sábado, 13 de septiembre de 2025

EL COCHE AZUL

Dormir una noche sin que nada la despertara se había convertido en un deseo casi imposible, sin embargo aquella no había sido una de las peores. Aún así, a media mañana el cuerpo le pesaba un poco más de lo ya habitual, los pasos no parecían ágiles y una niebla espesa orbitaba a su alrededor, todos ellos sutiles indicios de que el cuerpo suplicaba una pequeña desconexión.

Agarró la botella de agua y bebió como si aquel sorbo le proporcionara el empujón definitivo de vitalidad que necesitaba. Y así siguió pasando la mañana, con minutos que se iban multiplicando en cada segundo hasta que llegó la hora de volver a su mundo. 

Cerró la puerta con las últimas fuerzas que le quedaban ese día, un portazo inútil que hizo que la puerta volviera a abrirse, como si quisiera burlarse de su debilidad. Suspiró una última vez, cogió aire profundamente, la agarró con ambas manos, frunció el ceño para mostrar su enfado, empujó está vez con una rabia foribunda hasta conseguir cerrarla de un golpe seco. No faltó una mirada atrás para comprobar que nadie hubiera presenciado aquel gesto tan poco femenino...

Llegó al vestuario como si hubiese atravesado cinco valles, tres ríos y dos veredas. Introdujo la llave en la cerradura de la taquilla y sintió como si hubiera abierto un sendero hacia la libertad. Sonrió tímidamente cuando echó un ojo a la ropa que colgaba de las perchas, todo liviano; sandalias, sol, mar, aún se respiraba verano, lo que parecía devolverle a la vida.

Salió a la calle para recibir el primer bofetón de calor, colocó las gafas de sol sobre sus eternas ojeras y tomó el camino entre los árboles que la llevaban hasta el aparcamiento. Una suave brisa, el ruido chirriante de unas ruedas sobre el asfalto y el final del camino que acababa en un paso de peatones. Miró a la derecha, a la izquierda y se dispuso a cruzar. De nuevo volvió a escuchar el chirriante ruido, levantó la mirada y vio como un coche azul se acercaba a toda velocidad. Tuvo un mal presentimiento, apuró el paso y al llegar a la acera, el conductor dio un volantazo injustificado dirigiendo el coche hacia dónde estaba ella. Dos fugaces segundos para pensar ¡corre!. Y así lo hizo, dudando de la agilidad tantas veces cuestionada y de si realmente le daría tiempo a esquivar un atropello seguramente mortal. Sus pies volaron hasta la acera mientras otro volantazo hizo que aquel descerebrado conductor corrigiera su trayectoria. Ella quedó paralizada mientras aquel coche se dirigía de nuevo hacia una segunda víctima que se encontraba unos metros más allá. 

Aún con el susto en el pecho, se  sentó al volante en silencio, intentando entender aquella actitud. Había sido una larga jornada de trabajo y sus pies pesaban más que cualquier otro día. Deseaba volver a casa, comer algo y descansar olvidando todo lo ocurrido. Pero no pudo evitar pensar en las consecuencias de aquel alcance, quizás no hubiese llegado hasta la acera, ni al coche o ni tan siquiera a su casa. 

Quizás hubiesen alertado a su hijo de una salida en ambulancia para atender un atropello cerca del hospital. Él nunca sospecharía quién era la víctima a la que debía atender, o simplemente quién sería la persona que ya no necesitaba ser atendida. Y mientras se enfrentaba a uno de los peores momentos de su vida, el conductor del coche azul estaría sentado a la mesa en su casa con la familia sin inmutarse por la barbaridad cometida.

Ella ya no estaría, sus hijos habrían perdido a su madre, mil planes quedarían aplazados para siempre, muchas palabras sin decir y abrazos que flotarían perdidos en el aire.

El coche volvió a pasar por delante de aquella mujer asustada con la actitud chulesca de un adolescente que quiere comerse el mundo. Mal sabe que la propia vida puede devorarlo en una décima de segundo. Se fue como vino, vacío, cruel, dañino. 

