martes, 30 de junio de 2015

UNA NOCHE CUALQUIERA

 Podría haber sido un día cualquiera, uno de esos en los que vas, haces y te marchas. O una noche sin más, en la que les cierras los ojos para que olviden hasta el día siguiente el motivo que les llevó hasta allí. Pero el comienzo había sido puñetero, con una tristeza contenida, con ganas de "nada", no era mi noche. O sí, no lo sé.
Alguién entró llorando, voz de mujer asustada, de esos llantos en los que no entra ni gota de aire en una garganta llena de terror. Alguien me avisó de lo que ocurría, y no pude seguir sentada. Detrás de la cortina una mujer rubia, llena de miedo y de golpes. En estos casos necesito el contacto, quizás en un intento de que se sientan queridas, o quizás porque el calor a veces cura, tan solo un poco. No salían palabras de su boca, sólo pequeños intentos, solo lágrimas continuas llenas de terror, de miedo, de un "ya no puedo más" de lo más desgarrador. La primera palabra audible fué un ¿no te acuerdas de mí?, un hachazo en mis oídos, un tortazo en mi corazón. Claro que me acuerdo, pero la ultima vez que te ví sonreías...
Me senté en la camilla, a su lado, en silencio, secándole aquella desesperación, muy pegada a ella, casi deseando que se repartiera el dolor entre las dos para que dejara de sufrir, como duele, coño. Su nariz sangraba, no le dolía, eso no dolía, lo otro sí. "Me llamó puta", me dijo. Lo odié, lo hubiese matado con mis propias manos, lo despellejaría en vida..., pero no puedo, cogí aire y me tragué el mismo odio que transmitia aquella mujer. No quiero que llores más, vamos a buscar una solución, TU SOLUCIÓN. Hablamos durante largo rato, opciones, posibles soluciones, de vivir, de lo bueno que le quedaba, hasta creo que vi esperanza en aquellos ojos rojos. Qué bella era. Y así debería seguir siendo.
Uno de mis pacientes se desorientó, y aún así me reconocía, me sonreía. Quería caminar, pasear de forma errática, cada dos pasos se topaba con un obstáculo y se enfadaba. Lo convencí para acostarse, hablaba con él y le acariciaba la frente mientras inyectaba en su vía un sedante. Su mujer sentada en un sillón, delgada, ojerosa, consumida. Le dije, "estás muy cansada, verdad". No hizo falta decir más, sus ojos se nublaron y comenzó a llorar. Me contó su desesperación, su angustia, su sentimiento de culpa, sus fustraciones, su miedo. Agotada hasta la extenuación, sin vida, sin futuro, sólo esperando...
Por fin se quedó dormido. Una hora después me asomé al box con la luz apagada. Él dormía de lado...y ella se acurrucaba abrazándolo, confieso que me emocionaron, ahora los dos estaban tranquilos. No dejé que nadie rompiera ese momento.
Llegué a casa, me acosté y lloré. Y creo que así me quedé dormida. Buena noche, o buen día.

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