"Ayer se fue una mujer buena". Así comienza esta historia.
Intento rebuscar en mis recuerdos el momento en el que conocí a Lela y no logro separarla de mi vida. Debía ser yo una niña muy pequeña cuando ella apareció en la vida de mi familia. No existía vínculo de sangre entre su familia y la mía, sin embargo aquella mujer grande, con melena corta y horquillas a cada lado, con zapatos enormes y ojos siempre tristes, seguiría unida a nuestra historia de vida hasta el final de sus días.
Un poco huidiza de todo, guardiana fiel de sus hermanas, o quizás separada al mundo de aquella cocina, siempre callada, prudente, servicial y emotiva, Lela se levantaba cada mañana para los demás, esa es la sensación de humildad que trasmitía.
No recuerdo que el amor le hubiese rozado nunca. Siempre con sus hermanas y un poco relegada a segundo plano, nunca acudía a bodas, comuniones ni entierros, siempre guardiana de una casa, nunca participaba en encuentros sociales. Siempre faltaba Lela, mi buena Lela.
Sus ojos marrones, verdes o parduzcos trasmitían una tristeza oculta. Nada sabías de sus sentimientos, sólo de su trabajo. Nada era ella, todo eran los demás.
Agradecida eternamente, llena de emoción contenida, abrazada a si misma, Lela iba cumpliendo años para los demás. Aquella mujer grande, empezó a venirse abajo con la misma entereza que mantuvo siempre. Se apoyaba en las paredes para mantener un equilibrio perdido hace años, cada vez más silenciosa y callada, cada vez menos visible y más vigilante de sus hermanas desde el silencio y la quietud.
Lógica, cabal, sensata, recorrió los últimos años de su vida de puntillas, sin hacerse notar, con la discreción exquisita de la que antepone la vida de los demás a la suya propia.
Ayer Lela se apagó y con ella se fue una parte de mi historia. Y lo hizo con la misma discreción con la que vivió, en silencio, sola y sin hacer ruido. Siendo yo mujer de poca fe, deseo para ella que exista un cielo en el que se encuentre con todos los suyos y los míos. Aunque conociéndola, estoy segura de que seguirá allá dónde sea cuidando de todos los que se fueron antes que ella. Ojalá exista tu cielo, Lela. Ojalá que tus ojos brillen allí con toda la intensidad que te faltó en la tierra.
Vuela alto, Lela.
Buena noche.
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