Ella tuvo suerte, llegó a casa y llamó a su hijo. Sólo necesitaba oír su voz otra vez y decirle que lo quería de todas las formas queribles. Él escuchaba en silencio sin entender el motivo de aquella llamada. Ella colgó el teléfono y se tumbó en el sofá verde, aquel que curaba todas las heridas de vida. Y se quedó dormida 

Buena noche.

jueves, 28 de agosto de 2025

ELLA

Todos sabíamos que aquella sombra de ojos acabaría naufragando esa noche. Todos menos ella, que intentaba por todos los medios buscar primaveras en una vida en la que ya sólo había inviernos, nubes grises y lluvia. Por mucho que le dijeras que las rosas no nacen bajo el cemento, ella se resistía a romper el hilo que la mantenía unida a lo imposible. 

A veces podías oirla tarareando en voz baja canciones que hablaban de amores perdidos, de vueltas de alguna parte, de caminos inversos, aunque nunca alzando la voz, siempre en susurro. Creo que sabía de lo absurdo de sus pensamientos y aún así, se negaba a abandonarlos...

Juro que se lo dije mil veces, "abrirse en canal, hablar de lo que siempre se silencia es el primer paso hacia un suicidio mental. Es como tirarte al vacío sin saber lo que hay ahí abajo. Y no siempre son nubes, querida... ".

Alguna vez quise levantarle el ánimo, "venga, sigue así, lo estás haciendo bien, estás volando, ¿lo sientes?. Eso la motivaba a salir de su oscura tristeza, a seguir intentando una y otra vez. Quizás no debí insistir tanto, no sé...

"En un sitio dónde no hay amor, yo le encontré. Y me dicen que no siga buscando lo que una vez tuve porque no lo encontraré de nuevo. No me conocen, mal saben ellos que nunca les haré caso, no perderé la esperanza de tropezar de nuevo con alguien como él , en otro lugar insospechado". Cómo me gustaría que se cumpliera tu deseo, amiga... 

Repetía una y otra vez "tengo escondidos en rincones de mi casa, mares llenos vida, agitados, en calma, tormentosos. Y cada uno de ellos, hechos de momentos vitales. Incluso, si te permitiera buscarlos, encontrarías algún naufragio del que salí en dirección hacia una tierra secreta. Y ahí, quizás es dónde me encuentro ahora". Me encantaban sus rutundidades...

Se quedaba con la mirada perdida buscando recuerdos. De pronto sonreía, me miraba y decía con su voz rotunda:  "¿Sabes?. Era jodidamente embaucador, cómo sabía acariciarme con las palabras..."

Siempre llevaba en la cartera un billete de vuelta al mismo sitio, por si acaso, por si debiera volver a un momento que sabía imposible...

Tenían un lugar mágico, la SONRISERÍA, dónde se "encontraban" cuando ya no tenía fuerzas para seguir, cuando ya estaba agotada de intentar volver "a ser siempre". La he visto "viajar" a ese lugar muchas veces, me hubiese gustado acompañarla en alguna ocasión, no os imagináis la serenidad que transmitía...

Siempre estaré ahí para ella, a su lado, en su luz y en sus sombras, pendiente de cada paso, "abastonando" su vida. Vete tranquilo...

Buena noche.



domingo, 13 de julio de 2025

LELA

 "Ayer se fue una mujer buena". Así comienza esta historia. 

Intento rebuscar en mis recuerdos el momento en el que conocí a Lela y no logro separarla de mi vida. Debía ser yo una niña muy pequeña cuando ella apareció en la vida de mi familia. No existía vínculo de sangre entre su familia y la mía, sin embargo aquella mujer grande, con melena corta y horquillas a cada lado, con zapatos enormes y ojos siempre tristes, seguiría unida a nuestra historia de vida hasta el final de sus días.

Un poco huidiza de todo, guardiana fiel de sus hermanas, o quizás separada al mundo de aquella cocina, siempre callada, prudente, servicial y emotiva, Lela se levantaba cada mañana para los demás, esa es la sensación de humildad que trasmitía.

