martes, 4 de noviembre de 2014

LA POSESA

Me gusta mi profesión, sí, me gusta aunque haya momentos en que mi espíritu salvador se torne asesino con según quién me tope. Cuando estudiaba la carrera de enfermería, los profesores hablaban de la comprensión, la empatía, la dulzura, la entrega vocacional de la enfermera al cuidado de los pacientes. Hablaban y hablaban durante horas del buen método, de la paciencia, de los sentimientos compartidos. Nos repetían una y mil veces que la empatía era fundamental, que tuviéramos mucho cuidado con ponerse en la piel del paciente, que no compartieramos sentimientos personales, que mantuvieramos una distancia emocional preventiva. Y prometo que lo he hecho, pero a veces hay situaciones en las que el cuerpo te pide a gritos un poco de guerra. A que me refiero?. Lo aclaro.
Soy enfermera desde hace 20 años, afú, si echo un ojo a la orla, no me acuerdo de casi ningún compañero, sólo de los que tenía sentados a los lados. 
Y en todo este tiempo me he encontrado con pacientes que más que enfermos parecían poseídos. Lo juro y os lo cuento: mujer menor de edad en el Servicio de Urgencias acompañada por sus padres. Su patología es lo de menos, lo más preocupante es su educación. El aspecto era una mezcla entre "pilingui" y posesa. Sus movimientos descoordinados, su lengua viperina y su volumen de voz, de ese tipo chirriante que te produce un desagradable pitido de oídos. Con este tipo de adolescentes suelo tener poca paciencia, la verdad. Después de dejar que soltase por su boquita todo tipo de improperios hacia sus progenitores, asustar a los pobres pacientes que esperaban en la sala de espera, aguantar que sus gritos se oyeran en el exterior del servicio, la pasé a la consulta e invité a sus padres a que tomaran el aire fuera para que descansarán del encanto de su hija. Cualquier padre con dos dedos de frente le hubiese volcado encima un litro de agua bendita y hubiese salido de la consulta cuál alma que lleva el diablo en busca de una sagrada cura. Estaban cansados de la niñata, se les notaba, y salieron a ventilar su vergüenza ajena. La niña me fundió con su mirada, bueno, eso creía ella. Su boca empezó a vomitar todo tipo de insultos, recuerdos a mis muertos, ya de paso aprovechó su limitada libertad condicional para dedicarme piropos  innombrables, mientras su rabia aumentaba y su saliva salía disparada con cada palabra. Me dediqué a mirarla, esperando a que se le acabara el repertorio, la pila o la mala baba. Y coño, se le acabó antes de lo que preveía, empezó a toser y no era capaz de hablar, tenía la garganta seca, aunque yo creo que realmente tenía la garganta fundida por el calor de sus palabras demoníacas. Aproveché para acercarme a ella y le pregunté si estaba mejor. Pobre de mí, la volví a activar, otra vez mis muertos por en medio, cambiando mi profesión por otra más liberal y vuelta a las babas. Agotada su voz de nuevo me acerqué a ella y le dije al oído: "si yo fuera tu madre te daba un par de xxxxxxx y te cerraba ipsofacto esa bocaza". La niña, que no tenía desperdicio me espetó: "si tu fueras mi madre me iría de casa". Es que me lo puso a huevo y no pude evitar contestarle: "si tú fueses mi hija, sería YO la que te echaría de casa, no soportaría tener una persona tan vulgar por hija y pasarme la vida avergonzada por tu pinta, tu baba y tu lengua".
Justo en ese momento entró la madre sin levantar su mirada del suelo, la niñata se calló de repente y me miró desafiante, como si hubiera ganado la batalla dialéctica, veía el triunfo en sus ojos, pobre ignorante ...
La madre me miró con una impotencia contenida, se giró hacia ella y le dijo: "túmbate inmediatamente en la camilla, cierra esa boca asquerosa y estate quieta porque soy capaz de atarte a la camilla yo misma".
Fué una bocanada de aire fresco, mis ojos hacían chiribitas al verla desarmada . La niña del exorcista ni pestañeó, se acabaron los gritos y los insultos. Por fin cerró aquella bicaza , por fin un poco de silencio, por fin se agotó.
Soy enfermera, me gusta mi trabajo, practico la empatía , intento cuidar a los pacientes de la mejor forma posible, pero no soporto a este tipo de personas, no tengo por qué aguantarlos, esto no forma parte de mi trabajo vocacional. Así que seguiré siendo impasible con este tipo de comportamientos. Por cierto, me alegro que su madre haya despertado por fin. Buena noche.

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