Llegó el momento del móvil dorado, tecleando con una sola mano y componiendo una melodía en cada toque de letra, orgullosa de su dominio. Tentada estuve a intentarlo yo, pero no, sólo tengo tres falanges en cada dedo y ella no, de eso estoy casi segura. De pronto, algo falló en aquella máquina del diablo, ella resopló y me temí lo peor. Y eso ocurrió; cuál mismísimo demonio empezó a destripar el teléfono. Fuera tapa posterior, fuera batería, fuera tarjeta de memoria, fuera ... todo iba siendo arrojado dentro de aquel bolso sin fondo. Pude ver la desesperación en su cara, agarró su espesa melena con una mano y la arrojó hacia su hombro izquierdo arreándole a su compañero de viaje un latigazo que lo hizo despertar de inmediato del estado de hibernación en el que se encontraba sumido. Juro por Dios que pensé en no bajarme del tren así llegara al final de las vías, sin saber como acababa aquella historia de pseudosadismo. Me acomodé en el respaldo, miré el reloj y me alegré al saber que aún me quedaba tiempo para ver el final de aquella historia. De pronto, aquella valquiria clavó sus mirada en mi lo que provocó que mis pulmones se olvidarán de respirar. Sentí como sus ojos me empujaban hacia el respaldo del asiento. Sentí terror mezclado con un poco de emoción. Sin esperarlo, cerró sus ojos con fuerza, suspiró ruidosamente y se dejó caer sobre el respaldo quedando en un semicoma cuasipreocupante. Se mantuvo en trance durante un par de minutos que se me hicieron eternos. Oí como aquellos pulmones inspiraban y esperaban ruidosamente, cosa que me tranquilizó.
Este estado le debió provocar un destemple corporal y en un tris, se levantó de su asiento golpeando nuevamente a su víctima-compañero de viaje para coger en la repisa superior la piel que tiempo atrás se había arrancado. Me dió la risa, siento confesarlo con tanta sorna, pero temí por la vida del pobre vecino. Llegaba a mi destino, me aseguré de llevarme todas mis pertenencias, y confieso que casi me apetecía seguir encajada en aquel teatro de vida. Allí se quedó la rubia, con su tuida melena volante, su móvil destrozado, su libro casi no estrenado y con su víctima aún respirando.
Buena noche.