No recuerdo que el amor le hubiese rozado nunca. Siempre con sus hermanas y un poco relegada a segundo plano, nunca acudía a bodas, comuniones ni entierros, siempre guardiana de una casa, nunca participaba en encuentros sociales. Siempre faltaba Lela, mi buena Lela.

Sus ojos marrones, verdes o parduzcos trasmitían una tristeza oculta. Nada sabías de sus sentimientos, sólo de su trabajo. Nada era ella, todo eran los demás.

Agradecida eternamente, llena de emoción contenida, abrazada a si misma, Lela iba cumpliendo años para los demás. Aquella mujer grande, empezó a venirse abajo con la misma entereza que mantuvo siempre. Se apoyaba en las paredes para mantener un equilibrio perdido hace años, cada vez más silenciosa y callada, cada vez menos visible y más vigilante de sus hermanas desde el silencio y la quietud. 

Lógica, cabal, sensata, recorrió los últimos años de su vida de puntillas, sin hacerse notar, con la discreción exquisita de la que antepone la vida de los demás a la suya propia. 

Ayer Lela se apagó y con ella se fue una parte de mi historia. Y lo hizo con la misma discreción con la que vivió, en silencio, sola y sin hacer ruido. Siendo yo mujer de poca fe, deseo para ella que exista un cielo en el que se encuentre con todos los suyos y los míos. Aunque conociéndola, estoy segura de que seguirá allá dónde sea cuidando de todos los que se fueron antes que ella. Ojalá exista tu cielo, Lela. Ojalá que tus ojos brillen allí con toda la intensidad que te faltó en la tierra.

Vuela alto, Lela.

Buena noche.


jueves, 5 de junio de 2025

PRESENTE

Me gusta sentarme en el sillón verde de curar los males y dedicarme unos minutos. Cuántas veces me habré preguntado si estoy haciendo las cosas bien, si realmente hago lo que quiero, si alguna vez tendría que  haber actuado de una forma menos impulsiva y más reflexiva.

Este "paseo" por lo consciente del inconsciente no es fácil, por sí necesario.

Todos tenemos sombras, cuidamos mientras nos descuidamos, firmamos sueños en papel que con el paso del tiempo se vuelven ásperos, pétreos, incómodos ... 

Cuántas veces rumiamos conscientemente frases como "yo puedo con todo, no temo a nada, con esto es suficiente, no necesito más, ya ha pasado lo peor". Frases valientes que arrastran un descomunal esfuerzo que no acaba de convencer a nadie...

Ven aquí, siéntate conmigo "mi yo del presente", tenemos que hablar.

Deja que te tome las manos, sólo necesito decirte que no dudes tantas veces. Créeme, lo estás haciendo bien. Tomas decisiones  que antes ni te hubieras planteado, por fin te has situado por delante de todo, te importas más y ya no eres el número dos en tu lista. Por una vez has comprendido que no puedes cuidar siempre hasta el agotamiento, ni consumir todo tu tiempo y menos quedarte sin un solo minuto para tí. Deja de adaptarte a todos, vas camino de ser canonizada... 

Si las personas que se asoman a tu vida te quieren realmente, tendrán que entender que esta historia se basa en un justo equilibrio entre tú y ellos. 

Tienes valores, deseos, prioridades que debes respetar porque si así no lo haces, seguirás llena de carencias, y la paz interior no se basa en faltas.

Tú decides cómo quieres que transcurran los días y las noches, no estás en este mundo para y por los demás, necesitas momentos de cobijo, caricias en el pelo, abrazos, y un dedo recorriendo suavemente tu columna desde el cuello hasta el infinito.

Sólo tú sabes qué y cómo duele el interior, todas las dudas, lo que deseas y lo que harías desaparecer. No permitas que nadie te calle, no grites en silencio, no sonrías en momentos en los que sólo te apetece cerrar los ojos y desaparecer. No repitas  "no importa" mil veces al año, no disfraces las decepciones con palabras que le vengan bien a nadie. No lo hagas...

Ya es hora de revolverte, decir no una y mil veces, no me apetece, no es lo que quiero, no está en mi lista de prioridades, no es lo que deseo, no. 

