sábado, 8 de noviembre de 2014

VICTIMAS IRREALES

Si hay algo que no soporto en una persona adulta es el victimismo. He elegido una profesión en la que cada día veo auténticas tragedias, héroes anónimos, situaciones límite, almas indescriptibles, miradas de terror, grandes victorias y terribles fracasos. Da igual la edad, he visto el mismo miedo en padres, hijos, abuelos... y reconozco que mil veces he salido de un box pensando que la situación allí vivida era muy injusta. Hay un tópico entre el personal sanitario cuando salimos de la sala del vital y las cosas no están bien: no miramos hacia la sala de espera, no levantamos la mirada. Creo que es un mecanismo de defensa porque si te miro a los ojos, leerás en los míos la noticia que no quiero darte. Ayer me pasó. Una chica joven con un pronóstico malo, terrible. Entró la médico a hablar con ella y en cuestión de segundos, ella y su marido lloraban abrazados. Los vi a través de la cortina, y de forma instintiva miré al suelo. Lo hice para que nadie viera mis ojos, mi sentimiento de impotencia, mi emoción escondida. Al rato mi mirada se volvió de nuevo hacia aquella cortina entreabierta. Está vez mis ojos se cruzaron con los ojos del marido, una persona joven que me miraba como buscando una respuesta, un por qué les estaba pasando aquello. Lo miré intentando mostrarle mi apoyo, y no pude más que apretar mis labios. Intenté decirle lo siento, pero esta vez estaba demasiado cabreada con la vida. Lo siento, no pude, es demasiado injusto, las personas tan jóvenes no deben luchar por su vida tan pronto, no están en su tiempo...
Me pierdo, todo esto venía a cuento porque no aguanto a los victimistas, ese tipo de personas que habrán pasado las suyas, no lo niego, pero que siempre lo suyo es lo peor, lo que más duele, lo que más malestar causa y los héroes de historias de lo más común. Se creen los más luchadores, los que más echan de menos, los que vuelven una y otra vez al pasado para su regocijo, los que revuelven en el cajón de su vida para sacar retales de lo bien que lo hicieron en su momento, para predicar con sus falsos triunfos y alardear de sus más que dudosas victorias. Esas personas que traen a la vida una y otra vez  sus espíritus, sin darse cuenta que viven anclados en un pasado que ya no encaja en su presente. Pués bien, ese tipo de victimas, de sus vidas, esas, no las soporto.
Trabajo en lo que me gusta, creedme, me encanta mi trabajo. Tengo la suerte de trabajar en una profesión llena de sentimientos, en la que cada día muchos pacientes me provocan sensaciones de lo más humano, en la que eres capaz de hacerle entender a un completo desconocido que si necesita de mis cuidados, ahí estaré ". Me gusta esa sensación, llegar a casa y recordar que hoy he tocado una mano desconocida que necesitaba el calor del contacto, he acariciado una cara que delataba el miedo, he dado la mejor de mis sonrisas a unos ojos asustados o le he cantado a un niño la misma canción que consolaba a mis hijos cuando el temor los envolvía. Me gustan estos héroes, los victimistas no. Buena noche.

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