Cuando iba a verte te agarraba de la mano y tú agarrabas la mía con fuerza, como si las manos de los que te cuidamos fuera lo que te anclaba a la vida, a este mundo... Tranquila, te la agarré hasta el final, hasta cuando ya te habías ido en alma. En una de las últimas conversaciones contigo me pediste que te pusiera una inyección para dormir (tú llamabas así a los rescates de la sedación), y yo te pregunté si ibas a soñar. Me contestaste que querías volver a soñar con ese jardín lleno de colores, que querías quedarte allí porque estaba también tu madre. Y allí te fuiste a soñar, y allí te quedaste para no volver.
Esta mañana tenía mi corazón partido en dos, porque te quiero en mi vida, pero tengo que dejarte ir, este mundo ya no es para ti, Pitusa. Y de esa forma callada, te has ido.
Estos días has recargado mi mente de recuerdos, tan cálidos, tan familiares, tan intensos..., te echaré tanto de menos... Ojalá hayas llegado ya a tu destino, ojalá abraces ya a los tuyos, ojalá haya valido la pena tanto sufrimiento. Estés dónde estés, seguiré agarrándote de la mano. Hasta siempre, Pitusa.
Buena noche.
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