Acércate más a tu libertad, a los sueños, a la música, a la arena y sal corriendo de los sitios fríos, agobiantes o dónde no puedas ser tú. Sabes perfectamente a lo que me refiero.

No busques amistades que se han ido, cada uno marca sus prioridades y puede ser que tú no seas una de ellas. Qué más da, ahí fuera hay gente fantástica, personas que aportan, comparten y no restan. Dale movimiento a tus alas, sólo tú puedes hacerlo, échate brillo en los labios, saca tus mejores galas, levanta la vista del suelo y libera sonrisas y palabras. 

Esa sí eres tú, ¿pero dónde te habías metido?. 

No permitas que nadie gestione tus tiempos, planifica las horas del día sola o con quién respete tu libertad, acércate sólo a las personas que no priorizan su vida ante la tuya. 

Que a nadie se le ocurra insinuar qué debes hacer a una hora u otra sin antes haberte preguntado si estás de acuerdo, no vivas de los intentos ajenos, hazlo desde tu caja de decisiones postergadas que dejaste  encerradas hace tiempo...

Y si alguien te dice que debes hacer algo "sí o sí", ponte enfrente, levanta la cabeza y respóndele con un no austero. Repítelo como un eco interminable hasta que entienda que sus decisiones no son las tuyas. 

Hola, bienvenida a tu yo del presente. Ahora ¡vive!.

Buena noche.






domingo, 11 de mayo de 2025

EL POLLO

Llevo una semana encerrada en casa porque un pollo enfermo se ha cruzado en mi camino y no sé cuándo ha sido. No, no he perdido la cabeza, debe ser lo único que no he perdido estos días. Me imagino la secuencia. Un pollo, seguramente casero, de los que campan a sus anchas entre las verduritas de la huerta, se acerca graciosamente a su dueño moviendo las plumitas de su trasero. Éste lo habrá cogido en el regazo para decirle lo buen pollo que es y lo orgulloso que está de que forme parte de su fantástico gallinero, y de esta relación idílica en la que no hace falta lavarse las manos porque son como de la familia, ¡zasca!. 

O quizás la historia no fue así, quizás el pollo se tambaleaba desde hacía unos días, tenía mal color en las patas, se le caían las plumas y estaba poco comunicativo. Y ante tal estado, el dueño del pollo en un momento de lucidez pensó que era mejor que el plumífero no sufriera y formara parte de un cocido o de unas ricas croquetas. Seguramente pensó, "le damos viaje y como es mucho pollo para nosotros , le regalamos medio bicho al vecino que el pobre está currando todo el día en el bar". El vecino recibe encantado el regalo, le da cuatro machetazos al medio difunto regalado,  lo mete en la nevera  con el resto de las viandas para cocinarlo al día siguiente, le pasa un agua al cuchillo descuartizador y corta el fiambre para la siguiente mesa, ¡zasca!.

O quizás el pollo no estaba enfermo, ni cojeaba, ni acabó siendo croquetas, pero para mí, ¡zasca!.

Cambiando de tema, me he quedado de piedra cuando un miembro de la Guardia civil ha dicho en un medio público que a partir de ya, no se puede cantar en el coche porque produce distracciones al volante. Y digo yo, ¿no será infinitamente más peligroso llevar de copiloto a un hijo adolescente poniendo ritmos reguetoneros mientras te amenaza con que si no lo dejas salir el sábado se va a ir de casa para siempre jamás con el hijo del vecino?, niño que ya se teñía el pelo de verde a los siete años y se dejó bigote con trece. 

¿No será mucho más peligroso ir escuchando la radio mientras te cuentan que aquel político de mejillas sonrosadas y sonrisa pelín cínica le ha estado pagando a su churri un piso en una selecta calle de la capital con los impuestos que tú y yo pagamos religiosamente?. Porque no sé a tí, pero a mí, vaya o no conduciendo, me dan muchas ganas de rebanarle el dedo ventiuno sin previo aviso.

