí la del mío. No aprendas de eso, no vale la pena. Dí te quiero cuando quieras, cuando alguien lo precise y no dejes que se vaya sin que se lo recuerdes una y mil veces, porque sabes Jordi, que te quieran es cálido, pero que te lo digan, es de valientes, y valentía hoy en día, hay la justa. 
Buena noche.