domingo, 11 de mayo de 2025

EL POLLO

Llevo una semana encerrada en casa porque un pollo enfermo se ha cruzado en mi camino y no sé cuándo ha sido. No, no he perdido la cabeza, debe ser lo único que no he perdido estos días. Me imagino la secuencia. Un pollo, seguramente casero, de los que campan a sus anchas entre las verduritas de la huerta, se acerca graciosamente a su dueño moviendo las plumitas de su trasero. Éste lo habrá cogido en el regazo para decirle lo buen pollo que es y lo orgulloso que está de que forme parte de su fantástico gallinero, y de esta relación idílica en la que no hace falta lavarse las manos porque son como de la familia, ¡zasca!. 

O quizás la historia no fue así, quizás el pollo se tambaleaba desde hacía unos días, tenía mal color en las patas, se le caían las plumas y estaba poco comunicativo. Y ante tal estado, el dueño del pollo en un momento de lucidez pensó que era mejor que el plumífero no sufriera y formara parte de un cocido o de unas ricas croquetas. Seguramente pensó, "le damos viaje y como es mucho pollo para nosotros , le regalamos medio bicho al vecino que el pobre está currando todo el día en el bar". El vecino recibe encantado el regalo, le da cuatro machetazos al medio difunto regalado,  lo mete en la nevera  con el resto de las viandas para cocinarlo al día siguiente, le pasa un agua al cuchillo descuartizador y corta el fiambre para la siguiente mesa, ¡zasca!.

O quizás el pollo no estaba enfermo, ni cojeaba, ni acabó siendo croquetas, pero para mí, ¡zasca!.

Cambiando de tema, me he quedado de piedra cuando un miembro de la Guardia civil ha dicho en un medio público que a partir de ya, no se puede cantar en el coche porque produce distracciones al volante. Y digo yo, ¿no será infinitamente más peligroso llevar de copiloto a un hijo adolescente poniendo ritmos reguetoneros mientras te amenaza con que si no lo dejas salir el sábado se va a ir de casa para siempre jamás con el hijo del vecino?, niño que ya se teñía el pelo de verde a los siete años y se dejó bigote con trece. 

¿No será mucho más peligroso ir escuchando la radio mientras te cuentan que aquel político de mejillas sonrosadas y sonrisa pelín cínica le ha estado pagando a su churri un piso en una selecta calle de la capital con los impuestos que tú y yo pagamos religiosamente?. Porque no sé a tí, pero a mí, vaya o no conduciendo, me dan muchas ganas de rebanarle el dedo ventiuno sin previo aviso.

¿Y no será mucho más peligroso, ir conduciendo mientras un recién licenciado en carnet, pitillo en mano y ventanilla baja, con el coche lleno de colegas imberbes y la música a todo trapo, te hace luces mientras acerca provocativamente el morro de su coche al trasero del tuyo porque vas a cincuenta en una zona de cincuenta, y él va con todos sus caballitos adolescentes revolucionados?.

Después de balancear la novedosa teoría del honrado cuerpo de seguridad  vial y mis dilemas, he decidido comprarme un chicle y grabar el discurso del Rey de la navidad pasada. En el caso de que me detuvieran en un control por ir cantando,  que quede claro  que yo no iba entonando canción alguna y que los movimientos faciales no era más que la actividad de mis maseteros mascando la gomita en cuestión. Y lo del discurso, pues yo que sé, que piensen lo que quieran o que multen al pollo, que es más culpable que yo.

Estoy nerviosa, se acerca peligrosamente la temporada de "changlas". No me veo preparada, este año con más edad he sufrido una pérdida importante de paciencia y siento terror de no poder controlar mi ira cuando empiecen a gritar  por todas las esquinas que si "changlas o changletas" en peluquerías, mercados, bares, parques infantiles o zoológicos. No saben el daño que hacen, cuántas sorderas traumáticas han provocado, y lo peor de todo, no sé cómo mantenerme tibia cuando esté delante de un "changlista" y recite una tesis  doctoral sobre cómo y con qué quedan divinas. No lo voy a poder soportar, no me siento con fuerzas. No sé, será culpa del pollo...

Por cierto, no pretendo aguaros la primavera pero también ha llegado la época de los mosquitos, y este año vienen más sedientos de sangre que nunca. Yo ya he sufrido el ataque en mis carnes hace dos semanas y no os podéis imaginar para lo pequeños que son, los tremendos picotazos que pegan. No suelo promocionar ningún método de adelgazamiento más allá del deporte y la dieta, pero en esta ocasión voy a saltarme mis estrictas normas éticas por el bien de la humanidad y hacer una promoción que no deberían dejar pasar los "changlistas". Ahí va,  "los mosquitos de este año, a parte de provocar una espectacular renovación sanguínea eliminando restos metabólicos indeseables, también hacen liposucción siempre que piquen más de tres veces. No perdáis la oportunidad, es gratis hasta el fin de la existencia", por si cuela...

Tengo un problema serio con el robot aspirador de casa,  me da más trabajo que un hijo adolescente. Es un aspirador de estos independientes, que van a su bola, nunca mejor dicho. Cada vez que lo pongo a funcionar, en milisegundos se busca un problema, me llama con un pitido insistente, tengo que buscarlo y liberarlo de todos los lugares imposibles de la casa. Con el cariño de una dueña amorosa, la pongo ruedas arriba, le desenredo los cables de los cepillos, le vacío el depósito del polvo, limpio cada uno de sus filtros y lo devuelvo al suelo diciéndole que no se vuelva a meter en líos, que no hace falta tragarse todo lo que se encuentre y que cuando acabe, vuelva a casa como se espera de un buen robot. Espero que nunca me eche en cara que no pudo aspirar a más por tener que dedicarse a aspirar para mí . Y si lo hace me importará un bledo porque pudo aprovechar estos años en el país para aprender el idioma y el erre que erre, se empeña en hablarme en alemán. Qué dura es la adolescencia, hasta en los robots...

El otro día una amiga me hizo una pregunta científica aprovechando mi carrera de ciencias. "Me comí un donuts y antes de que pasara un minuto, me comí una manzana. Lo hice así porque leí en una revista (¿científica?, lo dudo) que la fructosa de la manzana absorbe los hidratos de carbono del donuts y así no engorda". A veces creo que la humanidad se va a extinguir antes de que se derritan los polos. También me hace reflexionar en el porque a veces escucho en modo avión...

Por cierto, ya llega la época de las cerezas, que ganas tengo de comerme un puñado para que me duela la barriga por mi culpa.

El lunes del apagón decidí ir a la playa acompañada de dos catastrofistas. No había conexión por datos en los teléfonos móviles, no teníamos una radio analógica, ni una navaja multicorte, ni placas solares acumulando energía para el desastre que preveían. Yo estaba de lo más relajada mientras observaba como mis acompañantes orientaban sus teléfonos en todas las direcciones en busca de cobertura cual ofrenda a los dioses. Me miraban con las caras desencajadas y estaban claramente ofendidos por mi caída de ojos inevitable al ver que ellos se sentían en un momento vital crítico y yo, pues disfrutando del mar. ¿Qué podía hacer, sino intentar "recargar las pilas" antes de que todo se apagara?. Y curiosamente, el verdadero apagón ocurrió unos días después, fíjate tú.
Por hoy llega con este desahogo.
Imposible olvidarme del maldito pollo, 

Buena noche.