¿Y no será mucho más peligroso, ir conduciendo mientras un recién licenciado en carnet, pitillo en mano y ventanilla baja, con el coche lleno de colegas imberbes y la música a todo trapo, te hace luces mientras acerca provocativamente el morro de su coche al trasero del tuyo porque vas a cincuenta en una zona de cincuenta, y él va con todos sus caballitos adolescentes revolucionados?.

Después de balancear la novedosa teoría del honrado cuerpo de seguridad  vial y mis dilemas, he decidido comprarme un chicle y grabar el discurso del Rey de la navidad pasada. En el caso de que me detuvieran en un control por ir cantando,  que quede claro  que yo no iba entonando canción alguna y que los movimientos faciales no era más que la actividad de mis maseteros mascando la gomita en cuestión. Y lo del discurso, pues yo que sé, que piensen lo que quieran o que multen al pollo, que es más culpable que yo.

Estoy nerviosa, se acerca peligrosamente la temporada de "changlas". No me veo preparada, este año con más edad he sufrido una pérdida importante de paciencia y siento terror de no poder controlar mi ira cuando empiecen a gritar  por todas las esquinas que si "changlas o changletas" en peluquerías, mercados, bares, parques infantiles o zoológicos. No saben el daño que hacen, cuántas sorderas traumáticas han provocado, y lo peor de todo, no sé cómo mantenerme tibia cuando esté delante de un "changlista" y recite una tesis  doctoral sobre cómo y con qué quedan divinas. No lo voy a poder soportar, no me siento con fuerzas. No sé, será culpa del pollo...

Por cierto, no pretendo aguaros la primavera pero también ha llegado la época de los mosquitos, y este año vienen más sedientos de sangre que nunca. Yo ya he sufrido el ataque en mis carnes hace dos semanas y no os podéis imaginar para lo pequeños que son, los tremendos picotazos que pegan. No suelo promocionar ningún método de adelgazamiento más allá del deporte y la dieta, pero en esta ocasión voy a saltarme mis estrictas normas éticas por el bien de la humanidad y hacer una promoción que no deberían dejar pasar los "changlistas". Ahí va,  "los mosquitos de este año, a parte de provocar una espectacular renovación sanguínea eliminando restos metabólicos indeseables, también hacen liposucción siempre que piquen más de tres veces. No perdáis la oportunidad, es gratis hasta el fin de la existencia", por si cuela...

Tengo un problema serio con el robot aspirador de casa,  me da más trabajo que un hijo adolescente. Es un aspirador de estos independientes, que van a su bola, nunca mejor dicho. Cada vez que lo pongo a funcionar, en milisegundos se busca un problema, me llama con un pitido insistente, tengo que buscarlo y liberarlo de todos los lugares imposibles de la casa. Con el cariño de una dueña amorosa, la pongo ruedas arriba, le desenredo los cables de los cepillos, le vacío el depósito del polvo, limpio cada uno de sus filtros y lo devuelvo al suelo diciéndole que no se vuelva a meter en líos, que no hace falta tragarse todo lo que se encuentre y que cuando acabe, vuelva a casa como se espera de un buen robot. Espero que nunca me eche en cara que no pudo aspirar a más por tener que dedicarse a aspirar para mí . Y si lo hace me importará un bledo porque pudo aprovechar estos años en el país para aprender el idioma y el erre que erre, se empeña en hablarme en alemán. Qué dura es la adolescencia, hasta en los robots...

El otro día una amiga me hizo una pregunta científica aprovechando mi carrera de ciencias. "Me comí un donuts y antes de que pasara un minuto, me comí una manzana. Lo hice así porque leí en una revista (¿científica?, lo dudo) que la fructosa de la manzana absorbe los hidratos de carbono del donuts y así no engorda". A veces creo que la humanidad se va a extinguir antes de que se derritan los polos. También me hace reflexionar en el porque a veces escucho en modo avión...

Por cierto, ya llega la época de las cerezas, que ganas tengo de comerme un puñado para que me duela la barriga por mi culpa.

