domingo, 22 de noviembre de 2015

FIN DE SEMANA

Me encuentro en un momento desordenado. Reconozco que siempre por estas fechas me cuestiono más los comportamientos. No sé, serán la puñetera navidad, esa época en la que por narices tienes que volverte más vulnerable un año sí y el siguiente más. Tendré que hacérmelo mirar...
Ayer una preadolescente que supuraba alcohol y vómito por los poros de su piel, le gritaba a su madre llorosa y asustada que la dejara en paz, que le dolía la cabeza lo suficiente para no tener que aguantar sus rollos de madre histérica. Y claro, aquella  "gritona maleducada" era mi paciente, maldita suerte la mía. Yo la había recibido, desnudado, pinchado, sondado y todas las " -ado" que os podéis imaginar. Y su madre estaba en la cabecera preguntándose por qué le había mentido, por qué aquella noche se inventó "amigas de salida", quién le había facilitado el alcohol y las otras sustancias prohibidas a su hija menor de edad, por qué su hija flotaba en aquella camilla ...
Y me acerqué a ella, porque vi a una madre asustada y le dije, "cuidado, eso es lo que necesita, pero no aquí, cuidado en tu casa. Es una menor, es muy fácil manipularla, ya ves, hoy lo han hecho y ella ha pagado las consecuencias de su inmadurez y te ha hecho sentir traicionada". Me miró y me dio las gracias. Ojalá fuese la última vez, ojalá tenga esa improbable suerte.
Hace un par de días le comenté a un amigo, "no me gusta ese tipo de mujeres". No comprendo a las mujeres inmaduras que caminan de puntillas por la cuarentena, sabiendo que tienen esa edad y se empeñan en que nadie se dé cuenta. Reconozco que esa edad es la época de cambios, que es una época "jodida" en la que dejas de anotar fechas en el calendario, en la que las hormonas no sabes si suben, si bajan, o si se han vuelto en tu contra. Una época en la que dudas de todo, en la que no crees en el amor como sentimiento, en la que desconfías hasta de tí misma, en la que necesitas tanto un abrazo como un "déjame en paz", en la que te sientas a desayunar mirando a través de una ventana sin ver más allá de esos dedos marcados en el cristal, en la que te da igual si hace frío o si hay una ciclogénesis explosiva tras la puerta de tu casa. Tú seguirás sintiendo un calor pegajoso, sí, pero todo esto no justifica que te arrojes cual adolescente despendolada al primer pantalón que se te ponga delante, y menos si tienes a tu lado al pantalón que tú has elegido para tener a tu lado desde hace años. No sé si me explico, vamos a ver. Yo, a nada de entrar en la cincuentena ya he pasado por toda esa tormenta "imperfecta", han quedado atrás (y tan atrás) aquellos comportamientos en los que salías de casa a comerte el mundo, en los que te tomabas dos copas y pensabas que el principe azul estaría esperándote en un pub apoyado en la barra tomándose un JB, que aquel que te miraba con ojos "de cordero degollado" había visto en tí la luz divina. Patochadas. Pero si eso estaba permitido en la adolescencia, pasado los cuarenta me parece PATÉTICO. 
Vive la vida, estoy de acuerdo, pero en tu tiempo, en tu hora, en tu momento, con cuarenta, con cincuenta, con la edad que tengas, pero coherentemente. No hay nada más triste que ver una mujer madura comportándose como una adolescente alocada. O eso creo yo, no sé, igual estoy equivocada...
Ha sido un fin de semana largo, de esos que duran de más, pero productivo en experiencias y pensamientos, con muchos sentimientos encontrados que te hacen recanalizar las vivencias, las ideas, los sueños... Dos historias separadas por años, pero cercanas en equivocaciones.  Buena noche, o así...


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