lunes, 27 de octubre de 2014

DESPEDIDAS

Me he preguntado mil veces cuál es el dolor más insoportable que podemos soportar en nuestra vida. Estoy segura que lo que más duele es la muerte de un ser querido. ¿Pero en qué grado?.
Cuando fallecen tus abuelos sientes que una parte de tu infancia se va con ellos, te quedas con medias Navidades, con Reyes extraños, sin una parte entrañable de tu historia. Con el fallecimiento de tus padres adquieres el título de "huérfano" desde el momento cero, sin importar los años que tienes cuando ocurre. Ya no tienes su apoyo, desaparecen de un plumazo las personas que formaban tu círculo de seguridad . Te das cuenta que ya no habrá más compras de Navidad con tu madre, que sus comidas se ha extinguido con ella, que tu padre ya no volverá a decirte "en mi época...", que los marcos de fotos entran a formar parte de tus recuerdos porque es la única forma de tenerlos aún contigo. La muerte de un hermano es un hachazo en el alma, creo que es la muerte más dolorosa después del fallecimiento de un hijo. Es algo que jamás llegas a entender porque los hermanos son el resto de tu vida, la que no se llevan tus abuelos y tus padres. Vivir ese episodio es cruel, inhumano y te produce una herida tan profunda que tarda en cicatrizar muchos años, demasiados, a veces nunca. La muerte de una hijo hace rayar la locura, es el dolor más punzante, injusto, irracional y antinatural que existe. No creo en la recuperación de esos padres, aprenden a sobrevivir desde ese día, pero esperando que cuando todo acabe volverán a estar con ellos. Es el dolor del esperar llegar a donde están, el único motivo para seguir aquí.
Y la muerte de "la mejor amiga"?. Qué pierdes cuando ella se va?. Qué sientes?. Pues se siente todo, una mezcla de  horribles malestares, pierdes el tiempo vivido con ella, las confidencias, los secretos inconfesables, los amores, los llantos comunes, los enfados y los perdones.
Hoy fui al tanatorio a abrazar a un amigo que había perdido a su madre de golpe, sin avisar. En frente unos profesores despedían una compañera que se les fué en un corto camino de enfermedad, sin tiempo de muchas despedidas. En el piso de abajo una compañera de trabajo despedía a su tia-abuela y en frente, una vecina de toda la vida lloraba a su hermana. Distintas edades, distintas familias y distintas historias, pero todas con los mismos sentimientos hacia los suyos, con lágrimas en los ojos y caras de incredulidad. Mucho dolor en aquel espacio tan pequeño y cuantas historias de vida que desaparecen. Un dia triste. Buena noche.

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