El lunes del apagón decidí ir a la playa acompañada de dos catastrofistas. No había conexión por datos en los teléfonos móviles, no teníamos una radio analógica, ni una navaja multicorte, ni placas solares acumulando energía para el desastre que preveían. Yo estaba de lo más relajada mientras observaba como mis acompañantes orientaban sus teléfonos en todas las direcciones en busca de cobertura cual ofrenda a los dioses. Me miraban con las caras desencajadas y estaban claramente ofendidos por mi caída de ojos inevitable al ver que ellos se sentían en un momento vital crítico y yo, pues disfrutando del mar. ¿Qué podía hacer, sino intentar "recargar las pilas" antes de que todo se apagara?. Y curiosamente, el verdadero apagón ocurrió unos días después, fíjate tú.
Por hoy llega con este desahogo.
Imposible olvidarme del maldito pollo, 

Buena noche.






jueves, 17 de abril de 2025

CONVERSACIÓN ÍNTIMA

No saber lo que se quiere o desea, dudar en cada momento de lo que realmente es necesario, si son abrazos o tal vez un poco de espacio en la alfombra de sueños, o un cuerpo cómplice que te procure compañía y calma, o quizás el apremio de un susurro que te despierte de la aburrida realidad, o imaginar que puede volver a tí si no hubiese sucedido, fue ...

Recordar cuando sus ojos despertaban después de una noche de locura y volver una y otra  vez a sentir la calma que su respiración me daba, o el abrazo que  anclaba mi cuerpo al suyo con el justo espacio entre los dos, sin invadir, sin posesión, sin reclamos, un sueño, sea  ...

Qué no exista capacidad de cuestión, ni aparezcan dudas sobre dónde, qué o cómo sentirse, sin un lo siento planeando por su mente de forma constante, sin marcar límites injustos ni pensamientos que frenen ilusiones, sería ... 

Uno frente al otro, en silencio, desnudando las conciencias sólo con miradas que aclaren lo que las palabras no saben decir, puede ...

Un brillo en la mirada que delate, un gesto cómplice, expresiones sutilmente conscientes que intentan enmascarar un "no volverá a ocurrir" cansino que se repite demasiado a menudo, porque ...

Labios que se fruncen sin respeto, que intentan disimular la ternura de su boca, miradas que evitan un lo siento inaudible, comisuras equívocas, ojos llenos de ternura esquiva, gestos que evitan el contacto, seguro ...

Siempre navegando entre un ahora quiero pero no, después un no quiero, seguidamente de un no puedo, un sinsentido. Una mano que frena lo que se ha pensado mil veces con cordura, lo que la conciencia ha cuestionado una y otra vez, un por qué no, porque quizás, porque no lo sé ...

Pensamientos recurrentes de mañanas eternas, sueños de media noche compartidos, narices enfrentadas, despertares sintiendo su mirada desde el sillón, sintiéndose extrañamente feliz, completa, amada, deseada, cuidada, volver...

Lo tuvo todo y todo se quedó parado en un momento.  Muchas veces reniega de un volver a sentir con tanta intensidad, otras lo añora más que nada en su mundo, para acabar de forma recalcitrante en la necesidad imperiosa de volver a sentir aquello tal y como fue, pero sin ... 

En momentos grises necesita creer que  volverán las historias con final feliz, la viveza a sus ojos, el hablar sin pudor de los escalofríos que produce la emoción, sin medias verdades, sin sentimientos reprimidos y ante todo, sin el temor paralizante a qué vuelva a ocurrir otro final repetido, será...

Necesita imperiosamente  volver a temblar con canciones que comienzan en el cuello y acaban en la mañana, olvidar que ya no hace falta arrancar las hojas escritas que caerán por si solas el próximo otoño. No habrá más copas de vino con labios pálidos e inexpresivos y que para siempre, marcarán el borde de la copa que morderá con deseo, algún día...

Seguirá soñando con la persona con la que pueda compartir deseos de "hoy quédate conmigo sin lujuria, sin promesas irresistibles, sin expectativas, sin deseos ni desalientos. Siéntate a mi lado en silencio, acaricia mis manos y lee entre los dedos la historia de todas mis vidas. Y después déjame mirarte a los ojos antes de despedirme. En ese momento lo entenderás todo. Y si aún así decides quedarte, ven, acércate, te haré un sitio bajo la manta".

