viernes, 3 de julio de 2020

MUJERCITAS

Soy mujer en su completo significado. Feminista,no. Sumisa, tampoco.  Defiendo mi sexo, mi género, mi identidad, mis posibilidades y mi fuerza de mujer, pero reconozco que hace unos años no era nada agradecido hacerlo. Nacemos de igual forma que el varón, eso ponía en los libros de biología de la excelsa EGB, crecías con una orientación marcada a fuego por las santas madres de los colegios de la Inquisición (llamaba así a mi colegio de monjas), tan extendidos en mi época infantil, en dónde a base de  golpe de dedal en la cabeza te inoculaban la tendencia hacia las labores del hogar. Ni que hablar del punto de cruz en los pañitos de vichy para el ajuar de tu inmaculada boda. !!!Que rico café podrías servirle a tu marido en el bonito mantel cosido con tus propias manos, mientras clavabas las uñas en el requemado de la olla del manjar que acaba de devorar el señor!!!!. Los hermanos varones no participaban como tú, la cocina era el sitio sagrado de la mujer, estaba terminantemente prohibido que el género masculino entrara en el recinto dedicado a fritura, con el eterno olor a aceite requemado imposible de eliminar ni bañándote en agua bendita. Como mujer estudiabas, parecido a  ellos pero diferente, porque las exigencias eran muy distintas. Ellos eran más de estudiar, pero con sus juergas justificadas, sus partidas de mus con los compañeros del piso de estudiantes, casi obligados por varón a llevar el pitillo de lado en la comisura sin que el pelo les oliera a tabaco, ni a fritura claro. En cambio si la mujer fumaba, la madre se encargaba de fruncir el ceño y susurrarle al oído : "apestas a tabaco, eres una señorita y eso no está bien visto". 
Ya llegada la adolescencia te torturabas con esas depilaciones que nunca terminaban: que si a la playa, las ingles; que si el vestido palabra de honor, las axilas; que si aquella peligrosa minifalda, los muslos (de pollo, me decía mi hermano cuando quería ser insolente); que si el bigote, que si las cejas, que si la madre que parió a los folículos pilosos. 
Cuando acababas la carrera, te dedicabas a mandar curriculums vitae hasta a la luna, eso sí, con foto de cuerpo entero, que eso es muy importante a la hora de montar hamburguesas en el McDonalds. Y un día te enamoras de aquel chico que te hace reír, y os hacéis novios, y renovios y requetenovios,  aunque no podréis iros a vivir juntos ni casaros porque el sueldo de montar hamburguesas no da para tanto. Eso sí, continúas con una ilusión ilusoria pensando, ya llegará el trabajo de tu vida, antes o después conseguirás dejar de oler a hamburguesa y trabajarás para lo que te has preparado durante tanto tiempo. Opositarás, conseguirás tu plaza y te plantearás tener hijos. Y aquí es dónde la vida da un giro de 360 grados, y te da el mareo infinito.
Miras hacia atrás y te estremeces: naces mujer, de cabeza al colegio de monjas, mantelito de vichy de los cojones, te casas con un marido manco (no le crecen las manos hasta el primer grito, claro), pelo despeinado oliendo a refrito durante años, depilar lo que la naturaleza (que es muy sabia) ha puesto en nuestros cuerpos porque al del sillón le rasca, le pica, le j... (cojo aire), estudias, opositas, curriculeas durante años, fríes hamburguesas, odias las hamburguesas, tienes hijos, trabajas, los crías, limpias la casa primorosamente, cuidas del ficus, cumples los 50 sin que nadie se entere de que tienes vida propia, explotas, haces la maleta y piensas:
!!!!Quiero hacerme un Eva Nasarre!!!!. Y te vuelves a casa a deshacer la maleta y a ponerte la piel que imaginaste quitar en mil ocasiones...
Voy con la cena. Buena noche.

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