lunes, 2 de enero de 2017

2017

Juana, tengo que decirle una cosa... !!! Felíz año!!!. Así fue mi comienzo de año, agarrando una jeringa en una mano y acariciando la cara de, llamémosla Juana, con la otra mano. Los últimos minutos del año los dediqué a escuchar la historia de aquella valiente mujer. Su año de nacimiento hay que rescatarlo del siglo pasado, 1923, allá tan lejano. Creció en una familia de clase media y se casó joven con un guapo amigo. Vivió años muy felices al lado de su amor, tuvo varios hijos hasta que la guerra le robó a su compañero de viaje. Triste, sola y con varios pequeños dependientes de ella, sacó fuerza de sus recuerdos y prometió salir adelante. Y así lo hizo. Montó un negocio de hostelería y sobrevivió a lo que ella llamaba lo imposible. Y así la premiaron, a la mujer emprendedora, yo hubiese añadido el adjetivo valiente ante todo. Tiró siempre hacia delante, con mucha tranquilidad, como si el tiempo no contara para ella. Y allí la tenía a mi lado, contándome su vida mientras le hacía una gasometría, con aquella actitud paciente y entregada. Miré el reloj de mi muñeca, y poniendo mi mano izquierda en aquella tersa piel de 94 años le dije: Juana, tengo que decirle una cosa... 
Ella me miró con aquellos ojos llenos de bellas historias y dijo: "dime, mi ángel". Sentí su ternura clavarse directamente en mi corazón, reconozco que nubló mis ojos más de lo que yo hubiese deseado en ese momento, pasé mi mano suavemente por su mejilla y le dije: !!!Feliz año!!!. Juana sonrió con sus ojos, bella, tranquila y dulce: "Felíz año, deseo que este año sólo te traiga cosas buenas". Me quedé mirándola, me atraía aquella serenidad, me preguntaba si realmente había visto en mí algún rastro de dolor enquistado, no lo sé. Salí del box para tramitar sus pruebas y allí la dejé, acompañada de su templanza. Un rato después volví a asomarme por allí, Juana estaba acompañada por una de sus hijas, una chica con la misma sonrisa dulce de su madre y casi sin darme tiempo a reaccionar, mi paciente le dijo a su acompañante: "mírala, es mi ángel". Me acerqué a retirarle la vía, ya se iba de alta, todo había salido bien. Estaba felíz por irse y yo me alegré de que el primer día del año estuviera con los suyos. Se despidió agitando su mano desde la silla de ruedas. La vi irse, quizás no la vuelva a ver, igual su edad no le tiene reservadas muchas navidades más, pero sí pensé: "ahí va una mujer valiente, una dulce dama plateada". Ha sido un placer pasar de año a su lado. Buena noche.

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