"Y si así no fuere, simplemente te daré las gracias por alejarte y enseñarme que ocupabas una parcela de mi vida que no te correspondía, por hacerme entender que mis alas pueden extenderse sin que por ellos me duelan y llegar hasta donde mis dedos quieran alcanzar. Te daré las gracias por indicarme un camino que evita el daño, por señalarme el camino que no lleva a ninguna parte y por hacerme poseedora de las mejores decisiones. 

Y si así es, cogeré aire profundamente, cerraré los ojos sonriendo, me recogeré el pelo, me abrazaré a los costados del abrigo y comenzaré el camino, ahora más segura de que ahí delante, hay mucho por descubrir. Sin duda"...

Buena noche.


martes, 18 de febrero de 2025

MAGIA

Llegó nerviosa, cabizbaja, traía un pañuelo de papel entre sus manos que no dejaba de retorcer y lo miraba continuamente como buscando consuelo entre sus dedos. 

La miraba de reojo mientras acababa de atender a otra paciente. Me llamó la atención la tristeza que transmitía, como si estuviera envuelta en un cielo de nubarrones grises que amenazaban pronta tormenta.

La llamé por su nombre, levantó la mirada y se encaminó hacia mí agarrando su pañuelo como si fuera su tabla de salvación.

"Hola, te lo voy a explicar todo, ¿de acuerdo?". Faltaban menos de 5 segundos para que aquellos ojos se desbordarán sin remedio, y así ocurrió. 

Mientras se ahogaba entre lágrimas desesperadas me iba contando lo angustiada que se encontraba. Sin mirarme y con su mente envuelta en recuerdos  pasados me dijo que la vida no había sido justa con ella y que "lo de ahora" era lo que había desbordado el vaso de sus miedos.

Bolígrafo en mano, folio doblado, empecé a escribir siglas, grados, tipos, dibujando lo que ella tímidamente me iba preguntando, llenando aquella hoja de respuestas, sonrisas tibias, caricias de consuelo y alguna que otra palabra de esperanza.

Mujer de cuidar a todos los ángeles terrenales, nunca se había mirado al espejo para verse a si misma, ni había percibido las cicatrices de vida que la definían. Le hablé de lo que se veía reflejado, de la pérdida de identidad, de intentar verse a si misma como un ser con vida propia.

De pronto se levantó la camisa y me enseñó su pecho lleno de cicatrices, dónde se podía leer la historia de una lucha terrible y no muy lejana. ¿Qué te parece cómo me los han dejado?. La miré a los ojos, sonreí, me acerqué a ella y le dije: "dame el nombre del cirujano, tengo que recomendárselo a unas cuantas pacientes". Su rostro se iluminó, su gesto se relajó, sus ojos se cerraron con aprobación y prometió traerme los datos en la próxima cita.

Me levanté, ella saltó como un resorte de la silla para acercarse a mí y sin pudor, me  abrazó con fuerza y con una ternura exquisita. Como un continuo, agarró mi cara con sus dos manos y me besó la mejilla con una delicadeza angelical, con uno de esos besos sonoros típicos de las abuelas. Ella misma se sorprendió de la reacción, se puso colorada y comenzó de nuevo a llorar, pero está vez de emoción por la tranquilidad que percibió en las palabras. No pude más que volver a su abrazo para que esas lágrimas cesarán, su sonrisa volviera a surgir y se recompusiera del momento. Se puso el abrigo, le recoloqué la bufanda en su cuello y me lanzó un beso por el aire mientras se iba.

Con todo esto, no me había dado cuenta de que en uno de los sillones de la sala estaba esperando sentada mi siguiente paciente. Me acerqué a ella mientras se secaba los ojos. ¿Estás bien?, le pregunté extrañada. Con un pañuelo de papel se secó los ojos y dijo: "me  emocioné, siempre lo consigues". 

Le guiñé un ojo, sonrió con complicidad, se agarró de mi brazo y dijo con voz templada, "este lugar tiene mucha magia". 

Y no saben que la magia la generan ellos.

Buena noche.