viernes, 14 de noviembre de 2014

ADOPTANDO AL ODIOSO GORRILLA

No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo. Pago mis impuestos religiosamente,a los que me obliga este pais de...vamos a dejarlo, y los de mi pueblo, ciudad o lo que sea este pedazo de tierra donde vivo. Ayer llovían cubos de agua, daba vueltas con el coche con mi niño pequeño sentado en su elevador, buscando un sitio donde aparcar. De pronto lo vi, allí estaba esperándome el sitio perfecto, uno de esos sitios que envidias cuando ves que otro acaba de llegar y aparca a la de ya. Pues bien, era mi sitio, estaba allí para mí. Pues no. Si quería aparcar en "mi sitio", tenía que pagarle a un gorrilla colocado hasta las cejas el "eurillo" que cobran por dejarte aparcar en "tu sitio". Aparqué, claro que aparqué, y  de repente tenía dos ojos colgados en el cristal de mi ventanilla, unos ojos que decían: "has aparcado en mí aparcamiento y tienes que pagarme un eurillo para que yo no te pinche las cuatro ruedas del coche". Reconozco que me salió un punto macarra. Le miré fijamente, arranqué el coche manteniéndole la mirada, metí la marcha atrás con la mano derecha mientras mi mano izquierda sufría un espasmo y mi dedo medio quedaba erecto. Me largué de allí mientras mi hijo se reía y yo blasfemaba contra de las políticas permisivas. Di una vuelta más hasta que vi un coche con el intermitente puesto. Aparqué en doble fila, este sí que sería mi sitio, nadie me cobraría por él, nadie me miraría por la ventanilla con cara de colocado. Era "mi sitio" y me estaba esperando...
Estaba yo a la espera para que el lentísimo conductor sacara el coche del deseado sitio cuando de pronto, un coche que venía por detrás puso el intermitente. Me mordí los labio y me dije: "ni de coña, chaval". Cuatro intermitentes, porque no podía lanzar unas bengalas y llamar al ejército, era mi sitio, sólo mío. Marcha atrás, rápido, ya casi estás, vamos, es lo que deseas, es tuyo yyyyyy aparqué, claro que aparqué, mientras eché una mirada desafiante al listillo que intentaba robarme lo mío. Le mantuve la mirada, el también lo hizo, como una hiena que no quiere compartir su carroña. Lo siento, guapito, te he ganado.
Bajé del coche con el pecho hinchado, lo había conseguido, mi triunfo, cuando a lo lejos volví a ver esos ojos de colocado gorrilla. Me giré, le mantuve la mirada, quería fundirlo. Algo debió ver en mis ojos, porque cuando estaba a punto de llegar a mi coche, dió un giro de 180 grados y se perdió entre la lluvia. Había ganado, ahora que no me raye el coche. Buena noche.

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