domingo, 31 de enero de 2021

SIN DECIR LA PALABRA MALDITA

 Buscando fugas para escapar de aquello que no acaba de convencernos, quizás callamos palabras que tememos pronunciar, actos de los que no estamos seguros, sin embargo, si miramos con perspectiva, sabemos que aquello no es para nosotros, no sopotaríamos tanto olvido, tanto juego, tanto silencio vacío durante un tiempo que cree castigar y que sólo provoca distancia, hielo encima de cenizas que se mantienen soplando, y que a su vez se dispersan para desparecer apagadas al lado de un arcén de cualquier olvido..

Malos tiempos para jugar a tensar una goma ya cedida de antes, esperando un café en aquel sitio donde el mar no acaba, mi sitio preferido, mi lugar mágico, mi refugio, pero al que hoy no quiero invitarte porque es imposible hacerte entender que debe ver el interior verdadero de los demás, y no sólo tu modestia altiva y socarrona. No, allí no estás invitado hoy, no conmigo, no para compartir el aire de salitre que a mí me tranquiliza.

Miedo, no por marchar de allí dónde están los que "se escaparon" de mi lado, miedo a dejar a mis motivos cojos, a que nadie acaricie sus frentes cuando no se encuentren bien, miedo a que su sillón verde pierda la "carga de cura" para los dolores, a que nadie sepa dónde guardo la bolsa caliente que les da el cobijo que ellos necesitan para cerrar los ojos y soñar con aquellas cosas bonitas que yo les contaba y a que nadie agite por la noche su atrapasueños que engulle de sus noches los malos sueños. 

Pero no, sin música jamás, sin la guitarra de Ariel y su caminar golfo que hace que mi boca se vuelva un cuarto creciente, sin la voz de Pau que nunca dejará de ser un trampolín para salir del pozo o ser la montaña rusa que a veces necesito para subir en esa altura equilibrada, con la dulzura de Cristina con su delicada suavidad de Malasaña, la voz quebrada de Tarque que me hace revolver los poros de la piel hasta el mismísimo deseo, la elegancia y sobriedad del Loco,..., y sin mi María con la más eterna elegancia tras la mirada más triste, y por supuesto a mi Ëdith con el francés más bellamente desgarrado... 

Que tiempos más jodidos para encontrar la alegría, en este baile macabro de cifras diarias que resuenan constantemente, pero no voy a acabar este escrito con tristeza ni con dolor, no diré la palabra maldita que define la situación actual, agarraré mi piel, me abrazaré con amor para siempre, pintaré mis labios de rojo carmín, bailaré como nunca me has visto bailar  y sonreiré hasta que mi mundo deje de girar. 

Para mis dos hijos Guiller y Gabri la última mirada, para siempre, vosotros.